CUARENTENA GENERAL
En mi
chiquititud la experiencia de estar encerrado por una causa, motivo, razón o
circunstancia era casi siempre cuestión de la madre naturaleza o por negligencia
del mortal que nadaba contra la corriente, contra los principios morales,
legales, contra la dictadura u opresión democrática de esos turbulentos años
felices.
Me
acuerdo cuando niño, caíamos en cama por una enfermedad de rutina. Viruela,
varicela, sarampión, paperas, fiebres, tos convulsiva, gripe o resfrío. Nos
confinaban a varios días, semanas, al cautiverio domiciliario. Cuarentena
obligatoria. Aislado. Casi siempre guardando cama.
Otro tipo
de cuarentena familiar, y bastante ejemplar, se suscitaba por los <<rojos
/feriados>> en la Libreta Escolar. Si se repetía año, peor. No había,
piscina, playa, fiestas, pichanga. Prohibido ver televisión. Ir al cine. Cargábamos
el libro en el sobaco, para arriba y para abajo. Mi mamá cada vez que podía me
tomaba la plana. Tenía que paporretear el tema. Si había chivilines nos
mandaban con un profesor particular. Otros a los cursos de verano vacacional. Al
mes, extrañábamos el colegio. Queríamos que llegue abril. No soportábamos el enclaustramiento
obligatorio.
En mi
primer viaje a Europa, llegué cuando empezaba la primavera, muy lindo. Pero, conforme
pasaba los meses la gira teatral se prolongó a los países nórdicos, y las
ciudades se convertían en lugares grises, la luz solar desaparecía mucho más
temprano. Pasamos Navidad en Estocolmo a -15 °C. No queríamos salir ni para comprar
cigarrillos o licor. La cuarentena dentro del teatro era un chiste, cada uno de
los integrantes buscó su esquina para sus actividades personales; lectura,
yoga, meditación, relajo y alcohol. Una hora antes de empezar la función nos reuníamos
en el escenario para calentar cuerpo. La gira de invierno por Berlín, Copenhague,
Varsovia, París, Milano, la realizamos con muchos kilos de vestuario encima. También
gozamos el frío de la Selva Negra y de los Alpes.
Pero,
donde sí sentí el peor frío de mi vida fue aquísito en el Perú: Juliaca y Puno.
La helada me congeló hasta el alma. Hablando de frío, otros gélidos castigos apocalípticos
fueron en Cerro de Pasco, Pampa de Junín, Pampas Galeras. Ahí en esos hermosos
lugares uno extraña el hogar, la fogata, las cuatro paredes, el calorcito.
Cuando
se completó la familia con la parejita. Llegó nuestro aislamiento casero.
Cuarentena doméstica. No podíamos salir
porque con quién dejábamos a los bebes. Mi mamá nada que ver y no había nadie
más. O sea, fue mi reclusión paternal. Esta experiencia duró unos
cuantos añitos hasta que los niños tuvieron sus deberes y obligaciones
escolares.
Una
reflexión de la actualidad. Antes de la llegada de la peste a mi barrio; ojo
que mi cuadra tiene un parque cerrado que parece un condominio residencial; no veía
niños, ni jóvenes jugando. Por lo tanto, el parque se conserva lindo. En mi
época de adolescente ese parque soportaba horas de horas de fútbol, béisbol, la
pega, canga, las escondidas, trompo, cometa. Descansaba un poco en la época de los exámenes escolares.
Ahora que llegó la peste con nombre propio: —<<Pandemia Coronavirus COVID-19>>. La obligación como ciudadanos en nuestra sociedad es quedarnos en casa. Pero los tiempos han cambiado, nadie respeta a nadie; los hijos no respetan a los padres; los jóvenes no respetan a sus mayores, ni a los profesores; la población en general hacemos caso omiso a las ordenes gubernamentales. Por lo tanto, ahora nadie quiere obedecer ni estar obligados a permanecer quieto en un lugar. Y justo que en estos días no debemos salir a la calle, ni a ningún sitio. Todos queremos salir a la calle, a la esquina, a los mercados, plazas, parques, todos queremos respirar aire fresco, nuestras cuatro paredes nos deprimen, estresan. Terrible. No entendemos. Sale la policía. El ejército a poner orden y los medios periodísticos mermeleros, periodistas de pacotilla, cuestionan el proceder castrense. Sabemos que un militar, un soldado, no debe salir a las calles, su función es otra. Pero necesitamos vigías, ¿Qué hacer? En estos tiempos de guerra contra el terrible mal, el coronavirus, sí nos queremos, respetamos y somos solidarios unos con el otro, tenemos la obligación moral de respetar la <<Cuarentena General>>.
Ahora que llegó la peste con nombre propio: —<<Pandemia Coronavirus COVID-19>>. La obligación como ciudadanos en nuestra sociedad es quedarnos en casa. Pero los tiempos han cambiado, nadie respeta a nadie; los hijos no respetan a los padres; los jóvenes no respetan a sus mayores, ni a los profesores; la población en general hacemos caso omiso a las ordenes gubernamentales. Por lo tanto, ahora nadie quiere obedecer ni estar obligados a permanecer quieto en un lugar. Y justo que en estos días no debemos salir a la calle, ni a ningún sitio. Todos queremos salir a la calle, a la esquina, a los mercados, plazas, parques, todos queremos respirar aire fresco, nuestras cuatro paredes nos deprimen, estresan. Terrible. No entendemos. Sale la policía. El ejército a poner orden y los medios periodísticos mermeleros, periodistas de pacotilla, cuestionan el proceder castrense. Sabemos que un militar, un soldado, no debe salir a las calles, su función es otra. Pero necesitamos vigías, ¿Qué hacer? En estos tiempos de guerra contra el terrible mal, el coronavirus, sí nos queremos, respetamos y somos solidarios unos con el otro, tenemos la obligación moral de respetar la <<Cuarentena General>>.
NICOLÁS
DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2020
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