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Antigüedad es clase

ANTIGÜEDAD ES CLASE de NDLeón




ANTIGÜEDAD ES CLASE
El siguiente cuento es un tributo, agradecimiento y gratos recuerdos. Dedicado a todos mis queridos colegas que alguna vez se cruzaron conmigo en un tablado de Dionisio. Afectuosamente. Niky León

Llegué a Lima después de varios meses de ausencia y destierro voluntario, y como buen acólito teatral lo primero que hice fue dirigirme al Centro de Lima Cuadrada para observar en carne propia mi Gran Templo quemado. La mole cultural era una cosa rara, incendiada y carbonizada. La miré de diferentes ángulos, no lo podía creer. Me aferré a la reja de fierro meditabundo, me quedé quieto, pensé en las veces que en su gran escenario participé.
Esta desgracia sirve de tema para una obra... quema de libros… quema de teatros… quema de cultura.
Escuché la opinión de un grupito de jóvenes. Metí la cuchara.
Ministro de Educación, un gran ladrón; Ministro de Cultura, quemado y parcializado hasta la sepultura. Y ahora tenemos un moderno Nerón.
«Todos saben que desde los cables del equipos de sonido de Evita, saltaron las chispas que destruyeron este testimonio de la cultura escénica peruana, joya de nuestra arquitectura» uno de los jóvenes leyó un titular.
A la tía la están limpiando, dicen que no fue su culpa, que fue culpa del gran monetón. Y el alcalde tremendo ladrón...
Uno de los jovencitos me saludó.
¡Maestro! ¿Qué fue de su vida? ¿Por dónde anda? sonreí e hice memoria.
Perdón, tu carita me es familiar. Yo te conozco. ¿Dónde nos conocimos?
En el Canal 5 grabando «Detrás del CrimenCaso La Cantuta». ¿A usted le pagaron?... Rateros hijos de putas conchass...
¡No! El delincuente de Genaro «Papaupa» Delgado Parker no me pagó. Viajé y no supe más del tema. Los empleaduchos de mierda lo chalequean bien.
Profe necesito un actor para Pachacútec.
La próxima semana viajo a Baviera. Por el cumple de mi mamita estoy en Lima.
Para este lunes. Para pasado mañana. Martes y miércoles. Nada más.
¿Pachacútec? ¿De quién es?
Ollantay, el personaje es Pachacútec.
Acepté con una modesta condición, en primera fila butacas reservadas para mi familia, 
mi mamá, mis hermanos, mis dos hijos y cuatro sobrinas. En casa busqué mis lentes de contacto; volteé el par de cajones de mi escritorio; puse patas arriba el escritorio; rebusqué por todo el cuarto; revolví y escarbé armarios, clóset, recovecos, nada. Pregunté, nada de nada. Nadie me dio razón de nada. Sin lentes de contacto en el escenario estoy más perdido que pato ciego en tinieblas.
Al día siguiente, domingo, realicé ensayo de mesa por dos horas con el joven directoractor, dramaturgo, vestuarista y escenógrafo del espectáculo. Lo que restaba de domingo y lunes pasó volando. Llegué dos horas antes de la función al local del Teatro del Instituto Cultural Mesiánico, no había ningún gato, no me dejaron entrar al espacio escénico. Tenía que esperar al joven director. Esperé más de una hora repasando letra. Una excelente actriz de mi generación de casualidad pasó por ahí.
No me digas nada. Estoy segurísima que tú eres el gran Pachacútec. Eres un reemplazo de lujo.
Bingo, yo soy. Vas a ver la obra.
No, ya la vi varias veces, a las ocho tengo que dictar mi clase de inglés intensivo, no puedo faltar ni pedir permiso.
Tú que eres buenita dile a los dioses del teatro que se apiaden de mí.
Eres valiente. Eso se llama «hacer un toro». Entrar al ruedo sin preparación. Lo vas a hacer muy bien. Con tu experiencia vas a tomar el toro por las astas. Tú tienes clase. Antigüedad es clase mi querido coleguita.
La letra la tengo prendida con alfileres.
Para la próxima vez te preparas una sopa de cabeza de pescado con su culantro, limón y ají; te aprendes hasta la guía telefónica de un saque, te dejo, suerte.
Ocho en punto de la noche entramos todos juntos; actores, público, técnicos e incógnitos; nos dieron diez minutos para caracterizarnos. Ocho y diez, sonaron los tres timbres en seguidilla. Empezó la función. Al escenario lo había visto de lejitos. Cuando quise acercarme, los técnicos me dijeron que estaba prohibido. Desde mi camarín escuchaba la letra, a la mitad de la segunda escena entró el director.
Maestro ahorita le toca a usted. Quiero que a oscuras llegue al centro y ahí empieza con su parlamento. Cusi Ccollur espera en penumbra.
El director me acompañó hasta bambalinas. Esperé el pie de
«Ollantay». Se apagaron las luces y me dio una simbólica palmadita en el hombro.
¡Mierda, mierda, mierda! me dijo al oído.


