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DON RICARDO BLUME, EL MAESTRO. NDLeón

DON RICARDO BLUME, EL MAESTRO. NDLeón



DON RICARDO BLUME, EL MAESTRO

Con suma tristeza recibo la noticia de la muerte del maestro de maestros Don Ricardo Blume, muchos de mis profesores, colegas, fueron sus alumnos en una u otra forma. De mi chiquititud recuerdo el programa Bar Cristal del Canal 4 de Radio América, donde lo conocí junto a otros grandes, Saby Kamalich, Luis Alvarez, Jorge Montoro, Carlos Tuccio. Después tuvimos el privilegio de verlo en la telenovela Simplemente María, mi profesor de teatro escolar Don Álvaro Gonzáles nos llevó al programa para hacer de extras. En el transcurso de los años verlo en el escenario, telenovelas, cine, era una clase modelo de teatro.

Tengo una anécdota, mi profesora Alicia Saco, alumna de Ricardo Blume en el Teatro de la Universidad Católica TUC, me invitó a participar en la obra La Agonía del Difunto del colombiano Esteban Navajas. El elenco estaba conformado por otros alumnos del maestro Blume, Lily Urbina, Violeta Cáceres y Enrique Urrutia. Mi personaje, un campesino. Esto fue en marzo de 1981 en el TUC. En una de las funciones llegó al camarín la noticia que entre el público se encontraba el maestro Ricardo Blume. Nos miramos las caras. Para mí fue un examen post grado. Cuando terminó la función, el maestro visitó los camarines, felicitó al elenco. Como yo era el único extraño se me acercó, me felicitó, preguntó mi nombre y promoción.

Maestro, yo soy actor invitado, soy promoción 1973 de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Alicia Saco fue mi profesora.

Nicolás León, lo felicito, muy buen trabajo, siga así. Mis felicitaciones 

Con ese espaldarazo profesional, levanté el espíritu, se me hinchó el pecho. Aprendí profesionalismo, dedicación, sinceridad.

¡Gracias, Maestro RICARDO BLUME!  Ne terræ mansuetum.

La actriz Aurora Colina escribió unas líneas sobre el maestro Ricardo Blume:

«Mejor que descansó porque el mundo está hecho una desgracia. Fue un actor disciplinado, excelente compañero, solidario, tuvo que exiliarse por defender a un colega maltratado por la prepotencia de los capitalistas del negocio de la TV. ¡Compañero RICARDO BLUME! ¡PRESENTE! ¡AHORA Y SIEMPRE!».

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS

Lima, 31 nov, 2020

Amoríos. NDLeón.

AMORÍOS. NDLeón.

Diseño: Angel Ricalde Benites


AMORÍOS
Para mi Frida
¿Dices que no sucedió? ¿Qué nada pasó?
¡Ja! Todo el mundo te vio y por hecho lo dio.
Que fuiste con él al lecho de ese hotelucho maltrecho.
¿Qué? Te encontraste de casualidad en esa recodo.
¡Qué casualidad!
Todos sospechan que ese furtivo encuentro casual.
Fue planeado con astucia y morbosidad.
Te vieron salir del hostal coqueta y despreocupada.
El galán, salió serio, mudo y con sonrisa quebrada.
Llegaste radiante al paradero como lechuga fresquita.
Llevabas faldita mini, cabello lavado.
Veraniega a mediodía por los 40° grados.
¿Y tu acompañante?
Llegó igual. Limpito. Sin brillo ni sudor en la cara
después de una buena jabonada.
Los dos a jabón de tocador de hotel barato apestaban.
¡Qué casualidad!
¡Ja, ja, ja!
Mi amor. Nada te reprocho.
No hay rencor. No te odio.
Vuelve. Te perdono.
Sabes que te amo con locura.
Te perdono mi linda pecadora de día.
Te perdono mi bella pecadora de noche.
 Te perdono mi pecadora mía.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, nov, 2015.

