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PAPÁ NIKO, reseña de un joven de Malambo. NDLeón


PAPÁ NIKO, reseña de un joven de Malambo. NDLeón

Manuel y Nicolás León con la abuela Petronila Cadenillas. 

PAPÁ NIKO, reseña de un joven de Malambo
«He aprendido a no intentar convencer a nadie. El trabajo de convencer es una falta de respeto, es un intento de colonización del otro». José Saramago
Cuando me di cuenta que tenía un papá enérgico, bravo, sin medias tintas, ni cojudeces, fue cuando yo tenía diez años. De niño no lo veía, él salía de casa a las cinco o seis de la mañana y regresaba a las diez u once de la noche. Trabajaba hasta los días feriados. Cuando llegamos a la urbanización Balconcillo de La Victoria yo tenía diez y mi papá caminaba hacia los cincuenta años de edad.
 Él nació un 10 de septiembre de 1912 en uno de los callejones de Malambo, ese barrio consistía en tres cuadras de la que hoy es la avenida Francisco Pizarro del distrito del Rímac.
Mi abuelo Gregorio León de oficio pescador de camarones en el río Rímac; mi abuela Petronila Cadenillas, la clásica ama de casa, celestina y guardiana del callejón.
«El Rímac era conocido como ‘Abajo el puente' porque se tenía que cruzar el río por un puente de madera en el barrio de los Camaroneros, caminar por una calle empedrada, donde en el siglo XVII se construyó la Capilla del Puente, de apenas 50 m2, hoy considerada la más pequeña del Perú», cuenta el historiador Luis Repetto, profesor de la Pontificia Universidad Católica del Perú, PUCP.
Papá Niko estudió hasta tercero de primaria en una escuelita fiscal del Rímac. A los doce años laboraba en la fábrica textil Inca Cotton, recogiendo los saldos y basura; a los catorce, ayudante técnico; a los dieciséis, Maestro Técnico Textil. Se incorporó al Sindicato del Buró Textil. Varios años más tarde ocupó la Secretaría de Prensa y Propaganda. Visitó con otros líderes sindicales la casa de José Carlos Mariátegui, escuchó las lecciones del Amauta para llevar adelante la bandera del proletariado. Papá Niko fue uno de los líderes que lucharon y cuestionaron el salario del obrero textil, él ideó y creó la tabla de los jornales y salarios de acuerdo a los golpes y producción. Colaborador del Partido Comunista Peruano (PCP) y de la Confederación General de Trabajadores del Perú (CGTP).
A los dieciocho años se comprometió en matrimonio, producto de la unión nació su primer hijo de nombre Wigiberto Tolentino. Casado y con dos hijos fue llamado al SMO, sirvió por dos años en el Escuadrón de Caballería de la primera arma nacional de las Fuerzas Armadas, el Ejército del Perú. Siendo escolta presidencial llegó al grado de Sargento 1° con honores, medallas y diplomas.
Una anécdota: Un día que Papá Niko hacía guardia en la puerta del despacho del presidente Sánchez Cerro, este salió y le dijo, «Qué tal, como estás, ¿te falta algo?». Papá Niko, respondió: «Si mi presidente, a la tropa nos falta zapatos, ropa y abrigo». Sánchez Cerro se metió a su oficina, llamó al jefe de la Casa Militar y le ordenó comprar una dotación de zapatos, pantalones y chaquetas. El que estaba haciendo guardia con él contó la anécdota a la tropa y Papá Niko se hizo popular, decían que tenía llegada al presidente.
De nuevo en el mundo civil regresó a su bunker sindical, cambió de fábrica por un mejor sueldo, La Bellota. A la edad de treinta años, líder indiscutible de la mencionada fábrica, enérgico Secretario de Defensa; después de ardua lucha, huelgas y paros, consiguió mejor salario para el obrero bellotano. Fue despedido «sin dudas, ni murmuraciones por la patronal reaccionaria de socios extranjeros».
A esta altura de su vida, tenía tres hijas menores, su primogénito fallecido. Su matrimonio fracasado. Sin trabajo, ni horizontes. Se hizo vendedor ambulante de telas, saldos de telas, pabilos, mercachifle, intermediario de compras y ventas.
En 1950 contrajo nuevas nupcias, con Mamelena, en 1951 nací yo, luego vendrían a este valle de lágrimas mis cuatro hermanos menores. Pedro Alberto, Virginia Elena, Yuri y Pablo Jaime.  

