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Un diamante de quilates en el Dasso. NDLeón.

UN DIAMANTE DE QUILATES EN EL DASSO. NDLeón

Nombres, chaplines y gratos recuerdos.

Agradezco a mis hermanos por todos los datos super bien dateados. Especialmente a Yuri, gestor de esta crónica, también agradezco a la muchachada de los años 60 por sus precisos recuerdos y colaboración para compaginar la siguiente remembranza beisbolera.

La iniciación, preparación y enseñanza había llegado a su fin. Ni vuelta que darle al peluquín. Un par de disciplinados meses en nuestras vacaciones de verano fueron suficientes para aprender a jugar como los buenos y profesionales de las Grandes Ligas de New York. El juego era bastante parecido al juego de la «canga» pero en vez de palito pequeñito era un pelotita y el palo grande de escoba fue reemplazado por un bonito palo de nombre «bate» que servía para batear. Por curioso, raro y extraño que parezca en nuestro queridísimo Parque Miguel Dasso también jugamos «Béisbol», y para variar ganamos como siempre para no perder la costumbre de buenos con «Bé» de Balconcillo City del Distrito de La Victoria.

La leyenda empezó un día de verano cuando un par de grandotototes larguirunchos de nuestra Parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe llegaron a nuestro querido Parque Miguel Dasso y nos metieron letra en nombre de Jesús, María y José, para enseñarnos a jugar basquetbol, béisbol, karate y judo. En mancha escogimos béisbol, sencillamente por una razón, las clases y el jueguito sería en nuestro rico Dasso.

El par de seminaristas canadienses de Canadá de la troupe de la Orden de los Padres Maryknoll habían sido deportistas calificados en su país de origen, dejaron la profesión y se metieron a servir a Dios como misioneros-seminaristas. En dos años de servicio apostólico en nuestro barrio habían sacado un buen número de jugadores de básquet, algunos karatecas y varios equipitos de béisbol, todos alumnos de los Colegios Parroquiales del barrunto. Ampliando sus redes llegaron a nuestro córner. En un día miércoles nos metieron un palabreo celestial y cuando llegó el día sábado, nos esperaban en el centro del parque con un bate, dos guantes y una pelotita de cuero. Tenían bajo el brazo una pizarra y un cronograma bien elaborado con la gracia de Papalindo.

Rezamos el Padre Nuestro e inmediatamente al toque empezaron con la práctica y explicación de las reglas y trampas para dominar el juego. Marcamos las áreas de los campos; campo interno y campo de afuera; y así apareció el área cuadrangular, lo que sería nuestro Diamante beisbolero. La Base del Receptor estaba frente a la Quinta de Alex... ; inmueble donde más tarde nació uno de los más grandes y terrible palomilla de ventana, Alfred Alejo Isaac «El Cholo Coyote» Martínez Cafiolo, que juntito con sus amiguitos; pájaros fruteros y pirañitas; alegrarían el barrio, la tienda de Don Pancho y el Mercadito De Las Américas: «El Pequitas», «Harold Le Pof», «Quique Culón», «Caballito Erick»«Alex Agarra Huevo», «El Chato Marcos», «El Naja Naja»«Iván Cavero», «El Ganso Marco», «El Loquito Carlos»; etc.

- Ustedes tress van al fondo de jardineros.
- ¿Qué jardineros? No hay ni una yerbita y este güevón…
- No decir esa palabra, please…
- ¡Bestia, jardinero es como decir defensa, volante, delantero! ¡Cárgg! ¡Más respeto con el gringo, zonzonazazos, el que jode se caga conmigo!
- ¡Tú callar boca! Son nueve players for Team en el Diamante, otros esperar turno…


José Calderón y Nicolás León en la Av. De las Américas Cdra 7.

Al principio éramos un montononón de mocosos de todas las cuadras, a la siguiente semana fuimos menos, dos fines de semanas más y quedamos los mismos inquilinos de siempre: Los hermanos Chao Wong: Roberto Carlos «Cálo», Danny Daniel «Cañita»y Víctor Hugo; los hermanos Noriega García: Oscar Francisco «Paco» y Eduardo José «Pavo»; los hermanos León Cadenillas: Pedro Alberto «Perico» y Nicolás Daniel «Niky»; los hermanos Inope Castillo: Enrique Toribio «Kike», Humberto Jesús «Pato», Carlos Doroteo «El Chino», Walter Atilio; los hermanos Palomino Capcha: Luis Anastasio «Lucho», Eduardo Pietro «La Negra» y Carlos Simplicio «Tamborcito»; Carlos Ruperto «Carlitos» Cachay; Antonio Martín «Tato» Cayetano Ureta; Mario Guadalupe «Marito» Orihuela Bravo; Silvano Pio «Plata No» Santos Silva; Florián Diego; y la memoria me falla, no sé quiénes más. Formamos dos equipos y dale que te dale aprendimos la lección.