OCTUBRE AGUJA de NDLeón

 OCTUBRE AGUJA de NDLeón



OCTUBRE AGUJA

«Pater in manus tuas commendo spiritum meum (Lucas, 23: 46)».

¡Señoras y señores! ¡Damas y caballeros!

¡Pecadores, probos, fieles e infieles, agnósticos, ateos!

¡No me jodéis la vida que es tan corta! ¡No seáis intolerantes!

Me llega al huevo, tu postura, credo, moral, ideales o principios.

Yo celebro mi cumpleaños y todas las fiestas de octubre.

Por supuesto ¡Oktoberfest! Auch!

En octubre nació el Señor de Pachacamilla. ¡Señor de los Milagros!

El tres nació Majo, mi nieta preciosa.

De Soledad, mi entrañable nuera, su cumpleaños el cuatro.

Mi’jita Alekala Mary es del veintiuno. ¡Ave María!

El «Sindicato de Actores del Perú» se fundó en octubre. ¡Salud!

El veintiocho sale la Procesión del Cristo Morado. ¡A ti venimos Señor!

«Faro que guía, da a nuestras almas la fe, esperanza, la caridad,

tu amor divino nos ilumine, nos haga dignos de tu bondad».

Yo salí un veintinueve de milagro, ochomesino, con ralos kilos, muy delicado.

Todo el año celebro el día de mi no cumpleaños. ¡Con guitarra y cajón!

Mi diablo la paso «Chihuán» algunas veces, otras «aguja». ¡Joder!

Porque a mi adorada chancletita le celebramos su cumple sí o sí el veintiuno.

Me malogró mi fiestón de callejón de todos los años.

No importa, empalmo el treinta y el treintaiuno con un aguadito levantamuerto, si hay suerte, arroz con pato y cerveza negra.

Festejo el «Día de la Canción Criolla» con valses, polcas y marineras.

Jaraneo en el cumpleaños de mi compadre Buenaventura Nepomuceno.

Festejo con máscara «Halloween» y sus tres mil años con manzanas de caramelo.

De yapa, brindo por el “Día de Todos los Santos», y por el «Día de los Muertos».

Pero… «Tú que estás lejos de tus amigos, de tu tierra y de tu hogar

y tienes pena, pena en el alma… por eso y muchas cosas más,

ven a mi casa esta Navidad». Te espero con solidaridad y caña.

* Himno al Señor de los Milagros

** Ven a mi casa esta Navidad de Luis Aguilé.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS

Lima, octubre, 2020.

NICOLÁS LEÓN. NDLeón

 NICOLÁS LEÓN. NDLeón



NICOLÁS LEÓN

Nicolás Daniel León Cadenillas (Lima, 29 octubre, 1951). Actor, escritor, poeta, director, zaguero central, cocinero, etc. Victoriano de La Victoria. GUE “Alfonso Ugarte”, debut en el Club de Teatro Escolar. 1970, integré el elenco de teatro de la USMP. 1973, egresé de la Escuela Nacional de Arte Dramático. Viajé por Sudamérica como mochilero y actor. 1974, Grupo Mesa de Teatro de Lima, gira artística por el norte peruano, costa y sierra, y por el sur de Ecuador, Provincia de El Oro, obra: La revolución de Túpac Amaru y Micaela Bastidas. 1975, Grupo Homero, Teatro de Grillos. 1977, becado, Berlín Este (República Democrática Alemana), Curso de Perfeccionamiento de Dirección en Teatro para Niños y Jóvenes. 2007 -2013, Alemania, KA, Erzähltheater Fabulina. 2014, Asociado, Gremio de Escritores del Perú GEP. Catedrático en la Facultad de Derecho, USMP, 2015, Oratoria y Teatro. Actualmente, Secretario de Organización del Sindicato de Artistas Intérpretes del Perú. He publicado dos libros (Cuentos breves para mi nieto; Crónica: De Chorrillos hasta las playas de Río) y un poemario urbano, Amor y desamor de un fulano. En los medios tengo un poemario virtual, II DESAMOR. Lima, 2020.