Rosa Elena & Nicolás León

Papá Niko tenía una oratoria de los buenos. En una de las pocas oportunidades habló de su niñez, juventud. Cosa rara, era muy hermético con su familia sobre esa etapa de su vida, no soltaba prenda, se cuidó también de lo ofender con la ropa tendida.  Nos contó que su seudónimo de lucha en sus radicales años juveniles había sido «Floro». En el Partido Comunista aprendió matemáticas, lenguaje, oratoria, mecanografía, costos. A mi hermana Virginia Elena, sanmarquina, le contó con seria complicidad algunas anécdotas de esa época.
Fue un diestro jugador de billar, era terrible con las tres bandas y las clásicas carambolas. Practicó muy poco el futbol, pero si fue hincha acérrimo del Sporting Tabaco, club rímense fundado en 1926 por los trabajadores de la antigua empresa estatal «Estanco de Tabaco del Perú». Cuando su equipo fue vendido él no siguió a ningún otro equipo nacional.
Gracias al camarada Isidoro Gamarra, su íntimo hermano de combate, quien no habló nada una vez que fue detenido en la Prefectura. Papá Niko se salvó de ir a la cárcel, al Frontón. Bajo la dirección de don Isidoro Gamarra como maestro de obras, papá construyó dos pisos en la urbanización Balconcillo. En 1960 llegamos a vivir a ese inmueble. Otro de sus amigos del Partido Comunista fue don Jorge del Prado.
Me acuerdo que a la casa llegaban sindicalistas, Papá escuchaba los problemas y dialécticamente orientaba desenvolver el meollo del asunto uno por uno.
Cuando sus compañeros de tropa llegaron al poder en 1968 con el general Juan Velasco a la cabeza, el general Ernesto Montagne lo llamó para que colaboré. Mi papá agradeció, pero se abstuvo, prefirió colaborar de lejos. Por la revolución militar perdió trabajo, dinero, terrenos, contratos con la Casa Grace. Muy suelto de huesos, nos dijo: «Yo pierdo, poco o mucho no interesa, pero gracias a este cambio, muchos han ganado y van a ganar bastante de ahora en adelante». Nos fuimos a la bancarrota económica familiar, la pasamos muy difícil. 1968 para mí fue una desgracia. Papá me miró como un egoísta que solo pensaba en mí. Ahora a mis sesentaitantos años valoro su modo de pensar, respeto sus ideales, su bandera.
Papá Niko me dejó huérfano a mis cuarenta y dos años edad. Lo recuerdo como el amigo que siempre me dio la contra. No me perdonó que eligiera la carrera de actor, pero, gracias a sus desamores viajé como juglar errante. El karma se cumplió. Fue la compensación. En cuanto a mi relación con Papá, después de mi último viaje a Europa, de mis presentaciones de teatro, libros, dibujos; dije a mi hermana Virginia: «Me hubiera gustado que mi papá vea todo esto». Viky me contestó la síntesis de ‘la problema’: «Olvídate Niky, así mi papá te viera hoy día con todos tus laureles nunca te perdonará… creo que la satisfacción personal, va por tomar nuestras decisiones con valentía. Nadar contra corriente y luchar por nuestros sueños. Y quedando así, bien con nosotros mismos. Dándole batalla a la vida. Y no lamentándonos, con lo que pudimos hacer y no hicimos. O lo que pudimos ser y no somos».
El problema de Papá conmigo es que yo soy hijo putativo de la generación de los 70’. Y nuestro comportamiento irreverente fue clave para hacer la revolución social en nuestras casas, calles, centros de estudios, trabajo. Rompimos esquemas, cuadriculaturas, moldes arcaicos. No nos interesó «el qué dirán», «el qué o el por qué» lo hicimos para bien o para mal. Perdimos bastante, pero ganamos mucho más.
Cuando Isidoro Gamarra cumplió 80 años de edad, Papá nos invitó, a los hijos, a la ceremonia, era con tarjeta. Papá pagó 10 tarjetas de Cuarenta Soles c/u y nos compró una caja de cervezas heladitas. Yo tomé las fotos es por ese motivo no aparezco en ninguna de ellas.

Don Nicolás León Cadenillas, don Isidoro Gamarra Ramírez y don Jorge del Prado Chávez

Papá fue autodidacta en muchos temas, tenía bastante facilidad para las matemáticas. Tuvo un método de ver y observar el mundo a través de los números con relación a la naturaleza. Yo, por mis continuos viajes y desencuentros con Papá no participé en su metodología con los números, mis primos y mis hermanos escucharon sus exposiciones de numerología. Incluso participó con prestancia en una conferencia organizada por la Pontificia Universidad Católica del Perú.
Mi papá tuvo camiones, camionetas, autos, triciclos, pero su movilidad preferida era la bicicleta, tuvo varias, de varios modelos, todas con parrilla para cargar los pedidos de papel de despacho para sus caseros, vecinos y no tan vecinos. Tres veces por semana visitaba el Mercado La Aurora de la avenida Emancipación, Cercado de Lima. Constante era su visita a los mercados de Lince: Principalmente al N° 1 Lobatón de la calle Ignacio Merino cuadra 22; Rospigliosi; Jardín N° 3 y Risso. A fin de semana caía a los mercados de Surquillo, al N° 2 y al N° 1 ubicado en Paseo de la Republica cuadra 53. Papá fue propietario de varios puestos en diferentes mercados de Lima Metropolitana, los fue vendiendo uno tras otro. Con su bici y pedaleando a un ritmo lento se paseó los barrios de extremo a extremo, por Chorrillos, Surco, Barrios Altos, Rímac, claro, de paso visitaba a los familiares y a sus hermanos.
Cuando Papá enfermó de cáncer de colon a la edad de ochenta años, después de un tedioso tratamiento, con una escueta decisión, nos dio una clase desde su punto de vista político:
 «Yuri, ya corta el tratamiento. Ya me cansé. Mejor cómprate una tienda con todo este gasto. Ya no gastes. Córtala».
Don Nicolás León Cadenillas «Don Niko» se nos fue un 09 de junio de 1993.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2020.

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