Entre arrastrando los pies teatralmente, bien erguido y pétreo, avancé hasta donde pensé que era el centro. Me quedé quietito pero completamente majestuoso. No veía ni michi. Sin lentes estaba hasta la remaceta. Perdido en el espacio vacío. Lentamente se hizo la luz, un cenital alumbraba el piso a un metro de distancia. Me acomodé en la luz histriónicamente. Seguí ahí sin ver nada. Escuché los pasos de la actriz joven. Solté el rollo dramáticamente hasta que acabó la escena. Salí sin apuro, lento, igual que en la entrada. En la escena con Ollantay, igualito en mis movimientos super lentos y recelosamente gatúbelo. Esta terminó con una sorprendente tensión dramática, clímax y aplausos. La tercera y última de mis escenas. Giré en mi eje sin avanzar, ni retroceder. Recité mis textos lacónicamente. Salí del escenario antes que se me venga la oscuridad. Media hora más tarde terminó en gran espectáculo. El público de las primeras filas aplaudieron a rabiar. Los cuatrocientos restantes espectadores imitaron la manifestación de congratulaciones apoteósicamente.


En los camarines el ambiente era muy diferente, se respiraba un aire tenso caldeado. Los actores principales hicieron cargamontón al actor invitado. O sea a mí. La actriz reclamó que por mi culpa había actuado en diagonal casi de espalda al público. El protagonista no dijo nada en mi delante pero requintaba para sus adentros y me maleteaba duro por fuera; y el gran actor de reparto, se quejó que yo me había montado en sus parlamentos. Salí del teatro sin amigos.
Al día siguiente, gorreando desayuno a mamita hojeé el diario matutino, me entretuve en las mentiras y promesas de los políticos, seguí por sociales, deporte y terminé en la sección espectáculos y cultura. Culturalmente, la página central de la Sección Cultura, se apreciaba una fotazo a colores de una vedette esculturalmente subida de peso en paños menores con un número en el potito. Y junto al poto con lentejuelas, un cuadradito, una breve gacetilla sobre teatro: 
«Ollantay, los borrascosos amores prohibidos del plebeyo guerrero con la aristócrata princesa Virgen del Imperio del Sol»«En el reestreno de ayer fue muy grato y sorprendente sentir la frescura y la fuerza dramática de nuestros jóvenes valores de la escena nacional. Futuras promesas del teatro nacional popular. Felicitamos al grupo por su empeño en mantener en cartelera esta obra ejemplar que simboliza los altos valores de nuestros ancestros enraizada en nuestra idiosincrasia nacional. Unas líneas aparte merece la atención, la caracterización del personaje Pachacútec. Imponente, protector, con gran presencia y estampa escénica, gran dominio del espacio vacío, un verdadero Inca viviente. Nuestro mejores augurios para el joven actor Josemaría Pío Corbacho Palma Danglade».
Me quedé petrificado. En mis treintaitantos años de hombre de teatro era la primera vez en mi vida que leía un juicio favorable de mi trabajo actoral… pero, el nombre del actor que aparecía en el comentario no era el mío. ¡Carajo, mierda! El seudo crítico teatral erudito literario de dos por medio copió el nombre que figuraba en el programa de la temporada pasada. Yo no soy joven, yo soy un experimentado actor profesional. En este país de utilería no tenemos críticos sino criticones de tres centavos. Agarré la pista y me fui pateando latas.
*Fotografías: Grupo Imagen Teatro. ICPNA de Lima, 17 de mayo de 2006.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Chieming, mayo, 2012.

1 comentario:

Jerjes Loayza Javier dijo...

Fijate que si bien me parece excelente elr ecuendo autobiográfico que realizas en esta nostálgica nota, nunca olvidaré el encuentro de palabras que tuviste en un ensayo con el asistente de aquel entonces de quien llamas "joven director". No por lo violento o dramático del mismo, sino por lo cómico, mientras él reventaba de furia ante ti, tu apenas le hacias caso, y con tus ironías lo hacias derretirse de cólera. Siempre recuerdo la anécdota con los amigos actores. La anécdota de aquel Pachacutec que refresco un elenco que tanto tiempo habia sido el mismo, y que aun hoy en día sigo integrando. No recuerdo haberte maleteado, tuve palabras de aprobacion y te comente que me sentia muy bien en escena contigo..tal vez alguna broma pero fue todo ¿no? Hace tantos años pero mi estima por ti sigue intacta. ¡ABRAZOS DESDE PERÚ!
Atentamente
Jerjes Loayza u Ollanta de aquel reparto