BOBO de NDLeón

 BOBO de NDLeón


BOBO

Con franqueza repito tus palabras

que retumban en los ecos de mis sentimientos,

sufrimientos, en mis alegrías con comillas.

Cantos y poesía.

Tengo una vida de lágrimas acumuladas,

a pesar que en tu partida lloré y lloré,

respiré el ocaso colgado en el estribo del tranvía,

miré por última vez tu mirada que decía, chao.

Me trague los mil nudos de despedida.

Fuiste mi par perfecto. Físico, carácter,

profesión, entusiasmo, vocación.

Erré a pesar de lo muchísimo que nos amamos.

Sigo siendo el mismo bobo que ama con toda su alma.

Fuimos orgullosos, no pedí perdón.

Busqué el destierro, el desierto, el olvido.

Ja, vida y obra por décadas, me acuerdo de ti.

Te recuerdo con alegría. Con amor.

Me diste tranquilidad y paz.

Cosa que nadie me ha dado.

Cuando una persona es diferente, tú esperas

que sea diferente y cuando tu esperas que sea

diferente, te duele en el alma.

Lo siento. Cargo mi cruz hasta la eternidad.

Chejov en uno de sus personajes, dijo:

«Si se nos fuera permitido vivir esta vida en

borrador, para después pasarla en limpio».

Bonito hubiera sido para corregir las metidas de pata.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS

Lima, 2020.


LA OLIVETTI DE VIRGINIA de NDLeón

 

LA OLIVETTI DE VIRGINIA de NDLeón

Virginia Elena, Viky, gracias por todo, hermanita linda. Nk


LA OLIVETTI DE VIRGINIA

Llegó el segundo domingo de octubre, le saqué el jugo. Ordené la oficina del taller familiar; reorganicé los cajones y armarios; limpié el cabezal de la impresora; liberé de archivos la computadora, el material lo guardé en una memoria externa. Formateé un par de USB. Preparé un desayuno alemán, salchicha con pan crujiente, salsa de tomate y curry, col y cerveza negra. Lavé ropa al por mayor. De almuerzo me lucí con un arroz chaufa con tres tipos de carnes. Corregí mi poemario urbano II Desamor desde el punto de vista de la sugerencia de una poeta. La opinión femenina es fascinante. Agrupé en orden cronológico mis cuentos cuyo tema central es la mechadera. A las diez de la noche en YouTube, ocio. Vino, palomita de maíz y una película de Morten Tyldum: «The Imitation Game/El código Enigma», drama sobre el matemático Alan Turing y un equipo de científicos que tienen como misión descifrar el código secreto alemán conocido como Enigma en plena segunda guerra mundial.

No sé qué se me dio por indagar sobre el inventor de la máquina de escribir. Averigüé, no se sabe quién fue el inventor. Fue un proceso de a pocos de varios inventores. En el sobre retrocedí en el tiempo, recordé aquella grande y antiquísima máquina de escribir donde mamita llenaba de números una pila de facturas, guías, cartas, dirigidas a la Casa Grace & Cía. Papá era el proveedor número uno de papeles y cartones para el reciclaje. La máquina parecía un motor de locomotora, un robot, sobresalía un rodillo largo, me gustaba cuando sonaba una campanita y el tecleo producía un sonido metálico escandaloso. Escuché que papá la compró en la cachina del centro de Lima. En una ocasión mamá me hizo escribir mi nombre, la dirección postal de la casa, los nombres y apellidos de ella y de papá. Me dictó la letra de una canción. Fue alucinante. En el callejón un inquilino tenía una maquinita, chatita, Rooy-1950. Me acuerdo la marca por Roy Rogers.