Nuestro promedio de edad fue 12 años. Hugo Chao era el mayor con 14 años; Kike y Marito, 13 años; Lucho, Paco y yo, 12 años; y creo que Walter Inope y no sé quién más eran los Benjamines con 9 añitos tirando para 10; y de mascota, Carlitos Benito «Pablo Mármol» Noriega García con 5 añitos.

Los enviados técnicos instructores como fin de curso nos prometieron que traerían un equipo adversario para hacer el partido de graduación. Aceptamos. Cuando se nos acababan las vacaciones y lo prometido es deuda, fijamos el día del encuentro, volvimos a limpiar el campo de juego de las pocas piedras que quedaban en el área de juego y en el resto del parque.

Babe Ruth, el legendario jugador de los Yanquis de Nueva York.

En el quiosco de revistas y periódicos de segunda mano encontré un chiste con la biografía de Babe Ruth, el mejor jugador de los Yankees de New York. Sin que nadie se dé cuenta pedí 'emprestada' la revista y la llevé al grupo. Nos iluminó en ideas y tratamos de copiar alguito. Como no teníamos uniforme de beisboleros nos pusimos de acuerdo para utilizar nuestros polos blancos de educación física y nos confeccionamos nuestros pantalones cortos a punte tijeretazos. Nos conseguimos guantes de variados materiales, yo agarré unos guantes largos de cuero de soldadura autógena.

El Reverendo Padre Párroco Promotor Thomas Garrithy en una de las Misas de seis anunció el encuentro tirando cohetes a su equipo Mariano Guadalupano y por nuestro lado en el Edificio Mayor del Dasso, la señora Irma García de Noriega, conjuntamente con sus hermanas, primas, su hijita Ana María, sobrinas, madre, abuela y bisabuela; bajo la incrédula mirada de su hermoso fino pastor alemán (a) «Rin Tin Tin»; rezaban un larguísimo Rosario de Coronas de Rosas y alababan a la Santísima Virgen de las Mercedes -Patrona de los Reclusos- para que el equipo de sus hijitos engreídos, Paco y Eduardo, se levante la Hostia Sacramentada del triunfo.

El equipo visitante; conformado por los alumnos de «Nuestra Señora de Guadalupe» y «Reina de las Américas», los Centros Educativos de la Parroquia; llegó bien uniformado, cada jugador portaba su bate, su guante y su pelota original y el receptor lucía todos sus accesorios requeridos: casco, peto, careta. Entre sus jugadores estaban los pituquitos del barrio, amigos y vecinos: Edwin Rolando «La Ruperta» Cárdenas Cangalaya; Genaro Ambrosio «Lorenzo» Serra Piscoya; Isaías Anfiloquio «Puente Roto» Serra Capone; entre otros.

Entre el público se notaba la presencia de los señores vecinos del Parque y algunos papás. Don Hugo Duarte Revollé, Don Eduardo Noriega, Don Mario Canuto «Menestrón» Villanueva Branda; Manuel «Mañucón» Torrejón; Don Alberto y sus hijos Alberto «Tito» y Oscar «Semilla» Puma Echevarría; Luis «Lucho» y Fernando «La Bruja» Puma Crisóstomo. Jóvenes grandes, jovencitos y chiquitos: Enrique «Chamaco» Dongo; Jesús Cariga; Iván y Jaime Federico «Freddy» Lobatón Heredia; Francisco «Pancho» Tamayo; Dante Hernán Melo Salinas; José «Chihuahua» Calderón; Guillermo «Beto» Hurtado; Tarcila, Alberto y Ernesto Peña Aguayo. Y junto al selecto público se sentaron los expirañitas, profesionales en Torno, Cachina y Caña: Leonel «El Chavo» Siles; «El Cholo Manolo» y «Buriván» Vilela; JóCe «Sambo» Cáceres.

Los invitados comenzaron el «ataque» es decir a batear, y rapidito sus jugadores nos llenaron de puntos el tablero. En una bola dentro de la zona de Cañita, el flaquito puso incorrectamente el guante para atrapar la pelota –-con la palma mirando al cielo- esta le rebotó y le cayó en plena jeta que se la dejó como una «Yuquita frita». Lloró un ratito y siguió jugando.

