Proibido Votar. NDLeón
La calle estaba dura, no había chamba, trabajo, ni cachuelos.
Los maestros de oficios domésticos la pasaban mal. Muy mal. Hacían hora leyendo
varias veces el mismo periodicucho. Cuando el hambre y la incertidumbre apretaba,
timbeaban en las bancas frías del bulevar palermitano a unos metros del Mercado
de Abastos. Gasfiteros, cerrajeros, electricistas, ebanistas, vidrieros, pintores
de brocha gorda y otros maestros más veían como las horas pasaban y nada de
nada. Alguien por ahí invitaba yuquitas
fritas para matar el hambre y otro samaritano invitaba un botellón de
varios litros de gaseosa barata.
-¡Carajo!
Son las tres y no ha salido ni para el richi- quejose el artesano más anciano.
-¿Oe, tú
tienes hijitos chiquitos, no?
-Son mis
nietos… mi hijo se ha larga’o a trabajar a provincia y ha hecho un crío por
allá y la mamá se ha metido con un taxista, han abandona’o a los chicos, no
mandan ni mierda. Yo y mi mujer tenemos que parar la olla. Tengo que llevar
algo pa’l combo tamos jodi’o.
El multifacético hombre
de los mil y un oficios, el versátil Travolta Andino, fue el artesano elegido en aquella tarde gris de
ese oscuro día viernes.
-¿Quién es
Yor?- preguntó un señor de saco y corbata.
-¡Yoooorr
te buscan!
-¿Tú
sabes hacer carteles de publicidad?
-¡Si!
-¡Vamos,
necesitamos urgente un cartelón!
-Tengo
que ir a mi casa a recoger mis herramientas…
-En la
oficina tenemos de todo, el huevón que iba hacer el trabajo a tira’o la toalla.
-¿De qué
se trata?
-De una prohibición. Urgente. Es pa’la municipalidá.
Con un Walkie-talkie el empleador llamó a la movilidad. -Lo
tengo. Acelera. Toy’en la esquina Diamante con Palermo-. En fracción de
segundos apareció una camioneta amarilla con dos municipales de resguardo. Yor
subió risueño, con su manita derecha se despidió he hizo la señal del “voy y
regreso”.
La movilidad vertiginosamente atravesó todo el distrito de La
Victoria, cruzó la vía expresa de la avenida Grau, entró al Cercado. En los
vericuetos de las calles de la antigua Lima se detuvieron. Llevaron al artista
Yor fuertemente custodiado a un segundo piso de un mercado popular, ahí se
encontraba instalada la refinada oficina de publicidad.
-¡Este mercado a partir de las tres de la tarde se convierte
en una chanchería! ¡Necesitamos un cartel que diga: -Prohibido botar basura- ¿Ha entendido?
-¿Para cuándo lo quiere?
-¡Para ayer! ¡Usted no sale de aquí hasta que me notifiquen
que terminó el trabajo! ¡Termina el cartel y lo colocan inmediatamente en el
poste de la entrada del Mercado! ¡Señor su dinero lo tiene el señor Carrasco
Hurtado!
-¿Señor me pueden comprar un sánguche? No he almorza’o.
-¡Carrasco, cómprale un pollo a la brasa! ¡Manos a la obra!
¡Hasta el lunes!
Nuestro larguirucho Leonardo da Vinci victoriano tomó un lápiz
Faber Castell negro oscuro. En un papel cuadriculado block A4 trazó limpiamente
el bosquejo, su escalímetro cerebral nunca fallaba. Menos su pulso de experimentado
barman callejero. Los empleados de la baja policía miraban extasiados el diseño
profesional, el señor Carrasco observaba idiotizado.
Pasaron cinco fructíferas horas. Yor -el hombre, el artista y divino
artesano- dio por finalizado su obra de arte.
-¡Ya é’ta listo! ¿Quién paga?
-¡El señor Carrasco!- dijeron en coro los obreros.
-¿Dónde está?
-Ha salido un ratito a comprar a la esquina- una voz femenina explicó.
Desde la ventana un empleado gritó a todo pulmón el apellido
del pagador. Este sacó la cabeza y con señales de humo envío un mensaje: “Esperar
un ratito”.
-Fui a cambiar el billete, no tenía cambio- se disculpó el
señor de la paga– señor Yor, cuente por favor –Yor estiró la palma de su mano derecha- uno,
dos, tres, cincuenta, gracias maestro.
-¡Qué gracias! Acá falta treinta soles. A mí me paga completo
o le meto pintura al trabajo. Tás, huevón.
-Oh… perdón, tenga… no vaya a pensar mal por favor. ¿Completo?
Gracias. Buenas noches y gracias por todo.
Yor llegó en un taxi al Bulevar Palermo, encontró a varios de
sus patas que seguían pateando latas. Compró sánguches y les pasó unos billetes
a cada uno para que llevaran a casa.
-Oe, no les’toy regalando ná, prestadito no má. Tienen chamba,
me pagan. Un trago y nos vamos.
El día lunes, a mediodía, los municipales buscaban al divino
Yor. La mona de varios tragos de más en el Dominical Telepódromo no lo dejaba
levantar.
-¿Jefe, otro trabajito más para mi compadre?
-¡Qué trabajito ni ocho cuarto, la ha caga’o! ¡Putamadre, hay
un cherri del carajo el alcalde está más asa’o que la putamare! – El empleado
sacó una foto- Mire lo que ha hecho. El jefe le dijo que pusiera Prohibido botar basura y mira lo que ha
escribido: -¡PROIBIDO VOTAR BASURA SO BAJO PENA DE MULTA! Los periódicos tan que
se burlan del Alcalde. La caga’o en brillante estilo.
-¿O sea
lo que ha hecho mi compadre ta’mal?
-¡Está
requetemal!
Todos los maestros artesanos, se quedaron callados. Nadie dijo
nada. Nadie conocía su casa y también desconocían sus números telefónicos. La
espera fue en vano. Yor no apareció por la tarde. Al día siguiente tampoco, se
esfumó del barrio hasta nuevo aviso, hasta un nuevo compromiso con la sociedad.
Un error de escritura le puede pasar a cualquiera pero la mano
dadivosa del amigo siempre es recordada con cariño.
Nicolás
Daniel León Cadenillas.
Lima,
2017.
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