En las vacaciones de verano antes de ingresar a secundaria, papá me matriculó contra mi voluntad en Mecanografía en la Academia Brown de Lince, yo quería estudiar dibujo y pintura. Renegué. Fui una calamidad, nunca aprendí a escribir sin mirar el teclado, menos con los diez dedos, entré y salí de la academia usando solo dos dedos, los índices, pero aprendí a cuadrar la hoja, los espacios y recutecos. Sirvió la intención.

Cuando mi hermanita Virginia Elena, Viky, inició la secundaria, se matriculó en una academia para estudiar mecanografía y taquigrafía, practicaba en casa de unos vecinos. Yo como siempre ajeno al mundanal ruido, no estaba enterado. Llegué a casa después de varios meses de gira artística teatral como actor y escenógrafo. Mamita me recibió con mucho cariño.

—¿Estás bien? Se te ve enfermo. Ahora ya sabes lo que es trabajar.

Viky me abrazó y me dio aliento para seguir la brega.

—¿Ya te aprendiste tu letra?

—Si. ¿Qué haces?

—Estoy aprendiendo taquimecanografía.

—Demuestra.

—Otro día. No tenemos máquina.

Anonadado hice silencio. Averigüe cuanto podría costar una maquinita de segunda. —Mi hermano conoce al gerente de Olivetti —me pasó el dato Freddy Lobatón, antiguo colega mochilero. Llegamos a Olivetti ubicada en jirón De la Unión. Nos atendió el gerente. Escogí una más o menos. Por la amistad, juventud y por el arte, me hicieron un descuentazo. —Sí así es, mejor elijo otra —dije. Y elegí una profesional portátil, ni tan chica, ni tan grande. Venía con su funda con asa. Fue la única vez que el teatro me brindó realizar una buena acción en mi existencia. Vikita lo ha valorado hasta el día de hoy.

—Viky ¿qué es de la máquina de escribir qué te regalé?

—La tengo. Le hice mantenimiento y la guardé.

—Es una pieza de museo.

—Se batió duro en San Marcos. Gracias.

Casi lloré de emoción. La sencilla respuesta me mató. Iluminó mi aureola.  

En mi etapa de formación de actor en las primeras clases todos los trabajos los hacía a puño y letra, lápiz y papel, hasta que la dirección exigió los trabajos a máquina. Me las tenía que ingeniar a quien pedir prestada su máquina de escribir, así nomás nadie tenía una en casa. Yo estaba desterrado y paraba con las justas con los chivilines, no me alcanzaba para contratar un escribano urbano del Parque Universitario, a pesar que me cobraban baratito. Esos señores eran unos capos haciendo las monografías, tipiaban el libreto en un santiamén.

En agosto de 1977 llegué a la ciudad de Reutlingen, estado de Baden-Wurtemberg, Alemania. Dorothee Pauleit, universitaria, estudiante de pedagogía, me prestó su máquina de escribir. Un par de días me la pasé redactando cartas para participar en los encuentros culturales de Bérgamo /Italia; Ámsterdam /Países Bajos; Londres /Reino Unido; París /Francia, etc. Me di el lujo de escribir una obrita de teatro para niños, una adaptación de un cuento cubano.

Recuerdo al tío Mañuco, ugartino y sanmarquino, vivió muchos años en Francia, en una de sus visitas a Lima Perú le compré su máquina de escribir «Royal». Me contó que la compró de segunda mano cuando ingresó a la universidad en 1952. Yo se la compré en el '82. Hasta ahora la conservo en su estuche original

En el 2008 en la ciudad de Karlsruhe, BW, escribí mi primer cuento de barrio «La Oficina». Fue un comienzo después de muchas inseguridades y miedos. El filón que había elegido era delicado, basado en experiencias propias y cercanas, mi querido barrio, colegio y vecinos. Toda esta osadía fue cristalizada gracias al apoyo de Dorothee que intercedió con el jefe del Instituto Inter-Facultativo de Emprendimiento de la Universidad de Karlsruhe (TH), me prestaron una computadora de última generación con acceso a la impresora sin regateos. Juan Arcos me regaló mi página Blog, me dio un consejo —«para aprender a escribir tienes que escribir y escribir».

