EL MALANDRÍN de NDLeón
Estampa dedicada al Cojo Cojín Malandrín.
Fotografía: Niky León. «Los buenos vecinos de Las Casitas Blancas y del Inmaculado Parque Miguel Dasso». |
EL MALANDRÍN DE LAS CASITAS BLANCAS
En el barrio hubo un vecino que no fue buen vecino porque nunca se acopló a la usanza, ni a la idiosincrasia del barrio. Desde que llegó siempre fue muy malcriadito, pedante, filibustero, por no decir, lumpen. Vivía con su madrecita, su mujercita y con su bebito. La señora madre trabajaba en una dependencia estatal, era todo lo contrario a su hijito lindo. Respetuosa y honrada. Así decían lo dueños de las pulperías que le daban fiado por quincena. De dónde venía este chico malo. No lo puede decir porque mis amigos de ese susodicho barrio, ahora son mis lectores y público cuando estoy entre candilejas. Pero lo cierto es que ese esperpento daba escozor cada vez que se nos cruzaba en el camino. Jugaba su pelota, no era bueno, ni malo, solo cumplidor, pero se creía la ultima chupada del mango. Su colega el marqués de las yuquitas siempre festejaba sus improperios. El resto de personas civilizadas se quedaban mudas. En una de sus travesuras este insecto cuasi noctámbulo fue perseguido hasta el barrio por un grupo de malhechores de La Ciudad Desnuda de Matute Block, lo amenazaron, se la juraron que, si no entregaba la «mercadería» a la media noche, ya era. Por ese sencillo motivo el patita desapareció por unas semanas. Oh, que tranquilidad para todos los parroquianos de las tiendas adyacentes.
Como un fantasma llegó al
barrio, sacó sus pertenencias en una conocida mochila, amenazó a sus vecinos y
al panadero que siempre lo veía llegando de madrugada con malas juntas trayendo
computadoras, impresoras, y todo lo que estaba al alcance de sus manos. Los artefactos
los dejaba a buen recaudo en la casa vecina de la Gitana del edificio de la Chapana.
Pero, al malévolo lo tenían chequeado con lupa, los valerosos policías Terna se
le fueron encima, este sacó una pistola, disparó y sacó la guaracha, se trepó
por las ventanas del primer, segundo y tercer piso hasta la azotea. Metió bala,
los terna subieron por las escaleras, lo corretearon, se armó la de San Quintín.
El malcriadito fugó. Por meses nadie sabía nada de él, ni su madre sabía, ni su
mujercita daba razón. Los meses pasaban. La joven, mujer bonita, de provincia norteña
andina, se sinceró con la mamá del prófugo, desde hace tiempo quería terminar
la relación, pero por miedo a los maltratos seguía cargando su cruz. La señora
no respondió nada, su silencio era bastante comprometedor.
La chica se las agenciaba
vendiendo causa rellena, chups, seviche, ensevichado y cerveza. Otro almanaque
que pasó. Llegó el Día de la Madre, a las casas vecinas llegaron los hijos, de
provincias y del extranjero a visitar a sus mamitas. Uno de los jóvenes recién
llegado se acercó a la carretilla de la chica bonita, pidió varias porciones de
causa ensevichada, cervezas, pagó en efectivo, dejó el dulce para el niño y una
sonrisa angelical. Después de una semana los visitantes desparecieron,
regresaron a sus labores en otros lares. El joven risueño seguía en el barrio.
—¿Cuándo te vas? —preguntó la chica con curiosidad.
—¿Quieres que me vaya? Me han trasladado a Lima, justo acá en La Victoria. Ahora estoy cerca de mi madre y erca de ti…
—No te hagas el gracioso…
En una noche de estrellas y de
luna llena los jóvenes se declararon su amor. Ella pasó con negocio, hijo y
todos sus enseres a la casa de la futura suegra. El negocio creció, la familia
también con la llegada de una nenita. Paz y amor en el hogar. Tempestades en
los oídos de la cana.
El presidente corrupto dio indultos apelando a la piedad cristiana para dar a los reos una segunda oportunidad. «Cada una de estas concesiones las hice pidiendo el consejo de Dios», dijo el presidente, líder del partido de las ratas. El reo vecino, peloterazo y men del pabellón 5B de los más avezados criminales, homicidas, asesinos, sicarios del Establecimiento Penal Penitenciario Castro Castro salió beneficiado a cambio de un fajo de dólares USA. Llegó en una tarde de pollada bailable pro salud. Se dirigió en forma brusca a su expareja, la chica con la mirada pidió auxilio. Llegó el galán pidió conversar dentro de la casa. Los tres entraron tranquilos, pero en la sala el rufián se comportó como un troll anaranjillo. Gritó, amenazó. El dueño de casa lo tranquilizó, el exconvicto irascible no escuchó palabras, ni ruegos, ni los por favores. Le metió un sófero cachetadón al jovencito respetuoso dueño de casa. Empujó a su expareja al sillón, amenazó con una filuda navaja terminar la relación y el pleito que lo tenía huevón. Y al primer intento de dar la estocada. Se escuchó un balazo como un cohetón. El delincuente cayó de bruces con la rodilla partida. Una sola bala de una pistola semiautomática H&K VP70 lo tranquilizó. Los chismosos de las Casitas Blancas dijeron, se desplomó como un puente del alcalde ladrón. El dueño de casa llamó por teléfono a la Comisaria de la jurisdicción. Miró a los ojos del forajido, le explicó de buenas maneras que hay mandamientos, leyes, justicia y orden; la cruz, la horca o para finiquitar sin medir las consecuencias, un plomo. Llegó el patrullero, atrás la ambulancia. El policía pidió documentos al joven, este se identificó como Técnico Jefe Superior del Ejercito. Ambos se cuadraron. Se dirigieron a la Comisaria. De ahí cada uno de los responsables a su lugar. El foraja a su río, a cana; la ley y el orden, al trabajo y el buen vecino, a su hogar.
«Cualquier coincidencia con los hechos no es casual. Es a propósito».
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2021.
No hay comentarios:
Publicar un comentario