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SAN LÁZARO BABALÚ AYÉ. NDLeón


SAN LÁZARO BABALÚ AYÉ. NDLeón



SAN LÁZARO BABALÚ AYÉ
Lázaro, nombre de origen hebreo, significa <<El ayudado por Dios>>.
Después de mi regreso de Cuba, los infaltables chismosos del barrunto me contaron increíbles historias de cubanos. Trajeron a la memoria los años ’80 cuando unos 850 cubanos llegaron como refugiados a Lima. Al barrio llegaron un par de jóvenes habaneros de profesión mecánicos de motores de autos a gasolina. Los muchachos se integraron muy rápido a la usanza victoriana pero su meta era Miami, donde la familia los esperaba. Los chismes de antaño fueron un recordar de situaciones pendencieras. Este chisme de <<San Lázaro Babalú Ayé>> hasta el momento se le recuerda.
La señorita de barrio populoso obtiene una beca para estudiar artes plásticas en La Habana, Cuba. Todos festejan menos un tío querido, conocido como el famoso <<Tumbalafiesta>>. La familia reaccionó feo.
—¿Por qué la muchacha no puede ir a estudiar a Cuba? —Los padres de la señorita increparon de mala gana.
—Porque yo tengo experiencia en los siete mares del mundo y a mí me parece que a mi sobrina querida le falta calle. ¡Qué estudie acá! Después con la experiencia que da la vida que viaje adonde quiera.
—¡Egoísta! ¡No te acuerdas ni de tus hijas y quieres aconsejar! —Lo agredieron.
A los días la joven arregló grandes maletas, mochila y un neceser profesional de maquillaje. Llegó la hora de la despedida, la familia despidió a la becaria. Los meses pasaron volando, la joven siempre envió fotografías de sus trabajos, de ella, de las playas paradisíacas de La Habana, Varadero y alrededores; museos y fotos de las grandes avenidas con sus autos antiguos y de variados colores. Una que otra foto con el mismo joven deportista. Terminó la beca y la criatura de dios, el angelito mimado regresó a su barrio. En el aeropuerto todos se dieron cuenta que estaba subidita de peso. A la semana se supo la verdad, esperaba bebe. Según la santificada y agraciada futura madre, el padre de la criatura era un joven que la amaba con locura, gran trabajador, mecánico de Fórmula 1, que el sueño de él era llegar a Lima lo más antes posible para trabajar por su hija y para ella, que quería casarse. Los padres siempre apoyando a su engreída, sacaron su guardado de dólares y realizaron el trajinoso calvario de los papeleos migratorios. Y así fue, el muchacho después de muchos trámites, diligencias, lleva y trae, llegó a Lima, al barrio. Lo casaron por civil y por iglesia para que la misericordiosísima Virgen Inmaculada, Madre del Verdadero Dios y Madre de la Iglesia Nuestra Señora de Guadalupe los ilumine y no se mezcle con la muchachada del barrio que tienen fama de viles obreros, borrachosos, vagos, sabandijas, peloteros y sacavuelteros.
La parejita tuvo su primogénito y sin respirar tuvieron otro, una bebita rosadita como la bella mamá. El suegro compró una camioneta de dieciséis asientos a nombre de su querido yerno como ayuda humanitaria. Al abuelo chocho le compraron baberos XXL.
Hasta que llegó el día que el cerebral joven deportista cubano se ofreció comprar el pan, cosa rara porque el jovencito siempre salía muy temprano a trabajar. El asunto es que el tierno padre quería desayunar con su esposa e hijos para festejar la bendición del Santo Patrón Morado Señor de los Milagros de La Victoria que hacía su recorrido por las calles principales, pasajes y recovecos del vecindario.
Me hace recordar a mi santito San Lázaro Babalú Ayé de mi tierra por la devoción y milagros a discreción que brinda a la población y su color de devoción también es el mora’o, milagroso mi santito, ayuda a los más necesita’os —. El joven habló como sacristán de misa de seis con los ojitos húmedos de santidad.
Bueno, el joven salió de su aposento muy temprano con la misión de comprar el pan crocante, crujiente por fuera y esponjoso por dentro para el suculento desayuno para homenajear a los dioses celestiales del cielo blanquiazul ecuménico victoriano. Antes que el gallo cante tres veces prendió la camioneta y se enrumbó hacia el oeste. Pasaron un par de horas; la sacrosanta familia, preparó la mesa, los platos y bandejas, cubiertos, calentaron el agua. El joven caballero no llegaba. Llamaron a su celular, nada, muerto. —¿Un accidente? — balbuceó la suegra. Las horas pasaron y los preparativos estaban instalados. Reportaron a la policía, a radio patrulla, emergencia. Después de largas horas ubicaron la camioneta, tomaron preso al chofer, era un reconocido ex-congresista trapacero, granuja, servil y corrupto por los cuatro costados. Este maldito con cara de perro amenazaba, increpaba contra la acusación de robo, apropiación ilícita y delito contra el patrimonio. Después de varias horas de peritaje encontraron que el susodicho decía la verdad, todos se quedaron atónitos, desde el mayor comisario hasta el último efectivo de la diligencia. En efecto el político era el nuevo dueño. Yo he comprado la camioneta hace quince días, hoy en la mañana por fin me la han entregado —respondió muy alterado el ex-padrastro de la patria, amenazando a tiros y troyanos. Cuando el sol se ocultaba en el Día de San Roberto en el santo santoral. Migraciones reportó las salidas al extranjero de la fecha en cuestión. Ya era muy tarde. El jovencito se encontraba en Miami. Quizás, se cree por deducción, trabajando en una gran panadería con servicio Mastercard, Visa y Delirery cerca de su adorada parentela.
En el barrio al tío querido (a) <<Tumbalafiesta>> su linda familia le cambió el chaplín por <<Bocasalada>> y le quitaron la palabra por siempre jamás.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2020.

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