ZAPATITOS.
NDLeón
Niky León & Museo Alemán de Múnich. Alemania, agosto, 1977. |
ZAPATITOS
No
creo en el destino, pero cuando hablo del oráculo es otra cosa. Mi deformación
profesional me golpea el intelecto. Después de varios años me crucé con mi carnal
de antaño. Hace varios almanaques nos veíamos a la pasada y de paso le dejaba
su propina para el pan, casi nada, pero lo valoraba. Nos conocimos hace más de
cuatro décadas, era mi yunta, en las buenas y en las malas, en todas las
fandangas de alcohol, de boleto, pleitos, trasnochadas y amanecidas; éramos
solteros, libres como el viento. Cuando llegó el momento de partir, yo elegí el
sendero espinoso; él, un camino conocido. Se convirtió en chaleco profesional,
guardián, guachimán, vigilante, cobrador. Me desaparecí del barrio, viajé como
actor, no sé hacer otra cosa, a las provincias olvidadas.
Hace
cuatro años nos cruzamos, cuidaba autos en el parque frente a la parroquia. Yo seguía
haciendo lo mío. Me pidió un sencillo para un menú. Nos fuimos a una carreta de
los agachados frente al mercado.
—Gracias
compadre, tú siempre chévere.
—Asegúrate
como vigilante del mercado. Sino vas a estar cagado.
Y como
arte de magia, desaparecí. Lima Cuadrada se convirtió en mi centro de
operaciones. Pero el mundo es un pañuelo, después de varias semanas de prisión
domiciliaria por el coronavirus hasta en la sopa, a falta de compra, me vi en
la imperiosa necesidad de ir al mercado a recursearme de cítricos para contrarrestar
el mal y también para el bien, el ron Pomalca no pasa solo necesita su
menjunje.
Desde
la puerta del mercado escuché un saludo hasta el puesto donde estaba parado.
—Hola,
Niky —Volteé. Vi a un enmascarado
bastante delgado. Lo reconocí.
—Oye,
estás irreconocible, tienes un físico de quinceañero.
—Por
poco me muero. He estado cuatro meses en el hospital. Una ayudita.
—¡Toy Chihuan!
—Un
par de tabas —Me enseñó las que llevaba puestas. Un par de cadáveres.
—¿Cuánto
calzas?
—Cuarenta.
—Yo
cuarenta y tres.
—¡Qué
chucha! —Nos reímos como en los buenos tiempos.
—Te
cuento. Cuando viajé a Europa por un año, fui recontramisio, llevé mis macarios
y un par de chancabuques Made in Tacora. Con el cambio de clima las tabernas
nacionales se fueron a la mierda. Me regalaron un par de otra estación. La arreglada
costaba más cara que un par nuevo. En el mercado de pulgas encontré baratitos,
pero grandazos, parecían zapatos de payaso, los compré, y con esos viajé hasta
que regresé a casita. Los zapatos eran unas lanchas. ¡Cuarenta y cinco! A las
fotos les metí tijera a la altura de las rodillas… espérate una semana.
—Ya,
que sea pronto.
—Chao,
abrazo, beso, cariños a la distancia.
Regresé
a casa pensando en los zapatos viajeros y en mí…
—<<¡Carajo, el teatro me salvo la vida!>>.
NICOLÁS
DANIEL LEÓN CADENILLAS.
Lima,
2020.
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