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La Crema y Nata. NDLeón

La Crema y Nata. NDLeón
                                                                                        
- ¡Carajo! ¿Por qué chucha tenía que llover hoy, así? ¡Mierda! -requintó frente a sus allegados el presidente del Club Social. Desde la reja de seguridad miró al cielo ácidamente buscando una respuesta. Luego de varios segundos bajo la mirada hasta las puntas de sus zapatos embarrados de lodo. -Tanta preparación para la inauguración de la nueva sede y nos cae este cataclismo de mierda con rayos y truenos- siguió rumiando su cólera el señor presidente del club.

-Por algo será, no reniegues, sírvete una cerveza, prende la rocola, relájate con unos boleros cantineros de Lucho Barrios, Pedrito Otiniano- aconsejó el chef/barman prestidigitador profesional del jirón Vizcardo y Guzmán.

-¿Estamos a tiempo… algo nos hemos perdido algo?- preguntó el Ciego Carlos desde la reja de entrada.

Los directivos del club sonrieron e hicieron pasar a Carlitos y compinches.

-¡Tá'juerte la lluvia! *¡Mozo, sírvame, la copa rota / Sírvame que me destroza, esta fiebre de obsesión / Mozo, sírvame, la copa rota / Quiero sangrar gota a gota, el veneno de su amor! … ja jaja ja... ¡Mozo, tráeme una y una!
-¿Qué? ¿Cristal, Pilsen, Cusqueña, Heineken?
-Cualquiera… mejor la más baratita.

Se destapó una botella de champán, brindaron con caras tristes por el éxito del local. Seguidamente abrieron cervezas para todos los presentes. Prendieron la rocola, pusieron música para todos los gustos. Después de la primera caja, se escuchó bulla y barullo. Tocaron a la puerta con insistencia y premura. La lluvia no paraba. Se hicieron presente los vecinos de cuello y corbata. Señorones y señoras, muy bien vestidos, elegantes, con buenos calzados; las mujeres, bien pintadas, cargaban grandes carterotas de colores. Los varones apestaban a colonia importada y las damas a perfumes raros y exóticos. El grupo entró como en su casa, no saludaron a nadie y se acomodaron en la mesa mayor.





-¡Compadrito… siéntese aquí!- susurró la comadre.
-¡Gracias comadrita, cuídeme el asiento que ahorita voy!
-Compadrito, yo quiero un Capitán- solicitó la comadrita.
-¿Mozo, sirves cocteles?... ¡Un Capitán!... ¿Algo más comadrita?
-Por ahora nada más… más adelante te pido la yapa.

El Ciego Carlos olió la melosa conversación de los compadres, sonrió maliciosamente, y haciendo chacota en voz baja se dirigió a sus colegas de la Óptica Palermitana:

-¡Compadre que no se come a la comadre, no es buen compadre!- los colegas celebraron con grandes carcajadas la chispa del famoso carnal.

El esposo de la comadrita dirigía el ritmo a su mancha. Él era el caporal del grupo. Ordenaba el pedido de la mesa a su gusto, pedía y contabilizaba el trago y la comida. Era también el gracioso, el chistoso, el juglar y comodín, la primera voz y el cuervo letal de los que se portaban mal. Según las malas lenguas -que nunca faltan- el señor caporal era el que hacía la lista de los invitados.

-¡Él no va… él sí… este menos. A ese par de locas mi mujer no las puede ver. Táchalas!- ordenaba a raja tabla.
-¿Por qué?
-¡Elimínalas!
-Jefe, son las invitadas de su compadre el patrón.
-Me llega, no van y punto.
-Si el patroncito pregunta yo le digo que usted no quiso, no se me vaya a picar. Yo cuido mi trabajo.
-No te preocupes, no me encargo de tu patrón.

Las señoras chismoseaban lo que le daba en gana y de cuando en vez se maquillaban los cachetes con rouge de colorete. Los señores se talqueaban la ñata de vez en cuando para resistir la exagerada y vil licoreada. Cuando el grupo estaba bien sazonado, a mitad de la noche, el caporal brindó por la amistad y hermandad. Tras el brindis, remató con una frase final memorable:

-¡Nosotros somos la crema y nata de la localidad, del vecindario, del distrito y alrededores… salud!

El Ciego Carlos, no se aguantó, el trago se le escapó por los oídos, nariz y guargüero; carcajeó mirando al caporal y a su grupo. Se sentó y en complicidad con sus hermanos de cebada, manifestó:

- ¡Yo solo huelo azufre y creso, promiscuidad, delincuencia, robo, prostitución, hurto agravado, corrupción, sicariato, compadrazgo, y otras mierdas más!

El mozo escuchó muy bien las santas palabras del Ciego, le advirtió que una malcriadez más y lo retiraba de evento.

-¡Carlitos, cállate la boca por favor, no la cagues, te van a faltar el respeto… por favor… las paredes tienen oídos!
-Oe, la vez pasada hicieron un chongazo a media noche, llegó Serenazgo, la policía, al día siguiente salieron en los diarios en las páginas policiales, noticieros… y tú me haces callar a mí.
-¡Entiende! Te callas o te vas del local, no queremos problemas con los señores. Ellos están consumiendo cualquier cantidad. Tú desde que has llegado tienes dos cervezas. No jodas.
-Ya me voy, primero ponme un solcito en la rocola, Mujer Ingrata; Víbora; Mala Mujer, y me voy con mi gente... **Oh, diablilla.  Mi brujita. Mi cholita bonita. Extraño tus maldades. Tus mentiras, tus enredos, entuertos... y desidia. Extraño tu pose de pérfida dama fina. Te extraño mi querida... Lucifer, hecha mujer. ¡Tramposa, jugadora, falsa, pendejerete, calumniadora, mentirosa, amiga de Magalli, conchatumare!
- Ya Carlitos… chao. Se acabó tu cerveza. Chao.





Los señores de cuello y corbata escucharon todo lo declamado por el Ciego pero para no hacer roche prefirieron hacerse de los oídos sordos. El caporal murmuró en la orejota de su patrón:

-Mañana lo chanco todito, lo corto en pedacitos, lo destruyo, lo desaparezco…
- De acuerdo, sólo has que parezca un accidente- sentenció el patrón.

Y la fiesta siguió hasta las últimas consecuencias, con enredos, palitos, aspiraciones, tríos, tiros y acomodos.

* La Copa Rota de José Feliciano.
**Diablilla de Nicolás León.

Nicolás Daniel León Cadenillas.
Lima, 2017.   

1 comentario:

Anónimo dijo...

EL BARRIO EN SU MAXIMA ESPRESION CON SUS PERSONAJES DE SIEMPRE ME GUSTO MUCHO Q SIGA LA WASKA POR SIEMPRE VIVA EL PERU