Por fin nos tocó batear a nosotros. El primero que empezó la rueda fue el Pavo Eduardo, falló en la primera, en la segunda y en la tercera sin pescar la bola se entornilló en la tierra. El primero la malogró y los otros tres, igual. Me tocó a mí, con mis cuatro ojos no podía fallar, según la humilde opinión del Sacristán, yo era bueno por no decir excelente, y en el primer lanzamiento metí un batazo bueno, corriendo hasta la tercera base, suerte que al jardinero se le escapó la bola porque si no otra sería la historia. Le tocó el turno a Kike Inope, se acomodó los lentes, bateó hasta las güevas, y salió corriendo como correcaminos, el piccher pasó la bola para que lo eliminen en prima, al jugador de la primera base se le chorreó la bola; Kikito siguió corriendo a la tercera base, otra vez pifian la bola los profesionales, se les escurre la bola entre las piernas, se tocaron de nervios; Kike con sus pulmones de gato pal'gato siguió corriendo como carterista del barrio y como en las películas de acción se metió un arrastrón de pies a cabeza y tocó la base cuatro dejando en ficha a los contrarios y boquiabiertos a todititos nosotros, después de la sorpresota saltamos de alegría. El más fulero del equipo había hecho la mejor jugada hasta ese momento ganando valiosos puntos de oro. Siguió el partido con más ímpetu por parte de nosotros. Cada uno demostraba su valía y tesón.

Lucho Palomino con su tamañito de Super Ratón se convirtió en un verdadero gladiador cada vez que agarró el bate, derrochando vergüenza deportiva y heroico sudor.
Paco Noriega como buen arquero de fútbol sacó a relucir sus milimétricos buenos reflejos de Lince urbano.
Pavo Noriega, por algo le decíamos Pavo, se consiguió unas medias rojas larguísimas y con un chiquititito short azul parecía Supermán, con el calzoncillo encima.
Perico León, renegaba hasta con su sombra, no aflojó en los momentos difíciles, un As a carta cabal.
Pato Inope, coraje, fuerza y poder al máximo, 100% concentradísimo y super efectivo.
Yo, Niky León, heredero de las antiguas tradiciones de la legendaria Orden Rosacruz, aposté por el rotundo triunfo. En mi corazón flameaba la Rosa Roja y como buen guerrero angelical empuñé la Cruz Dorada como espada de caballero medieval para sacarles la ñoña y dar cruel exterminio al bando contrario, matando despiadadamente uno por uno a mis adversarios en la misma forma y brillante estilo de Santiago Matamoros, el peregrino de Compostela.

El partido se fue caldeando cada vez más, y nosotros poquito a poco fuimos recuperando espacio, sumando puntos, alcanzando en el marcador a las estrellas invitadas. Hugo Chao Wong de lejos el mejor jugador de nuestro equipo, cada batazo que metía casi siempre era cuatro bases es decir Home Run. Conforme avanzaba el partido se convirtió en nuestro mánager, líder del equipo y estratega, en nuestro director técnico.

Diagrama del campo de béisbol del Parque Miguel Dasso.
Urb. Balconcillo - Distrito de La Victoria.


El partido no podía terminar en empate, esto nos obligó a continuar con entradas adicionales hasta lograr el desempate. Y por cosas de los designios amorosos del Dios Padre Todopoderoso me cuadraron de Jardinero Derecho. Yo no sé cómo llegué ahí porque el jardinero derecho tiene que ser veloz, capturar las pelotas en pleno vuelo y lanzarlas hasta los guantes de las bases con fuerza y puntería. Le tocó el turno a uno de los más bravos contrarios, al hijo de Reverendo Padre Carlos Sandoval Landázuri conocido como «Hijo'écura». Metió un batazo como los dioses, y yo como buen jardinero del Edén de Dios le intercepté la bola en el aire, rebotó con fuerza hacia arriba, al embolsarla se me escapó la condenada saliendo disparada para un costado, se me caía por otro lado, la levanté con un golpecito con la palma derecha y con una zambullida angelical logré atraparla definitivamente malográndoles el Home Run ganador.

¡Ganamos!  Ganamos y el resto es historia en el histórico Parque Miguel Dasso.

Nuestros rivales se fueron por donde vinieron pero esta vez en silencio y cabizbajos. En ese momento nos sentimos como los «Los Bombarderos del Bronx». Cómo explicar la emoción, me faltan las palabras, las letras y papel. Después de tanta extrema fogosidad psicocorporal llegó el apacible sosiego espiritual y la Paz. Nos quedamos en el centro del diamante en calma, y para sorpresa de todos nosotros, «El Chinito Inope» con su carita de avezado gato sinvergüenza sacó de sus bolsillos, un bate, un guante profesional y una bola reglamentaría y genuina –Esto es nuestro justo premio- nos dijo-. De casualidad se le habían quedado pegadas en las uñas.

Seguimos jugando béisbol hasta donde la pelotita duró; el bate todo desportillado terminó hecho leña y tranca en algún portón. Y como en las mejores historias con final feliz regresamos con nuestra lecheronga pelota de fútbol de cuero puro de 32 paños, nuestra engreída que tantas alegrías y aventuras nos dio de niños y de jóvenes.


Niky León, 50 años después en el mismo lugar de los hechos.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS

Karlsruhe, Octubre, 2012

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