Cuando regresé de Europa en el 2013, mi nieto Piero Angelo con diez años de edad me enseñó a manejar mi primer celular Android y sus aplicativos; facebook, youtube, messenger, notebook, e-mail. Un nuevo mundo tenía en mis manos. Increíble, cuantas aventuras desde mi primera tecleada en la máquina de escribir de mis papás hasta hoy día. Pero, quiero ser sincero, extraño el ruido, el abrazo, la música de mi máquina de escribir, ah otra cosa, en las calles de mi barrio uso lápiz y papel para evitar sinsabores que te da la vida.

*Alan Turing, matemático, lógico, informático, teórico, criptógrafo, filósofo, biólogo teórico, maratoniano y corredor de ultra distancia británico. Uno de los padres de la ciencia de la computación y precursor de la informática moderna. Descifró los códigos nazis de la máquina Enigma. Fue procesado por homosexualidad en 1952. Dos años después se suicidó.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS

Lima, 2020.

 

CANDELA vs LEÓN, la pelea. NDLeón

 

CANDELA vs LEÓN, la pelea. NDLeón



CANDELA vs LEÓN, la pelea

Acatando la prisión domiciliaria por orden del espíritu santero de este cerebral gobierno, paso buenas horas corrigiendo borradores de mis poemas mundanos; leyendo un libro; cocinando un plato criollo o liberando mis demonios frente a la circunspecta computadora. Tengo en mente la broncota de aquella lejana tarde de junio en el Ugarte. Los protagonistas, dos jovencitos de segundo año de secundaria, sección C, diurna: Guillermo Candela y Nicolás León.

La Gran Unidad Escolar Alfonso Ugarte era uno de los colegios más renombrados del país, con disciplina militarizada al mando de un marcial oficial de Instrucción Pre Militar -IPM; estrictos auxiliares que vigilaban la conducta y el buen comportamiento de los alumnos en las aulas, además, teníamos un departamento de normas educativas cuyo jefe, el regente, controlaba al milímetro el plantel como un eficaz «alcaide».

Para el alumnado sobre pesaba el «Decálogo Ugartino» como los mandamientos de la Ley de Dios para los católicos. Nuestro lema: «Voluntad, Disciplina y Acción», fuerza, cruz y fe. Nada de quejas, ni de llantos. Para mí, cada inicio de año era peor la tortura por los nuevos cursos, por los exigentes profesores y también por los nuevos alumnos que marcábamos nuestro territorio dentro de la gran unidad.

Después de dos meses de clases en el aula se habían formado las colleras: De peloteros, deportistas, chancones y los de la chatoca. El año anterior caminé casi solo. No por engreído si no porque en aprovechamiento estaba hasta las caiguas, una desgracia. No podía darme el lujo de distraerme. Matemática, biología, geografía, por decir algunas materias eran mis pesadillas de todos los días. Y en conducta estaba las huevas. Me había salvado dos veces de firmar el Libro Negro de la Regencia. Mi comportamiento de lobo estepario caía mal a grandes y chicos. En el aula escogí mi asiento en la primera fila frente a la pizarra, mi compañero de carpeta Ricardo Fuerman, hicimos una buena dupla en las pruebas escritas. Gracias a él me saqué varios dieciochos. Arrancando junio me designaron Subrigadier. Al alumno Guillermo Candela, Brigadier. Candela era el líder del grupito de mataperros que se sentaban atrás para joder la paciencia a los profesores, venían de la misma aula del año anterior y eran del mismo barrio. Con Candela y su mancha no entablé amistad. Marcamos distancia.

