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SEMANA SANTA EN CHIMBOTE de NDLeón

SEMANA SANTA EN CHIMBOTE de NDLeón
Fragmento de mi libro “Cuentos breves para mi nieto”




SEMANA SANTA EN CHIMBOTE
Se me venía la Semana Santa y no había Papalindo que me ayude. Jechuchito tenía que estar como todos los años frente a Judas, Poncio Pilato, Caifás y toda la recua de desgraciados de siempre, escuchar al Cardenal tres horas, ver al Presidente que llora y se arrepiente de sus pecados, aguantar a los Alcaldes que piden ayuda para que no los ampayen con las manos en la masa, etc.
Haciendo mi periplo interprovincial llegué a Chimbote el Jueves Santo a las seis de mañana acompañado de los primeros rayos de sol, el cielo estaba azul y en toda la ciudad olía un perfume carismático lleno de embrujo; hice lo mismo que en los otros lugares, cuadrarme en la puerta principal para rematar todo de una vez. No iba a ser tan gil de regresar con mercadería, nada, todo lo tenía que rematar por motivo de viaje, último día de la ganga. Eran las diez de la mañana y la venta caminaba viento en popa, felices todos, los que compraban y él que vendía. Comiendo mi rico pan con camote y bajándolo con un tazón de café; a mi lado estaba cuadrado un vendedor de verduras, me buscó la conversación para que lo acompañe a tomar unas chelas heladitas.
—No puedo compadrito, estoy en chamba, tengo que regresar a Lima, estoy más de una semana afuera y extraño mi camita, a mis hijitos...
—¿Sabes que en la tarde van a dar La Pasión?
—¿Y lo dan con pasión o sin pasión o así no más? ¿En el cine o en la tele?
—No, en vivito y coleando.
—¿Dónde?
—En la Cancha Municipal, se llena, todos los años lo mismo y siempre se llena, hay un amarre con el Alcalde de turno, es más mala la huevada esa y siempre jala gente. Adentro venden cerveza, anticuchos, cachanga, puedes vender tus telas también, todo se vende.
—Yo me regreso como sea a Lima, en camión, como sea.
En el momento menos pensado apareció un Volkswagen con un destartalado parlante chillón haciendo la propaganda para que asistan a la auténtica representación e interpretación de La Pasión:
—“¡Hoy! ¡Hoy! ¡Hoy! ¡Cuatro de la tarde en punto! ¡Cuatro PM! ¡Gran presentación de ‘La Vida, Pasión, Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo’! ¡En el maravilloso mundo del teatro! ¡En el escenario más grande de la historia republicana con tres horas de duración, con escenografía, con vestuario traídos expresamente de Jerusalén, con música y efectos especiales y con un reparto de selectos y primerísimos actores de la Capital para dar el realce que se merece la Ciudad de Chimbote en esta Semana de Reflexión, Paz y Amor, Entradas limitadas. Asientos y sillas limitadas. Luz y color para tus ojos. Despliegue total de noventa actores y una veintena de técnicos participan en el gran teatro de La Vida, Pasión y Muerte de Jesusito. No deje de asistir. Entradas populares. Niños menores de cinco años no pagan”.
—La Semana Santa en Lima es súper vagaciones, la gente se va a la playa, camping, trago hasta quedar crucificados. La Semana Santa sinónimo de Sodoma y Gomorra.
A las tres de la tarde, preparando la retirada, apareció un señor vestido bien estrafalario, con un terno a cuadritos; saco verde a cuadros y pantalón rojo a cuadros, zapatos blancos. Bigotitos finitos, bien engominado el poco cabello. El tipo se había quedado en la moda de los años cincuenta. Ese ropero era bien antiguo, al mejor descuido con un fuerte estornudo volaban las polillas y se desintegraba al paso.
—¡Compadre! ¿Y éste de qué circo se ha escapado? ¿La Pasión viene con circo? ¿También hay circo por acá? ¡No joda! ¡Oiga, mire, caballero! ¡La gran pasión, pase y reclame su maní sala’o en la entrada! ¡Remato telas, telitas, telotas!
El caballero se acercó a nosotros dos y nos preguntó:
—¿Quieren ganarse Cincuenta Soles por dos horas de trabajo?
—¿No entiendo? ¡Explíquese mejor! ¿Cómo? ¿A quién hay que matar?
—Solo tienen que salir mover los brazos cuando yo les diga y eso es todo. Les invito un menú y les explico todo, rapidito por favor que no tengo tiempo.
