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CHEETARA. Gracias, por tanto. Ale León Palma


CHEETARA. Gracias, por tanto
Crónica de Alejandra María León Palma
Después de perder de forma trágica a mi amigo perruno de trece años, me resistí a la idea de tener mascotas nuevamente, para evitar el sufrimiento que acompaña la pérdida de un ser querido, así pasaron cerca de tres años.

Cheetara, su primera foto al ser descubierta sobre el sofá.

Regresando a casa con mis dos hijos, escuchamos el maullido de un gatito bebé; mis dos hijos, pequeños aún, no pudieron pasar desapercibido el sonido y se detuvieron a buscar al felino entre los tupidos arbustos, con toda su energía y el ímpetu que caracteriza a los niños. Yo me encontraba a un lado, reacia al asunto; nunca había tenido un gato y hasta les tenía miedo.
Yo: Hijo, déjalo ahí nomás, te puede arañar ¡Los gatos son malos!
Piero: Pobrecito, está llorando.
Yo: ¿Para qué lo vas a sacar? ¡¡No lo vamos a llevar a la casa, ah!!
Piero: ¡¡Pero mamá!! ¡¡No lo podemos abandonar acá!!
Majo: ¡¡¡Síii!!! ¡¡¡Hay que llevarlo!!!
Yo: No, no, no ¡¡¡no podemos tenerlo!!!  Ellos, se comenzaron a atropellar entre sí con sus palabras .
P&M: ¡¡Por favor mamá, por favor!! ¡Eres mala, no tienes corazón, desalmada! ¡¡Por favor, por favor, por favor!!
Yo: ¡OK, OK! ¡¡Está bien, si logras atraparlo (me dirigí a Piero) lo llevamos, pero eso sí!! ¡¡Solo se quedará en casa 3 días, como máximo! ¡¡Tienen que buscarle hogar!! ¡¡¡Con nosotros NO SE QUEDA!!!
Piero, se metió una lucha olímpica con las ramas y arbustos, y logró sacar al bebégato en sus brazos, mientras este le clavaba las uñas en el pecho y maullaba fuertemente del miedo. Mi hijito, se aferró al pequeño ser, como si de eso dependiera su vida, Majito (Que se la pasó llorando para convencerme) sonreía feliz en complicidad con su heroico hermano. Lo que encontramos fue, una muy pequeña gatita, hembrita era, menos de 3 meses al parecer, pero parecía de 1, chiquita y flaquita. La llevamos a casa. La pequeña, se escondió en el último rincón; solo asomaba la cabeza para beber o comer si no veía ni escuchaba a nadie cerca. Le poníamos comida y agua, esperando con paciencia que agarre confianza. Aún en mi mente estaba fija la idea, de no conservar al animalito en casa; tenía miedo de quererla. Me esperance en que mi esposo se opusiera ante mis hijos y le chanté la responsabilidad de decidir el destino del felino.
Miren niños, tendrán que conversar con papá, porque yo no estoy de acuerdo; tener una mascota requiere de mucha responsabilidad, pero, si él acepta, ni modo 
.
Estaba segura que él se negaría, no le gustaban los gatos y no quería tener mascotas. Pero no fue así, al final del día, cuando mi esposo llegó de trabajar, el niño ya tenía toda una estrategia armada, se haría cargo de su limpieza y de todos los gastos vendiendo adoquines de fruta, asumió todas las condiciones que el papá ponía y sin mucho esfuerzo lo convenció de quedárnosla. Me reí, no dije nada, cedí.
La bautizamos como Cheetara (La de los Thundercats), Chitara, se pronunciaba.
Al tercer día, sin que nadie se diera cuenta, la gatita salió de su escondite y estaba cómodamente echada en el sofá de la sala, tal vez pudo percibir que ya nadie la sacaría de ahí y sintiéndose dueña, se apoderó de toda la casa.

Cheetara, su última foto antes de dormir el sueño eterno.

Mi gata, mi chancha. De un carácter muy particular, con rasgos de personalidad humana. Autoritaria y dominante, engreída, posesiva y altanera. Ella mandaba, era la ama y señora, todos éramos sus esclavos. Durmió en todas las camas y en todas las mesas, desordeno todo lo que quería, arañó lo que le vino en gana, le gustaba la ropa recién lavada y las sábanas frescas y desordeno todo lo que quiso. Y yo; que no quería tenerla, me convertí en su fiel servidora; si tenía la suerte de que me escoja para dormir, tenía que tener cuidado con mis movimientos, ¡¡Ay de mi si la despertaba!, me ganaba una buena mordida!! Si no me levantaba a tiempo para el desayuno, se posaba sobre mi espalda y me maullaba al oído. Ella fue el único ser que logró dominarme. Y así la amé y ella me amó. Fuimos felices, en familia. Nos acompañó durante casi ocho años, ayer la enterramos. Tengo el corazón roto, el alma herida. Jamás te olvidaré mi Chiti, porque a los hijos no se les olvida.
Gracias, por tanto.
ALEJANDRA MARÍA LEÓN PALMA.
Lima, 12 de mayo de 2020.

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