Viejo
pendejo. NDLeón.
-¿Va
de fresa?- pregunté a la diabla.
-¡De
frejol!- me respondieron con cacha.
En
la cuadra cinco de la Av. México subí a la volada a una combi asesina. En cada
lado de la puerta, un señorito, estos conversaban
amenamente y jodían el paso. El cobrador despertó a una joven que se había
quedado dormida justo cuando subí a la combi. Me senté con medio cachete
afuera, el otro asiento lo ocupaba una robusta mulata, buena moza, tetona,
caderona, con cara de pocos amigos. Los señores hablaban como loros y a cada
rato preguntaban al cobrador sobre su destino: -¿Falta mucho?- ¡Ya casi
llegamos yo les aviso! –contestaba el cobra fastidiado.
-¡Abtao,
Gamarra, Gamarra, Aviación… San Pablo, todo México… lleva!
Yo
también iba a Gamarra a comprar un cuarto de calzoncillos de algodón clásico
blanco. Con el gesto fruncido hacía memoria para recordar el nombre de la tienda
pero nada, tenía una laguna profunda. Lo bueno que sabía cómo llegar.
-¡Bajan!
¡Gamarra! ¡Llegamos!... ¡Ganzos llegamos! ¡Ese par de gilbertos, cuidadito con
los choros! ¡Lleva! ¡Agarra izquierda, no paramos hasta San Pablo!
Los
señores con buena ropa de marca y zapatitos mocasines cruzaron la Av. México
con mucho cuidado. Metieron sus manos al bolsillo donde llevaban la billetera o
el billete. Tic típico del nervioso gallo fuera de su gallinero. La diferencia
de edad era más o menos veintitantos años de edad, podían ser papá e hijo o
familia por los rasgos similares. Pero lo notorio era que no eran de La
Victoria. Más bien tenían la pinta de esos caseritos esporádicos del emporio
empresarial.
La
pareja caminaba rapidito, yo iba detrás de ellos mirando las novedades.
Avanzamos dos cuadras y la procesión de ambulantes y parroquianos se hacía
mayor. En la tercera cuadra las jaladoras eran más persuasivas, mañosas y
jodidas. Pero en la cuarta cuadra donde no se podía caminar, los ambulantes y
jaladores se peleaban al cliente a la mala.
Emporio Comercial de Gamarra - Distrito de La Victoria |
A.-
¡Señor, casacas, camisas, corbatas, a los mejores precios!
B.-
¡Casero, que necesita, acá tenemos de todo, pida lo que usted quiera!
C.-
¡Joven, todo para varones, a buen precio!
No
sé cómo llegó pero estaba ahí. Apareció de la nada. Una jaladora de
exportación, mestiza, cabello lacio negro largo sujetado por una coqueta
vincha. Joven, fuerte, bonita, con saoco, pechereques tentadores y magistrales nalgas
redonditas de infarto con su pantaloncito cortito de licra. Abordó a los
vecinos pitucos. Los pituquicos se desconcertaron. La joven conocedora de sus
atributos persuasivos, dijo muy convincente:
D.-Papacitos,
díganme que buscan y acá estoy yo para satisfacer sus necesidades… ¿Casacas,
batas, ropa deportiva, pantalones, medias, zapatillas, ternos? ¡Pidan con
confianza que les saco descuento de mayorista!
Por
la cara de los dos angelitos se notó que estaban perdiendo por goleada. El
mayor de ellos, abrió los ojazos y, balbuceo:
-¡Queremos…
sexo!
-¿Sexo?
¡Sexo con tu abuela! ¡Viejo de mierda, degenerado, mañoso huevón!
Yo
me maté de risa y el par de no tan giles siguió caminando a paso ligero a su destino.
Nicolás Daniel León Cadenillas.
Lima, junio, 2017
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