Señores profesores,
directivos, administrativos, alumnos de esta prestigiosa Universidad Nacional
de Ucayali, reciban mis calurosos saludos; principalmente mis respetos a los
integrantes de la Facultad de Educación y Ciencias Sociales. Señores escritores
y poetas, amigos y colegas del Gremio de Escritores del Perú. Público en
general… Buenos días.
La presentación de
esta narrativa “DE CHORRILLOS HASTA LAS PLAYAS DE RÍO”… trataré de hacerlo en diez
minutos exactos como rige el reglamento. El libro tiene las características de
formato A5, con 75 páginas de papel marfileño distribuidas a modo de
capítulos con la denominación de países. Tiene el prólogo del escritor Bruno
Buendía Sialer y se imprimió en los talleres gráficos del Grupo Editorial Arteidea.
La obra está escrita en prosa y en primera persona, pertenece a la especie
literaria de Testimonio. El desarrollo del trabajo tiene que ver con el periplo
que le tocó vivir al protagonista a modo de crónica donde se manifiesta el
espíritu aventurero, propio de una persona joven que va descubriendo y
aprendiendo como consecuencia de su propia experiencia. Se inicia con la
despedida al hacer alarde del viaje a otros países. Aunque visitar los países
de América del Sur en la década de los setenta era bien difícil porque esta
parte del mundo estaba viviendo las nefastas dictaduras militares en pleno
operativo de represión contra la izquierda denominado “Plan Cóndor”. El autor
emulando al Che Guevara tuvo la buena idea de tomar nota a modo de crónica lo
que veía, percibía y naturalmente formaba parte de una legión
convulsionada en unas más que otras. Viaja de Perú a Bolivia, Paraguay,
Argentina y Chile para retornar a su querida patria.
El protagonista ni bien salió de su barrio sufre por primera vez los
estragos de la vida, las inclemencias del clima, la falta de dinero, sufre
hambre, sed, del frío voraz y calor extremo, abrazador. Como joven, buenmozo,
pintón, trotamundo, juerguero, marimbero, bebedor empedernido e irresponsable
forni… esa palabra la dejamos para la imaginación… tiene que lidiar
constantemente con las terribles tentaciones carnales y espirituosas, y así va ganando
experiencia como todo buen mochilero bajo el lema:
-¡Llegar al destino sin trabajar!
- ¡No trabajar ni en defensa propia!
Cito un pasaje:
- Como
no hay bien que dure cien años, alistamos mochilas, nos tomamos la última foto
con la vista del volcán Misti y proseguimos viaje. Agarramos el tren con
destino a Juliaca, el viaje duró de seis de la tarde hasta las seis de la
mañana, llegamos como pingüinos, no sentíamos las piernas, menos los pies,
ni hablar de los zapatos. Estábamos congelados, con veinte grados menos
cero, sobre 3,830 msnm. Nos descongelamos tomando unos vasos
calientes de emoliente pitiado… En La Paz el frio era peor que en Juliaca.
- En Bolivia viajamos en
el famoso Tren de la Muerte de
Santa Cruz de la Sierra a la Estación Ferroviaria de Corumbá en Brasil.
- El Tren de la Muerte de Santa Cruz para
nosotros fue la única alternativa de transporte, las condiciones de viaje
fueron algo incomodas con hacinamiento, asaltos, broncas, sudor, olor a pezuñas
y sobacos. Muchas horas de viaje con improvisados ambulantes al paso en
cada paradero. Cada uno viajaba donde le daba la gana. En el techo,
estribos, pasadizos, debajo de los asientos. El tren de la muerte era famoso
por sus malos augurios, desgracias, infortunios, accidentes y muertes. Al final
el viaje tuvo su encanto de gente.
- En Brasil, en la
ciudad fronteriza de Corumbá, ciudad asentada en el pantanal,
para pasar las horas de la noche, nos metimos a un Salón de Billar.
Jugamos con apuestas, chelas, cigarros, al final, los brasileiros nos invitaron
aguardiente y comida típica de la zona. El local cerró sus puertas y nosotros
nos fuimos a dormir encima de un vagón de carga lleno de costalillos de
estiércol. Dormimos calentitos.
- En el tren brasileño el trayecto por el
Mato Grosso hacía Sao Paulo nos consumió una terrible humedad y un intenso
calor. Nosotros soportamos estoicamente más horas por fallas
mecánicas. El tren estaba lleno de mochileros asiáticos, europeos,
latinoamericanos, dos peruanos y bolivianos. Todos aportaron sus excentricidades
y locuras. En el tren, algunos señores fumaban dentro de los vagones unos
cohetones preparados por ellos mismos, y afuera, en los estribos, los jóvenes
fumábamos la rica y digestiva y aperitiva marihuana, marimba colombiana de la
buena moño rojo, anti estresante y relajante. Después de todo y toda la
tortura, vimos paisajes inolvidables.