En cada conato de bronca Candela sacaba pecho e intimidaba con su frasecita trillada: «Soy de’l Porvenir». A mi esa huevada no me impresionaba, sin alharaca, yo venía de un barrio bravo. Todo sucedía dentro de una aparente normalidad. Hasta que empezaron los roces, malentendidos, dimes y diretes, indirectas de Candela y ayayeros.

En primaria me despercudí, perdí una y otra vez, pero así aprendí a meter golpe. En mis dos años de primero de secundaria me trompeé con alumnos que paraban su pleito. Era un toma y daca. Fui creciendo, afinando estilo en cada mechadera. Con los pendejeretes incorregibles vecinos de Matute, Santo Domingo o Apolo aprendí mañas y sorpresas, eran avezados no respetaban. Cada pichanga, terminaba con bronca.

Una mañana preparando el libro de asistencia, la pizarra, ordenando los materiales didácticos recibí una orden de parte del Brigadier Candela.

—¡León, trae tizas!

—¿Trae tizas? Manda a tus cojudos.

Los ánimos se caldearon, los dos estábamos hartos de tantas cojudeces, sin respirar y apretando los dientes nos fuimos a las manos. Me sentí por los aires, Candela me pesó, me agarré de él con las uñas para no caer como costal de papas. Caímos juntos al piso. Le metí un puñete. Me devolvió otro igual, me hinchó el ojo izquierdo. Recibió vuelto. Nos separaron. La bronca era el resultado de una silenciosa rivalidad.

—¡Soy de’l Porvenir, huevón!

—¡Yo soy de Balconci’o conchtumare!

De nuevo nos trenzamos, le propiné un recto en la cara. Sacó un cabezazo, amagué. Patadas, respuestas. No nos dimos tregua. Respondí con zaña, lo arrinconé, el flaco respondió como gladiador, era un jijuna, yo no me quedaba atrás. Le metí goma como antes nadie se había atrevido. Fuerman, mi adjunto, quiso parar la pelea, recibió sus quechis de parte de los compinches de Candela. Rischmöller, Calonge, Castagnola, Velazco y secuaces. Todo ocurrió en medio del salón. Yo era el antagonista de una leyenda. Se abrió la puerta. Un grito detuvo el tiempo.

—¡El auxiliar!

Nos acomodamos en nuestros pupitres. Mi compañero de carpeta era mi único asistente. Todo el resto del salón eran fanáticos del Brigadier Candela. La bronca en el aula no se podía quedar así. La afición pedía continuación. Maracaná Park era la solución. Para mí ya estaba bueno pero la hinchada pedía circo. Pensé en la frase que pronunció Alfonso Ugarte cuando estalló la Guerra del Salitre: «Es preciso cumplir con el honor y el deber». Acepté el reto. Como dos gallitos de pelea la cortamos para la salida. En ese instante ya sabía con quién me enfrentaba. El alumno Candela Guillermo era un excelente mechador, pendejo, hábil. Se fajaba bien. Mi estilacho era burdo pero cumplidor. Llegamos al Maracaná, medio colegio nos esperaba en las tribunas, el cuadrilátero tenía la medida reglamentaria. Sonó la campana. De arranqué Candela repitió la pesada, me agarré de los pelos, de la camisa kaki, terminados rodando en el pastito. Patadas, trompadas, puñetes, cachetes morados. Todo valía. Empecé lento. Candela ganó puntos en los primeros minutos. Recuperé distancia y embestí con fuerza. Nos repartíamos a puño limpio, puñetes, ganchos, rectos, de todo, con furia, sin bajar la guardia. Esquivé como profesional las arremetidas del contrincante, lo mantuve a raya. El intercambio de golpes no había cuando acabar. En la efervescencia del pleito me di cuenta que mi ortodoxo estilo era perfecto para contrarrestar la habilidad de Candela. Empecé a contratacar, lastimé a mi escurridizo rival en el cachete. Cansados, bajamos la guardia. Paramos. Nos miramos como diablos. Sin hablar nos dijimos basta. Cada uno en su esquina. Me costaba respirar, me sentía moribundo, maltrecho. El otro pugilista, igual. Estábamos bien chancados, necesitábamos una “enyesada” de pies a cabeza. No hubo ni vencedor, ni vencido. Acabó con un honroso empate. La pelea fue memorable, épica, brutal, aplaudida, los pugilistas ganaron reputación. La rivalidad siguió un par de semanas más. Esta acabó cuando un cuarteto de manganzones buscó la bronca a Candela, Calonge y Rischmöller. Me uní a mis compañeros, cuatro contra cuatro era más bonito. Los grandazos aflojaron. Con Candela nos dimos un abrazo y nos cagamos de risa. Terminamos siendo grandes amigos, éramos victorianos y Ugartinos Valientes. Ni vuelta que darle. Después de años de salir del colegio tuvimos reencuentros de camaradería en el jirón García Naranjo, jirón América y en Parque Miguel Dasso.

