MI CLARO, PUNTUALIDAD
Esperando
que cargue el celular para wasapear en modo Zoom con los colegas y afines. Haciendo
hora con un café piteado, pregunté a la sobria imagen que refleja el espejo. —¿Por qué en los momentos que todo giraba
a cien por hora, que teníamos todo a la mano, no hicimos lo que teníamos que
hacer? Nadie tenía tiempo, ni para uno mismo. Dejamos cosas en el intento,
teniendo la oportunidad de hacerlo en el acto. No nos dimos el abrazo fraterno,
el beso amical, ni la mano; mucho menos, las gracias. Perdimos la ocasión de
confraternizar, de ser solidario. Ahora todo ha cambiado. Tenemos que andar con
cuidado. Estamos aislados. Enclaustrados. Después que todo pase. ¿Entenderemos lo frágil que es la vida?
En <<La
Oficina>> en otrora ocasión recité varios filosóficos enunciados, pero
uno marcó la esencia de la famosa esquina —<<El día se ha hecho para descansar
y la noche para dormir>>. ¡Carijo, quien lo creyera! Ahora, que estamos confinados
por esta peste, el coronavirus. Duermo en la tarde, descanso a cualquier hora, no
sé sí es de día o de noche. Sí es ayer, hoy o mañana. Lunes zapatero, miércoles
ronero o viernes cheleros. Estamos perdidos en el tiempo y espacio. El chanchito cada mañana de sol en sol adelgaza. Converso
con la computadora, doy vueltas y vueltas en un metro cuadrado. Paseo en forma virtual. La «caminata
lunar» la practico para adelante y para atrás. Y lo más jodido de todo esto, el recibo del servicio celular lo cobran, puntual.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS.
Lima, 2020.
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