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PRÓLOGO GEP: ANÉCDOTA FAMILIAR de NDLeón

PRÓLOGO GEP: ANÉCDOTA FAMILIAR de NDLeón

La mía familia, extrema derecha sentados los queridos tíos María Uribe & Alfonso Alcántara.


PRÓLOGO GEP: ANÉCDOTA FAMILIAR, TEATRO Y POESÍA
Quiero contar una anécdota familiar. Siempre la quise escribir, siempre la pensé, la maduré. Ahora con esta linda tribuna, me atrevo a contarla. Esta es la historia de una señora que para suerte de todos nosotros era nuestra quería tía María. La tía María era mi tía abuela, hermana de mi abuela materna Virginia Daniela, mamá de mi mamita Rosa Elena. / Mamita me contó que cuando ella era muy niña se quedó huérfana de padre y mi abuelita se quedó viuda con seis hijos todos niñitos, el mayor de los hijos, mi tío Teodoro con 12 años de edad. Mi abuelita vivía en un callejoncito junto a la gran casa de la esquina de la tía María y esposo, el tío Alfonsito. La casa no solo era casa, era un palacete de dos pisos construido totalmente de madera. Con una gran escalera, patios, balcones, cuartos. Y uno de esos cuartos, el más grande, era el taller de ebanistería con sus máquinas y muebles, circular, garlopa, mesa de trabajo, tornillo de banco; prensas y sargentos; martillos; su gran piedra giratoria para afilar. Una vitrina sin vidrios con sus diferentes serruchos y sierras; cepillos, escuadras, reglas T de diferente dimensiones. Lo sé porque llegué a jugar en ese espacio encantado. Pero, el tío Alfonso no solo era un gran ebanista profesional, también era un experto mecánico automotriz, electricista, carpintero, especialista en realización de maquetas de cualquier objeto o plano. Además, era nuestro profesor de Historia del Perú, Historia Universal, Geografía, Lenguaje y Matemáticas. Era un poeta y versado sabio, nuestro querido tío Alfonsito.
Acá empieza la anécdota que les quiero contar, la posición económica de los tíos abuelos, María y Alfonso, era bastante buena, clase media, tenían su billete, mientras que los padres de sus sobrinos, de parte de los dos, la posición económica no era buena, pasaban apremios. Lo lindo se esa época, las familias de ese entonces eran solidarias, y los tíos María y Alfonso no escatimaban ayuda, brindaban todo el apoyo necesario, la tía María como una abnegada madre repartía la ración del bitute a cada uno de los sobrinitos. Pero, la cosa no era tan fácil. Según me cuenta Mamita, no había rezo a la hora del almuerzo, a pesar que la tía María era ferviente católica, ella asistía a Misa y a todas las procesiones habidas y por haber. No había rezo pero sí había poesía, poemas, recitaciones, declamaciones, cantos, canciones, composiciones, guitarra, rondín. La tía María exigía a todos los sobrinitos que reciten, canten, toquen un instrumento, que demuestren lo que habían aprendido en el colegio. Ella era una entusiasta animadora e impulsora que todos debían aprender arte, música, canto. Y lo que empezó con tropiezos se hizo hábito y costumbre. Mi mamá y la tía Maruja eran las más pequeñitas; ellas veían como los primitos mayores cada día se desenvolvían mucho mejor a la hora de hacer sus intervenciones artísticas. Lo que parecía tortura tuvo sus compensaciones. La tía María con la anuencia y el billetito del tío Alfonso, con mucho cariño llevaba a sus sobrinos, en algunos casos eran como quince niños, los llevaba al circo, cine, teatro, operetas, sinfónicas, conciertos, ballet, coros, títeres, museos, radio, etc.
Y así todos aprendieron algo artístico. Mi tío Teodoro Cadenillas Uribe resultó un experto señor en las castañuelas criollas; mi primo mayor Claudio Campos Cadenillas guitarrista pinglista de las peñas de Barrios Altos.
Mi mamá se cultivó como público en las diferentes manifestaciones artísticas. Ella estudió corte y confección en primaria. Trabajaba de modista. Se casó con papá Niko, tuvieron unos preciosos bebés, unos querubines, mi hermano Pedro y yo. Y cuando ya teníamos cinco, seis años de edad, Mamita nos llevaba, tan igual como la tía María, al ballet, conciertos, sinfónicas, títeres y teatro. Me acuerdo como si fuera ayer, yo tenía siete añitos, mamá me llevó a ver teatro para niños en el Cine Venecia, la obra: “Pluf el fantasmita y el Capitán Pata de Palo”. Esa obra y la actuación de los actores me marcaron para siempre. Pasaron diez años para romper el miedo, en cuarto de secundaria me atreví subir a un escenario, me inscribí en el Club de Teatro de mi Gran Unidad Escolar “Alfonso Ugarte”, mi profesor fue el actor Álvaro Gonzales más conocido en el mundo de la televisión y teatro como Guayabera Sucia. Fue un reto indescriptible. Terminé secundaria. Hice teatro universitario, participé en el elenco de teatro de la Universidad San Martín de Porres. Ingresé al Instituto Nacional de Arte Dramático de Lima, ahí conocí un gran ramillete de grandes profesores y alumnos súper histriónicos dotados en el canto, baile, y por supuesto en actuación. Conocí en su mayoría a los egresados, uno de ellos es mi buen amigo, Ismael Contreras Aliaga, y hoy día, sábado 09 de octubre del presente tenemos la dicha que el Gremio de Escritores del Perú nos brinde un homenaje, a Ismael por sus 50° años de labor en teatro para niños y a mí por mis 50° de labor artística. Increíble pero cierto.
Para terminar una anécdota dentro de la anécdota. Dije que cuando tenía siete años de edad mi mamá me llevó al teatro para niños para ver “Pluf el fantasmita…” pues ese elenco de teatro estaba conformado por jóvenes que más tarde serían los pilares del teatro nacional. Estoy hablando de la directora, escritora y dramaturga Sara Joffré; la actriz y docente Aurora Colina; el escritor, actor, doctor Alejandro Elliot; el actor, doctor Marcial Mathews; Carlos Casella, el recordado Capitán Pata de Palo; entre otros.
Eso es todo por el momento. Reitero mi agradecimiento al Gremio de Escritores del Perú por este significativo homenaje. *Fotografía: La mía familia, extrema derecha sentados los queridos tíos: María Uribe & Alfonso Alcántara. NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS Lima, octubre, 2021.

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