El año pasado la promoción cumplió Bodas de Oro 1969 – 2019, al inicio de la ceremonia central con un minuto de silencio se rezó por los condiscípulos que se encuentran en la diestra de Dios Padre Todopoderoso.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS

Lima, octubre, 2020.

GUIDO, HOMBRE COMBATE de NDLeón

GUIDO, HOMBRE COMBATE de NDLeón

En el curso de Instrucción Pre Militar IPM, obtuve el grado de Combatiente de Primera Línea o sea Soldado Raso. Servicio Militar Obligatorio SMO, escogí la primera arma de las Fuerzas Armadas de la República, el Ejército del Perú (EP). «Ser y no Parecer». El autor



GUIDO, HOMBRE COMBATE

En el barrio dentro de su tranquilidad espiritual, hubieron mechaderas que marcaron un antes y un después. Estas se ocasionaron por un «quítame esta paja», por un pan francés, un pitillo, una chica bonita, una ofensa o por una grave falta de respeto. La muchachada de antaño recuerda cuando el angelical (a) Ratita bajó de los caballos y de sus humos al traicionero, abusivo y cobarde (a) Mitrone PeraEl Rata le dio una tremenda paliza al Mitrón que hasta la actualidad todo el batallón Scouts Los Pavos de BalconCity lo recuerdan con alegría. Otra clásica bronca fue en el Boulevard Palermo, Nikito León cobró un sencillo, de vuelto le quisieron dar un estate quieto, Nikito hizo una finta, un amague, un quiebre de cintura, soltó un derechazo y se acabó la discusión, el contrincante cayó a la lona patas arriba; un solo golpe bastó y asunto arreglado. Pero la bronca que marcó un historial en el Inmaculado Parque Miguel Dasso fue la del vecino, ejemplo de civismo, el comandante E.P. Giuseppe Garibaldi, Don Guido, hombre respetuoso, buen vecino, notable entre los notables, buen padre y leal esposo.

En el ocaso de una tarde de verano ardiente, después de pichanguear en las soleadas pistas, la juventud divino tesoro se suele reunir en el negocio de Don Atilio Régulo, «La Chicharra del Paraíso», donde se ofrecen riquísimas viandas de anticuchos, choncholíes, hígado frito, choclitos, pancitas, chelas heladitas. Aquella tarde una parejita de tortolitos saboreaban Pisco Sour. Un par de nativos chamberos tomaban cerveza bien helada, cada uno con su botella y vaso. Afuera un par de automóviles bien cuadrados. En la barra, el comanche Guido, picando unos ajíes rellenos de nueces con curry, platillo exótico del barrio, con su agua mineral al tiempo. A una cuadra un auto derrapa, chirridos de los frenos, pique de aceleración, es un patrullero, cruza a velocidad el negocio. A los cinco minutos el mismo patrullero se detiene frente a la anticuchería. Dos policías bajan del auto, entran al negocio.

¡Documentos!

¿Por qué jefe? preguntó el joven tortolito.

