Fueron duros años de faneones descarados del gran gobierno corrupto, escases de productos de primera necesidad, grandes colas para comprar un pan. La coimera corrupción dejó la posta al funesto aliado. La peste gubernamental más grande de la historia nacional continuaba con el nuevo gobierno. Shock económico traidor. Mentiras tras mentiras. Corrupción, delincuencia, muertes, hacían mella y yaya en las tres regiones naturales. El país se encontraba en la más completa tristeza y mísera desolación.
Él; el alquimista, poeta y cocoroco; no encontró otra salida que vender sus mercaderías de las fuentes de las sabidurías y mercachifledurías. Cargó sus chivas, bultos y mochila; partió para el norte del norte grande. Cinco y cinco de la madrugada desapareció de su casita dejando una notita que decía: -Adiós-.
Se marchó con la gris aurora, cantando un lamento:
- "Sale loco de contento con su cargamento para la ciudad, ay, para la ciudad. Lleva en su pensamiento todo un mundo lleno de felicidad, ay, de felicidad. Piensa remediar la situación del hogar que es toda su ilusión, sí. Alegre, el jibarito va pensando así, diciendo así, cantando así, por el camino: 'Si yo vendo la carga mi Dios querido, un traje a mi viejita voy a comprar'. Alegre también su yegua va al presentir que su cantar es todo un himno de alegría".
Pasaron los días. La niña de sus ojos pardos aleonados, su hijita, de casualidad se dio cuenta que la puerta de la recámara de su padre estaba sin llave ni seguros. Desde el día en que nació habían pasado quince años y era la primera vez que entraba al aposento de su progenitor. La jovencita, linda y bella como su madre, y muy inteligente como su padre. Suerte que no fue al revés porque hubiera sido una terrible tragedia natal.
La linda y bella criaturita a ojo de buen cubero, echó pluma mentalmente:
- Es el cuarto más grande de toda la residencia familiar.
La alcoba era un cuarto tétrico multiuso; atelier, templo y laboratorioski.
La engreída entre sorprendida y curiosa; miró, vio, observó todos los enseres y bártulos desordenados en el antiguo escritorio de madera; se animó y delicadamente rebuscó por los trastos regados en el piso; en los cachivaches, maletas, roperos y closets. Encontró docenas de botellitas de agua potable, elixir de la larga vida, pedazos de la piedra filosofal, pisco purísimo, pisco acholado macerados con frutas secas y botellas de vino tinto de la Hacienda Don Guillermo. En un lugar previligiado, sostenido por un artístico atril tallado en madera de cedro, encontró el Libro; en el lomo del encuadernado se leía algo borroso: “Alchimista della Botica del Diavolo”. El libro llevaba anotaciones a puño limpio, escritos en taqui y meca, dibujos con enrevesado códigos; chismes, telegramas, alfabeto morse y braille; recetas de cocina, alquimia, licores; bucles, retratos, pañuelos, cartas de amor, serpentinas de los años de la pera. La joven ojeó a la rapidita las novecientas noventinueve páginas, se detuvo cuando llegó a una términología rara: 'Oboedientĭa' ... deletreó el verso, pensó en su significado, volvió a leer.
Después que leyó repetidísimas veces las mismas líneas del secretísimo libro, automáticamente, se dio cuenta porque su padre era un personaje tan enigmático, desconfiado, odiado y querido, más odiado que querido y siempre temido. Libre pensador cuestionapólogo del bien y del mal.
Después que leyó repetidísimas veces las mismas líneas del secretísimo libro, automáticamente, se dio cuenta porque su padre era un personaje tan enigmático, desconfiado, odiado y querido, más odiado que querido y siempre temido. Libre pensador cuestionapólogo del bien y del mal.
Ella también acostumbrada a escuchar de sus abuelitas, historias, cuentos y fantasías mezcladas con realidades de la cotidiana realidad, historias acaecidas en los bellos pueblos de míticas brujas, el Valle de Cañete, Cachiche, Maravilla y Huerta Perdida. Entendió muy bien que su papá conocía perfectamente esta cantaleta familiar. Repuesta de la sorpresa se concentró detenidamente y repitió palabra por palabra el verso, lentamenta:
- "SámVichen'tè vall'bemdito, Cuna i Capitell'Alte Nego, Imperiá, San Luí, Jionji. Lunahuaná, Quilmaná, Santacrú. Pasión, Vía Crúci. Pisco, vino, cachina. Sopa seca, Carapulcra, Charquicán raya seca, Frijol cola'o. Toca cajón, quijada'e burro y guitarra y... mazamorra morada".
Mientras leía, miró al perrito fijamente, las macabras palabras hicieron su efecto. Sin querer queriendo hipnotizó al inocente pulgoso con los síntomas de burundanga y lo convirtió en su esclavo.
- Pide, tú sé miamo, toy pá selvilte. ¿Qué desea mi señoa? Soy el guenio del populibro. ¿Qué desea? ¡Píde tés deseo!
- ¿Tres deseos?
