En tercero de secundaria, elegido como el mejor atleta de mi salón, gané un premio que consistía en un libro «Manual de Carreño de Urbanidad y Buenas Costumbres», leerlo era para sufrir. El técnico de atletismo J.Chumpi me invitó a pertenecer a la selección por mi alto rendimiento y buen estado físico. ¡Qué honor! Habló con el jefe del Departamento de Educación Física e hicieron una reunión invitando a los demás convocados, brindamos con chicha morada. Soñaba despierto viendo mi foto con la medalla de oro del primer puesto. ¡Carajo, qué orgullo! J.Chumpi me dijo que había hablado con su jefe y que me iban a prestar los dos pares de zapatillas que necesitaba para entrenar y competir hasta que me compren las mías. Acepté el trato. A la semana siguiente empezaban los entrenamientos. ¡Qué orgullo!
Fue un día viernes que nos entregaron el horario para los entrenamientos de las distintas especialidades.
—¡Chucha! ¡Cónchale! ¡Horror de horrores!... ¡Qué es esto! ¡No puede ser?... ¡No se habrán equivocado?
Escandalizado, les pregunté a los otros atletas.
El horario de entrenamiento decía:
—ATLETISMO DE CAMPO:
Lunes, miércoles y viernes: 7:00 a.m.
Martes y jueves: 6:45 a.m.
Sábado: 10:00 a.m.
—¡Qué honor, ni cojudeces! ¡Esto era una salvajada! ¡Abuso de autoridad! ¿Cómo me voy a levantar de madrugada? ¿Están locos?
Llegó el lunes, traté de estar a la hora, cuando llegué todos estaban listos, el técnico ni me miró, me cambié rapidito y me puse a trotar, todo fue suavecito como para conocernos. Faltando cinco minutos para las ocho de la mañana nos mandaron a cambiarnos. Cuando salí de la ducha, me esperaba J.Chumpi.
—Oye Tolentino... ven... nosotros somos amigos, soy tu profesor y soy tu amigo... ¡Carajo!... ¡Qué sea la última vez que llegas a esta hora! ¡La próxima vez que vengas tarde te vas a la mierda! ¡Te boto de la selección! ¡A mí no me vengas con huevadas! ¡Entendiste! ¡Y me sacas buenas notas carajo! ¡Acá no vas a huevear! ¡Deporte y estudio! ¡Si te sacas un rojo! ¡Te jodes conmigo! Después los padres creen que es por el deporte que se sacan malas notas. ¡Mira mis fotos en la galería de honor, por el deporte y por el aprovechamiento! ¡Mañana temprano quiero que llegues primero que todos! Ahora a tu salón. Rápido—.
Quise contestar, decir que no iba a poder. Pero pensando detenidamente durante las clases, era mejor estar en el colegio que escuchar las letanías de papá. Y así empecé a prepararme físico y mentalmente con mi medalla de oro.
En cuarto de secundaria seguían los entrenamientos, full time, mejoré un montón, había roto mi récord varias veces en todas las disciplinas donde estaba anotado para el campeonato Inter escolar. El equipo estaba concentrado y unido, gracias a las carajeadas de nuestro técnico entrenador. Faltaban quince días para la contienda. Grande fue nuestra sorpresa cuando nos avisaron que ya no se realizaba el campeonato inter escolar de atletismo por orden del Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas. Habían suspendido el desfile militar también. ¡Qué huevada! Tanta preparación para nada, suerte que mis papás no me habían comprado mis zapatillas atléticas, sino hubieran hecho un chongazo. Me dije un susurro al oído. —No hay mal que por bien no venga —fue lo único que se me ocurrió decir. ¡No! también dije:
—¡Militares de mierda! ¡Conchasúmadre! ¡Ahora ni medallas ni nada carajo!
Como ya no había entrenamiento. ¿Para qué? Tenía más tiempo para estudiar, me puse a estudiar como loco a recuperar tiempo perdido, más vale tarde que nunca, me dije. Y comencé a sacar mejores notas, mis padres sorprendidos, yo también.
Acabó el año escolar. Salí con un curso jalado, Religión. Cura de mierda, cualquiera se puede equivocar cuando se reza el Padre Nuestro en pleno examen, el curaca lo quería al pie de la letra. Joder. Asistí a Vacacional, de enero a marzo, aprendí de paporreta el padre nuestro, ave maría, gloria y el credo. Amén.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2010
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