¡Porque quiero carajo! ¿El dueño del auto negro?

El auto no se ha movido todo el día.

¡Vamos a la Comisaría!

¿Por qué?

¡Te haces el cojudo, tú sabes porqué!

Guido Garibaldi, con buenos modales y hablar pausado se dirige al policía.

Jefe, el chico no tiene licencia para conducir. Es mi vecino.

¡Cállate! ¡No obstruyas la diligencia! ¡Ahorita te saco tu mierda carajo!

Ja, ja, ja… modérate… respeta…

El policía girando sobre sus talones, levantó su vara de reglamento soltando un mortal golpe directo al rostro del justiciero vecino. Guido sujetó el brazo del uniformado, lo inhabilitó y de un encontronazo lo sacó del establecimiento. El otro policía con marroca en mano y palo, también llevó las de perder, salió despedido hasta el patrullero. El primer policía acobardado llamó por radio, pidió refuerzos. En cuestión se minutos llegaron dos patrulleros, bajaron cuatro mastodontes con cascos, grilletes, varas. Guido, el buen samaritano, pidió paz, cordura, paciencia.

Tranquilo señores, yo vivo al frente, entro a mi casa y se acabó todo. Buenas noches.

¡Entra al patrullero hijo’eputa! — Una voz gruñona ordenó. 

Je, je, je… no voy a subir…

El coracero jefe sin titubear se abalanzó a nuestro mártir defensor de la justicia. Guido al mejor estilo del señor Miyagui desarmó al jefe con diestra habilidad y sin propinar un golpe. Los otros tres tombos metieron palo a la criolla, no atinaron nada. Guido con arte y estilo victoriano nos hizo recordar al histórico actor, maestro de las artes marciales, Jackie Chan. Don Guido despojó a uno la vara y metió catana al cuarteto de gigantosaurios. Nuestro ángel vengador cruzó la pista, pero, a escasos metros de su casa fue rodeado con saña y prepotencia por un batallón de Sinchis especializados en la lucha contrainsurgente, lucían trajes antimotines, chalecos, cascos, varas, esposas, escudos, botas borceguíes de combate antisubversivos. Habían llegado en un caimán camuflado como sus rostros pintarrajeados de guerreros del siglo XX. El capitán jefe con lenguaje soez, crudo, grosero, procaz, malsonante; inapropiado para el culto vecindario dassiano; graznó.

¡Arrodíllate concha’etumadre! ¡Imbécil de mierda! . Gritó el irascible Guardia Civil con galones de mandamás.

Je, je, je… jefe, lleveme preso, no me voy a hincar. No soy delincuente.

Al instante un fortachón saltó como una pantera con la intención de darle un tacle en la cara al desarmado justiciero campeón. Guido con movimientos y principios físicos tácticos fundamentales de aikidō, lo precipitó al suelo. Se lanzaron, sobre él, varios al mismo instante. Guido los derribó. Entraron otros depredadores a la candela, los golpeó en puntos vitales, los  neutralizó. Lo acorralaron, se esquivó, luxó, estranguló, y por cansancio lo inmovilizaron.

Ya perdí. Vamos a la Comisaría.

¡Ahí vas a aprender a bailar!

Lo cargaron entre diez hombres, lo tiraron al caimán. Todo volvió a la calma. Los vecinos no podían creer que el hombre de paz era un hombre titán.

El caimán llegó a la Comisaría. Bajaron al reo. Cinco minutos más tarde una tanqueta del ejército peruano apuntó el portón de la cómica. Bajó un enérgico Sargento 1°. Con voz marcial reclamó a su comandante y jefe de armas.

—¡Venimos por nuestro comandante Giuseppe Garibaldi!

Soltaron a Guido. Sus subalternos se cuadraron. Guido sonrió, tomó un taxi y cuento acabado. Cuarenta años han pasado para saber la verdad y poderla plasmar.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS.

Lima, 2020.