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MECHADERA A LAS DOCE M. de NDLeón

MECHADERA A LAS DOCE M. de NDLeón
Fragmento del cuento Mi Gran Unidad Escolar de mi libro CUENTOS BREVES PARA MI NIETO.
Lima, lunes 1° de junio de 2020. Dedico esta  narrativa a los hijos de Juno; a los nacidos, a los que han partido, a los que se inmolaron en este otoñal frescor del sexto mes del año: Junio. Amigos, familia, condiscípulos, mi abrazo amoroso. Nk 




MECHADERA A LAS DOCE M.
Del segundo año de secundaria lo único que me acuerdo fue que me meché con mi compañero de carpeta el aguerrido Zurdo, todos le tenían miedo, yo también, pero como me sentaba junto a él no había problema. Le soplaba, me prestaba sus cuadernos, le invitaba la mitad de mi pan con papa rellena y él me invitaba el refresco de naranja Made con Tinta, éramos un equipo. No sé qué pasó, sí se le perdió algo o se lo chorearon, la cosa fue que quería revisar las maletas. Cuando agarró mi maleta yo se la arranché con fuerza, golpeándolo. Me miró con cólera, yo me hacía el disimulado, quiso hacer un movimiento agresivo y yo salí al pasadizo, los alumnos nos rodearon al toque y el Zurdo se cuadró, tragando saliva le dije que yo no había agarrado nada, pero no entendía razones, me la cortó para la salida. Dudé... pero acepté como un mártir. Estaba muerto de miedo. A las doce meridiano, sonaron las campanas, la del colegio, la de la capilla y las de la Catedral, sonó también el Cucú del salón.
¡Salida!
Al unísono gritaron todos los presentes, mirándome como corderito degollado en el altar. Sereno, tranquilo y lentamente comencé a guardar mis útiles escolares, todo el mundo me apresuraba para que salga del salón. Salí, y en procesión comenzamos a dirigirnos al parque Maracaná , donde se fajaban los mejores pugilistas, quedaba a dos cuadras de la puerta de salida del colegio, yo lentamente salía, solo dos compañeros me hacían barra, los demás querían que me saquen la chochoca, ahí me di cuenta de que no les caía en gracia a la mayoría de mis condiscípulos. Como caminaba a paso lento sacándolo de sus casillas el Zurdo se cuadró, no esperó llegar al ring y empezó a girar a mi alrededor, quería acabar de una vez tanta tontería,  el par de asistentes que me asistían me comenzaron a sacar los galones, la insignia, agarraron mi maleta, mi cristina, mi pasaje y mi detente, me soltaron al ruedo con unas miradas piadosas, de preocupación y angustia. Acepté el bailongo, me quedé parado viendo como hacía fintas y quiebres, lo seguía con la mirada, retrocedía poco a poco, pero no me aventaba a dar un golpe, ni loco, le tenía respeto. Hasta que el Zurdo con odio y cólera contenida se lanzó gritando grosería y media, yo esquivando como un eximio bóxer, le encajo un derechazo, un recto derechito a la ñata, lo muevo todito. Pero por cobarde no doy el golpe final. Sigo nervioso, pero ahora me tenía más confianza, lo aprendido en los años anteriores estaba dando sus frutos. Seguía retrocediendo, de nuevo el zurdo hace lo mismo, salta como una pantera para darme una patada y puñete, me esquivo y punto a favor, otro golpe certero, un ganchazo con el mismo puño, entre la ñata y el ojal ¡sangre! le había roto el tabique ¡más sangre!
Por fin respiré tranquilo. Todo el salón y ayayeros se preocuparon en su esquina, no lo podían creer, lo limpiaron por gusto, seguía sangrando, tuvieron que aceptar su derrota, tiraron la toalla. Yo y mis dos comparsas salimos sonrientes, con dirección al paradero del tranvía.
Buena Tolentino, yo pensé que te abollaban, ón, franco, yo...
Se ve que no me conoces huevón ¡Yo soy de la Rica Viky!
Pero te caaabas de miedo, ón, 'tabas con miedo' ¿No?...
—¡Tázcojudo!... lo había estudiado... le dejé la iniciativa para que se confíe...
—Put... ¿qué bacán?... la verdad... ¿Tenías miedo, no?
¡No! Ni a la muerte le tengo miedo ja, ja, ja...
¿Y ahora en la tarde? ¿Si pide la revancha?
—¡Igualito es!... ¿Si quiere?... me trompeo de nuevo... huevón... y le sigo metiendo golpe igualito... pa'que no me joda nunca jamás... y su mancha... ya sé quiénes son esos huevones...
Y sin despedirme, corrí para alcanzar el tranvía, por dentro sentía que me temblaba mi alma entera. Me comencé a sobar los nudillos de la mano, tenía un dolorzaso y no podía ni mover los dedos. En casa mamá me miró y me preguntó que me pasaba, que me notaba inquieto. Para tranquilizarla y no contarle nada, le dije que era por los exámenes.
Después del almuerzo sin hacer pausa emprendí el regreso al colegio, pero a pie, para meditar, llegué primero que todos al salón, los alumnos llegaban uno por uno y me miraban con piconería, cuando llegó el Zurdo se me acercó para hacerme la bronca, salí de la carpeta, mirándolo con rabia me dirigí hacia él valientemente y le grité en su cara pelada:
—¿Quieres que te destroce? ¡Bien! ¡A la salida, pues! ¡Crees que te tengo miedo! ¡Huevonazo!
Todo el salón se quedó en el más completo silencio. El Zurdo se sentó sin responder, me senté a su costado todo sobrado, las piernas me seguían temblando. Había pasado una prueba de fuego. Vendrían muchas más.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2010.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Todo una anécdota en el Rico Alfonso Ugarte

Unknown dijo...

Es un honor y un deleite leer sus anécdotas, gracias por compartirlas excelente ugartino valiente.