El canino, embrujado, con la patita izquierda se tapó la cara y con la otra patita señaló un objeto a simple vista modesto pero de alto valor aurífero noble. La niña mordió el metal y reconoció lo que tenía en la mano. Pidió otro deseo.
- ¡Tilín tilín, pasó tu cuato deoda ... áta maniana con lo pancho por ete mímo canal y a la míma óda!
Con una sonrisita comprometedora la muchachita se retiró de la recámara. Desde ese momento el guardián de la casa cada día señaló un escondrijo secreto.
Generalmente la hijita veía a su progenitor en octubre. Pero en esta oportunidad el señor jefe de familia, imprevistamente, por una promesa a su querida Rosa, regresó al barrunto en el mes de Santa Rosita Isabel. Él, bajó del taxi silbando, tarareando, cantando el mismo lamento que cuando partió:
- "En eso le sorprende la luz del día, y llegan al mercado de la ciudad. Pasa la mañana entera sin que nadie quiera su carga comprar, ay, su carga comprar. Todo, todo esta desierto el pueblo esta muerto de necesidad, ay, de necesidad. Se oye este lamento por doquier en mi desdichada Borinquén, sí".
A cien metros de distancia de su hogar percibió lo imperceptible - Algo está podrido en el barrio de BalconCity - se dijo. - ¿Qué se cusicusí? - se preguntó. Metió la mano al bolsillito secreto de su chaleco mochilero y nada, no encontró la llave de su aposento. Miró la ventana de su cuarto, lucía adornada con un forado espectacular; la cortina fuera de lugar. Sonrió con lo que le quedaba de su buen corazón apóstol. Subió lentamente a su departamento, abrió la puerta y se dirigió a su cuarto, la puerta estaba abierta y en la camota bien echado estaba su mascota, silbó, el perro ni ladró, ni movió la cola, siguió durmiendo la mona. Entró a su cuarto. Observó a su engreído costal de pulgas, le levantó la carita y con un suave aliento de vida - un leve tufaso de sangría tetrapack - lo regresó a la realidad. El animalito recobró su personalidad. Libre del hechizo saltó de alegría y abrazó a su fiel amo. Él, escuchó nuevamente un hola canino:
- ¡Guao! - y muy al oído - ¡Algo pasó! - el perrito repreguntó - ¿Cómo se dice revolvido o revoltido?
- Revolvió. Ladra. ¿Qué más?
- No sé... pero pasó.
- ¿Qué pasó?
- ¡No sé!
Él, caminó varios pasos, llegó al centro del dormitorio, se cuadró, giró lentamente, luqueó los huariques de los ochenta metros cuadrados de superficie; paredes, pisos, muebles, adornos. Todo había sido husmeado, saqueado. Los clavos de plata de las paredes arrancados; los cuadros, fotografías y recortes de periódicos, apiñados unos sobre otros en el suelo. Del espejo de su vida con marco de pan de oro, sólo quedaba migajas de pan, el oro había sido roído.
La niña despertó, se colocó su bata y descalza salió del dormitorio. Desde la sala se encontró con la penetrante mirada de su señor padre. Este, inmutable y de carácter impenetrable, se acercó con un silencio escalofriante.
- ¿Y, qué fue?
- ¿Qué fue qué? Yo no sé nada. Por diosito... ¿De qué hablas papá?
- Es sacrilegio hablar de Dios cuando le tuerces el pescuezo a los mandamientos.
La hijita adorada, atrapada, miró la puerta, pensó en zafar. Él, abrió sus largos y fornidos brazos para evitar un absurdo desenlace y con una rápidez de cobra la cogió del cuello, la estrechó contra su pecho, la apapachó como cuando era una criaturita, con el mismo cariño de siempre. La miró tiernamente, soltó una risotada espeluznante, le murmuró al oido.
- Ya pasó. Mi'jita, yo hubiera hecho lo mismo que tú si se me hubiera presentado la misma oportunidad. Mi querida hijita querida… ¡No lo vuelvas hacer! ... ¿Tú mamá sabe de tu gracia?
- Algo.
- ¿Y tú hermano?
- Nada. Nadie sabe nada.
- Que quede ahí.
- ¿No entiendo?
- Te invito un seviche o... un pollito a la brasa? ¿Qué quieres?
- Todo.
- ¡Eres igualita a mí! ¡De tal palo, tal la espina!
- ¡Astilla, papá! ¡De tal palo, tal astilla!!
Con dirección al mercado salieron cantando el mismo lamento que cubría toda la ciudad:
- "Se oye este lamento por doquier en mi desdichada Borinquén, sí. Y triste el jibarito va pensando así, diciendo así, llorando así por el camino: Qué será de Borinquén mi Dios querido. Que será de mis hijos y de mi hogar. Borinquén, la tierra del Edén la que al cantar el gran Gautier llamo la perla de los mares, ahora que tú te mueres con tus pesares, déjame que te cante yo también".
- Canción: Lamento Borincano de Rafael Hernández Marín.
Nicolás D. León Cadenillas.
- Canción: Lamento Borincano de Rafael Hernández Marín.
Nicolás D. León Cadenillas.
Wörth am Rhein, Octubre, 2012.
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