sonrisas por afuera y por adentro ganas de llorar". María Elena Walsh
En la Escuela de Dramaturgia y Escritura Teatral se respiraba un aire de efervescencia política y de reivindicaciones sociales. Fue la época de la autonomía de los talleres teatrales, cada taller era libre y responsable de sus actos. El punto común fue escoger, meticulosamente, la obra idónea para críticar el sistema capitalista burocrático revisionista burgués. Mi taller escogió "Antígona de Sófocles" versión de Bertolt Brecht; tuve la responsabilidad de interpretar a Creonte; hasta el momento me acuerdo alguito del diálogo.
ANTÍGONA: ¿Buscas aún algo más que mi muerte?
CREONTE: Nada más; lo tengo todo.
ANTÍGONA: ¿Qué esperas, pues? La tiranía tiene la ventaja de poder hacer y decir lo que le venga en gana. Tú dices lo que quieres y no quieres que se te conteste.
CREONTE: Este punto de vista es solo tuyo.
ANTÍGONA: No, es de todos: pero ante ti cierran la boca.
El taller B trabajó la adaptación de Augusto Boal sobre "Mujeres de Atenas de Aristófanes". Ahí colaboré como asistente de Dirección. El taller de egresados reestrenó la tragedia "Las Troyanas" de Eurípides. Allí, en las funciones colaboraba como luminotécnico. Era el polifacetico de la Escuela hasta que se me cruzó, mi hada madrina, la profesora de expresión corporal.
- Tardes buenas, querida profesora …
- Justo estaba pensando en tí. ¿Sabes bailar rock?
- ¡Sé bailar mambo, salsa, cha cha chá, tropical andino, flamenco, vals, zamacueca, huayno, rock, twist y lo que me pongan!
- Te voy advirtiendo que son números musicales con coreografías.
Acepté la oferta, la paga era poca pero yo estaba muca. La profe reclutó un grupo de jóvenes de las escuelas de teatro y ballet, además de contar con los bailarines profesionales de la tv. El libreto estaba basado en el texto del Evangelio prohibido de Judas Iscariote a la manera de Jesús Cristo Super Estrella, "Judas Cristo", un refrito con bastante música rock, pasajes de Carmina Burana y otros bailes clásicos roqueados. La figura principal y protagonista era una conocida bataclana con programa propio en la tele, cuyo programa entretenía a la radical y recalcitrante extrema derecha de rancia y prosapia baja alcurnia. Ella hacía de Maria Magdalena, su actuación era para llorar, pero era la del billete, era la irreemplazable.
Un mes de ensayos y un mes de presentaciones. La obra tenía una duración de una hora full baile sin pausa ni respiración. En la escena cumbre de la obra el cuerpo de baile lanzaba por los aires a la diva, yo la recibía bailando y girando sobre mi eje; poniendola en bandeja al primer bailarín que la esperaba con los acordes de El Lago de los Cisnes; minutos más tarde terminaba el espectáculo con el último movimiento con la Sinfonía Nº 9 Op. 125 en re menor, Himno de la Alegría, de Ludwig van Beethoven.
En la última función, todos estábamos trapos, cansados y agotados. Llegó un público de lo más lindo que desde el saqué aplaudió y acompañó con palmas y oles el ritmo y saoco de los artístas. Todos los muchachos se exigían el doble, llegó mi escena y cuando lanzaron por los aires a la diva no tuvieron la fuerza suficiente para mandarla hasta donde yo acostumbraba esperarla. La dueña del circo cayó de espalda con un ligero golpe en la nuca, rebotó en la tarima y yo sobre el pucho con un fuerte envión la levanté, giré con ella y bailé disimulando la desgracia, aunque la dama no sabía donde estaba ni que hacia en mis brazos. Soplándole el rostro se la pasé al primer bailarín y este me agradeció con una lisurota de la gran pepa, cargó a la diva y la sostuvo fuertemente y se dedicó a girar y bailó el Danubio Azul, sin vals, sin azul y sin danubio. Terminó el espéctaculo y cuando el público se retiró el productor y esposo de la diva se me fue encima; timidamente con una precisa llave aikido lo saqué del piso y con un respetuoso golpe de karate le dí su estate quieto. Suerte que entendió a la primera y se tranquilizó. La diva me puso tarjeta roja y me la juró que me iba a ser la vida imposible para que no trabaje en ningún espectáculo de la capital ni en las ciudades principales, menos en los canales de televisión.
Al día siguiente fuí el actor más famoso del país, mi foto, las críticas, los comentarios de espectáculos y cultura sólo hablaban de mi. En la Escuela Dramática me dijeron que yo era un ave de mal agüero, que había recibido los rayos de la sabiduría de los dioses del teatro por ir contra los preceptos de Harold Pinter; Bertolt Brecht; Dario Fo; Federico García Lorca; Henrik Ibsen; los nuevos Maestros del teatro dialéctico, moderno y contemporáneo del último siglo.
Levanté los hombros y me prometí no aceptar nunca más, otro bodrio igual; pero con el transcurrir del tiempo no he cumplido con mi palabra. De vez en cuando he participado en cada bazofia de telenovela!
Como la ironía es privilegio de las mentes malvadas ... pensé.
- "Mejor que hablen de uno, aunque sea mal".
Comentario: El cuentito me hace recordar cuando yo era jovencito y bailaba bonito; era agilito, y también bailé Rock and Roll con famosos en la televisión. (León De Pauleit).
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