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ARROZ TAYPA de NDLeón

ARROZ TAYPA de NDLeón



ARROZ TAYPA

Ahora que tengo comunicación constante vía WhatsApp Group con mis condiscípulos de colegio (GUE Alfonso Ugarte), aprovechamos el tiempo libre para contarnos cada anécdota que nos arranca una sonrisa. El promotor de contagiar las buenas vibras es el exalumno de Quinto D: Julio César Lo Pino, todos sabemos que Julito Lo es una mixtura de culturas, chino por papá, cuzqueño por mamá, charapa por esposa, surquillano por el barrio y Ugartino Valiente por tradición. En el colegio hubo un crisol de descendientes de todas partes del mundo. Rusos, italianos, polacos, chinos, japoneses, ingleses, arequipeños, cusqueños, cajamarquinos, loretanos, piuranos, victorianos, linceños, miraflorinos, etc.

La siguiente anécdota va para la promoción Bodas de Oro AU 1969. Y dice así:

Con suerte y porque la Virgen es de regular tamaño ingresé a la universidad. Ahí me encontré con vecinos, familiares y con mis condiscípulos de colegio. No era buen alumno, pero me batía a capa y espada para pasar piola en cada curso. Después del primer ciclo empezamos a hacer grupos de estudio y otros grupitos de juerga. En el cafetín me crucé con una de las chicas más bonitas de la facultad. La guapa Meiying, de cariño «China Mei», belleza, cerebro, súper inteligente y bastante documentada en todas las materias. Mi antagónica por excelencia.

—Hoy es mi cumpleaños…

—Felicitaciones. ¿Te puedo abrazar?

—No. Te puede ver tu chica… te invito a mi fiesta, 19:00 horas, mi papá me va hacer una sorpresa.

—No tengo chica… tu casa… ¿segundo piso del chifa?

—Sí.

Mei vivía en La Victoria, victoriana de pura cepa, su papá era dueño del chifa que atendía toda la noche, de 6:00 pm a 4:00 am, yo concurría cada vez que me recurseaba como taxista lechucero.

Llegué puntual a la hora pactada. En la sala ya estaban cuadrados sus fans de la universidad, vecinos del barrio y en la sala contigua los familiares. Un trio de tusanes amenizaba la reunión con guitarra eléctrica, piano electrónico, cajón y sabor criollo. De vez en cuando tocaban música nuevaolera. Todo muy bonito, correctamente disciplinado. Pero, al escuchar el inconfundible sonido del wok en la hornilla paramos la oreja, la clásica música del tintinear de los golpes de cucharones, ollas, fuentes, nos abrió el apetito. Salieron unos jarrones con una exquisita bebida con un treinta por ciento de alcohol. Estas fueron secadas al toque, la gentita estaba con una sed de camello. Apareció una batea de col china en vinagre. Otra de nabo con rabanitos encurtido, seguida de una  fuentaza de arroz chaufa bien taypa. Los depredadores no esperaron que la fuente  llegue a la mesa, rompieron los protocolos, devoraron la fuente en fracción de segundos. Yo solo atiné mirar la cara del sorprendido mozo. Con la segunda fuente de arroz chaufa el proceder fue idéntico al primero, no respetaron a nadie, se zambulleron a la fuente. Rasparon hasta último arrocito. Los padres de la cumpleañera miraban muy contentos la aceptación de las viandas y de la bebida espirituosa. Tercera fuente, las damas se sirvieron en platitos pequeños cuidando la dieta. Los pendejeretes limpiaron las fuentes, no quedó rastros de col, ni de encurtidos, ni de arroz. Los comensales quedaron repletos, saturados, satisfechos.  Dos jarras más adornaron la mesa. Poco a poco se consumieron como bajativos. Uno de los mozos portando un azafate de plata con tres copas adornadas con ribetes del mismo precioso metal se situó en el centro de la sala, Meiying y sus padres brindaron con los presentes, ellos con champaña de calidad y nosotros con espumante Noche Buena. El papá pidió música, empezó la jarana, bailó con Mei un popurrí criollo; vals, polka, marinera y remataron con unos minutitos de huayno. Terminó el cuarto de hora de baile. Se hizo una breve pausa. Los músicos comenzaron a tocar música china. Nos miramos desconcertados. Con una sonrisa en los labios la dueña de casa, la mamá de Mei, invitó a los mozos servir la segunda rueda, pequeñas fuentes de lo mejor del arte culinario chino cantones. Exquisiteces de alta calidad, exóticos, raros, rico. Fuentes finamente adornadas con verduras y gran variedad de carnes; chancho, pollo, pato, pescado, camarones, huevos. Yo, guardando la compostura, muy cauteloso, y cumpliendo las reglas de etiqueta probé todas las variedades de carnes y verduritas que ofrecían ser degustadas con placer. Los demás invitados me miraron como marcianos, con cada degustación les estaba dando una estocada en el cogote. Pedí algo de beber, el mozo me trajo una copa llenecita de champán.

—Gracias, esto es champagne.

—Es el champan francés del brindis, es una delicadeza de los dueños de casa para usted.

—Se agradece. Me despide de los señores. Gracias, buenas noches.

—¿No se va a quedar? ¿No bebe licor?

—Sí, si tomo mis tragos. Mañana tengo una entrevista. Bon, au revoir.

No me volví a cruzar con la brillante Mei, al siguiente ciclo me cambié de turno, al año abandoné el claustro universitario… pero eso es otra historia.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS

Lima, 2020.

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