El protagonista conforme avanzaba en el viaje cada día era
peor… pero siempre se la agenciaba para tener una cajetilla de cigarrillos y
una botella de ron. Atraviesa todo Mato Grozo, llega a San Pablo, Belo Horizonte, Ouro Preto, Río de Janeiro, Curitiva, las Cataratas de Iguazú. Entra a Argentina y las tropas de
gendarmes descaradamente desvalijaban a todos los que ingresaban a turistear, es ahí
donde el autor del libro pierde su diario de viaje que era lo más preciado que
tenía y donde había anotado al detalle muchos hechos, llevándose con ello su
gran sueño de pasar a la inmortalidad de haberse publicado posteriormente. Después
de cruzar todo el norte argentino llega a la estación ferroviaria Tolar Grande del
Departamento Los Andes de la Provincia de Salta donde muestra sus dotes de barrio
popular. Cito:
- En Tolar Grande nos quedamos varados, la policía chilena no nos dió el
pase por falta de dólares, no reconocieron la tarifa de estudiantes, nos
dijeron mil razones y nos bajaron del tren. Preguntamos cuando venía el
siguiente tren. Un tren por semana fue la respuesta seca.
- Los gendarmes
argentinos nos pidieron que bajáramos a la Estación. -Está prohibido caminar
fuera del campamento- nos dijeron. El soldado jefe argentino se
apiadó de nosotros y nos consiguió un cuarto en el campamento militar. A las
seis de la mañana sonó el corneta y saltamos de los colchones. Colaboramos
cortando leña con hacha. El hacha estaba hecha hielo de congelada y pesaba como
un vagón de tren. Después del desayuno nos trasladaron a los cuartos del
dispensario rural de la Estación como alojamiento. Todo el día hacía frío
en Tolar Grande y en la noche era una congeladora industrial.
En una de las salidas, vimos movimiento en la pampa, nos acercamos
cautelosamente. Once jóvenes, entre veinte y treinta años de edad, estaban apostando
unos vinos y asados. A un equipo le faltaba un jugador. Nos miraron de pies a
cabeza.
- ¿Che, sabés
jugar a la pelota? - preguntó el capitán del equipo blanco.
- ¡Soy peruano pibe
¡Ya te olvidaste de la eliminatoria de Mexico 70!
- ¡Che, no jodás!
Contestá! ¿Qué jugás?
- ¡Defensa! - grité
super confiado. Empezó el partido y por mi lado fueron los ataques, yo me
encontraba oxidado. Cinco minutos de juego y ya perdíamos tres cero por mi
culpa. Mi marcador pasaba como perico por su casa. Hasta mis compañeros de
equipo se reían de mí torpeza. Las piernas las tenía anquilosada y entumecidas
por el frío. Nuevamente el macho se me vino encima con pelota pegada a los
chimpunes, le puse la pata recontrafuerte como Roberto Perfumo, un jalón como
Chito la Torre, una quimba como el Cholo Sotil, un pase como Roberto Challe, y
un golazo como Perico León. Me ahogué en la celebración de mi gol. Quería que
acabe el partido, pedí cambio, me mandaron a la mierda. Seguí jugando como
Daniel frente a los leones. En el segundo tiempo demostré mis dotes y
condiciones innatas de armador. En Minas Gerais aprendí algunos trucos de
campeones. Terminamos empates.
- Mañana la
revancha.
- Yo no puedo mañana -
dije con voz tétrica lazarística.
- Si ustedes no hacen
nada. La próxima semana recien se pueden ir.
- Mañana es mi
velorio. No puedo más - ríeron todos. Pusieron leña al fuego de la parrilla,
sacaron de una caja de cartón unos enormes churrascazos. Abrieron los vinos
mercenarios La Riojana, vino malo, tipo lija, pero efectivo para la digestión.
Los peruanos nos pegamos un atracón de padre y muy señor mío. Quedamos
bien curados con la bendita sangre del Señor. Con el trencito bajamos a
Salta para recursearnos un sencillo más. Salí a las calles a chambear, a las plazas
a manguear, laboré en la Plaza de Armas haciendo Teatro de la calle, Mimo y
Pantomima, pedí limosna, limpié carros; me aburrí y seguí la ruta hasta Lima -
Perú.
Y esto es todo por
hoy, el libro está en el Hall de este gran Auditorio en la Sección Exposición
Venta a precio popular: Diez Nuevos soles. Por favor compren, necesito vender
mínimo diez libros para regresar a mi casa, a Lima – Perú. Gracias.
Nicolás Daniel León Cadenillas.
Pucallpa, viernes 28 de octubre de 2016.
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