Aceptamos inmediatamente. Los dos, el verdulero y yo, estábamos con las tripas que nos sonaba. El verdulero se había metido un desayuno peruano “Té Toro con pan con mantequilla”. Muy tela.
—¿Qué hay que hacer jefe? -Preguntó el señor verduras.
—¿Han visto la Vida, Pasión y Muerte de Nuestro Señor Jesús?
—¡Puta! Hace un huevo de años, mi mamá me llevo al Cine Venecia en Lima y mi viejo se quedó con el triciclo vendiendo –contestó de nuevo el verdulero.
—Compadre, deje hablar al hombre.
—Estamos haciendo lo mismo pero en teatro.
—Ustedes son los que están haciendo la propaganda por perifoneo. Ya, yo sé cómo es eso. Entiendo la morisqueta en Comas lo he visto. ¿Qué pasa? —pregunté con una sonrisa irónica.
—Yo he visto lo que dan acá, puta, bien horrible es esa cojudez ¿no?
—Compadre, cállese y deje hablar al hombre.
—Dos actores se me han emborrachado. ¡Irresponsables de miércoles!
—¡Qué rica borrachera! -volvió a interrumpir mi socio. -Ya, ya, me callo.
—Necesito reemplazar a esos dos irresponsables. ¿Ustedes pueden?
—¿Cuánto dijo?
—¡Cincuenta Soles!
—¿Para cada uno por dos horas?
—¡Sí!
—¡Aceptamos!
Señalando al verdulero, el productor le dijo:
—¡Tú eres Pedro!
—¡No! Yo soy Gonzalepa de San Miguel para servirle a usted...
—Digo que usted es Pedro, el Apóstol de Jesús.
—Hable claro pe’ tío. ¿Y mi compadre de que va a salir?
—De Pilato ¿Está bien? Usted es Poncio Pilato.
—¡Usted tiene pinta de Pilatos, compadre!
—Explíquenos el parlamento, lo que tenemos que decir y yo dirijo a mi socio. Yo entiendo como es todo esto.
—Lo que quiero es que le pongan pasión, ganas, tienen que hacerlo con fe.
—Amigo, acá no hay fe ni ocho cuartos, nosotros lo hacemos por el vil metal, que quede claro, yo estoy vendiendo mi alma por Cincuenta Soles la función. No somos una cofradía, usted paga y yo trabajo.
Después de darle unas lecciones de movimientos de brazos a mi socio nos dieron unos trajes desteñidos, no había zapatos, suerte que yo tenía unas sandalias de verano pero mi compadre tenía unas zapatillas largas. —Eso no interesa, de lejos no se nota —le dijeron.
El verdulero me contó que en su tierra había salido bailando en las procesiones y fiestas patronales. —Entonces no te preocupes que es lo mismo pero sin bailar, lo reanimé —.
Cuando llegó las cuatro y quince de la tarde, empezó la función, gente como cancha, entre los actores había un asistente camuflado que tenía un mini libreto y pasaba el vivo a los actores para que se muevan y actúen de acuerdo a la pista de grabación mientras los otros participantes se quedaban tiesos, es decir inmóviles para que el público identificara quien hablaba.
Cuando me tocó mi turno, lo hice profesionalmente, hacía movimientos pomposos y grandilocuentes, me movía como el Pilato de Jesucristo Superstar, arrancando aplausos de la platea.
Cuando terminó todo me acerqué con mi carnal donde el señor huachafo y le pedimos que nos pague, nos dio mil explicaciones y nos dijo que nos pagaba después de la función del Domingo de Resurrección. Me puse bravo con mucho respeto. Nos pagó. Y nos pidió que por favor que trabajemos hasta el domingo. Aceptamos pero lo volví a cuadrar que con nosotros no se pase de listo. En plena conversación llegó una señorita actriz, radiante y bonita, que nos interrumpió y nos felicitó por lo bien que habíamos trabajado.
—¡Qué bonito has trabajado! ¿Eres actor?
—¡No! —Mentí, no sé porque mentí.
—Pero lo has hecho muy bien como un verdadero profesional.
—Gracias, soy vendedor mercachifle por eso no tengo miedo al público.
—¿Cómo te llamas? —preguntó con un linda sonrisa.
—Tino. ¿Usted?
—Yo soy Luz Albina... tratémonos de tu.
Salimos de la oficina hablando sobre la obra. En su carromato pasamos la noche como buenos pecadores.
Después de la función del Domingo de Resurrección, la compañía partía a Tumbes y desde ahí empezaban una gira por todo el norte del país; me convencieron para que los acompañara. Como la paga era buena, acepté en un cinco. Después de un mes de viaje regresé a Lima con mi maleta llena de problemas, volví a mi realidad, a mi Vía Crucis de todos los días.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS.
Karlsruhe, 2010 

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