La chatita y el acrílico pintor
Para mi querida hermana Virginia Elena, por su cariño y gran colaboración.
La chatita y el acrílico pintor (título original en ayakuchumantino: Chatay Nanshi Shenishenta) es una cuento basado en un chisme de Niky León. Es narrado por el gran cerrajero y cerrador Canuto Villanovón, y dirigida por los hermanos Dobermann y Florentino Tito. Galardonada con el Premio del Festival Mi Perú “Qué Olor-Melcochita-Desodorante”.
Argumento
La chatita y el acrílico pintor (título original en ayakuchumantino: Chatay Nanshi Shenishenta) es una cuento basado en un chisme de Niky León. Es narrado por el gran cerrajero y cerrador Canuto Villanovón, y dirigida por los hermanos Dobermann y Florentino Tito. Galardonada con el Premio del Festival Mi Perú “Qué Olor-Melcochita-Desodorante”.
Argumento
La Chaticienta es una jovencita que, después de llegar a la ciudad capital se ve obligada a ser la servilleta de su tía madrina, mientras que las hijitas de esta tiíta se dedicaban a parrandear, dormir, güevear, sin hacer nada, ni siquiera lavar sus calzones, ni sus medias pezuñentas después del partidito de vóley. Un día recibe una tarjeta de una fiesta popular Pollada Bailable. Con la ayuda mágica de una vecina puede ir al baile donde conoce al acrílico pintor. Antes de las doce de la noche regresa a su casa. El Acrílico Pintor se vuelve a encontrar con la Chatita. Ella ni corta ni perezosa le saca plan al toque, él atraca y viven felices para siempre.
Para la Chatita los dulces sueños de paseos, bailes y cortamontes andinos le fueron zarandeados, cortados exabruptamente de cuajo, por aquella pesadilla que llegó de noche vestida de pólvora y muerte. La Chatita ayacuchomantina escapó de unas tierras más allá de las cumbres y nevadas, gracias a su agilidad y talla de ratón de monte; huyó dando tumbos, bajando a velocidades insospechables los kilométricos toboganes naturales hasta llegar a la ciudad capital. Buscó el blanquiazul distrito popular y lo encontró; buscó de madrugada la casa encantada de su querida tía madrina y la ubicó; sin presagiar que llegaba al silencioso barrunto de las chicharras, cuetes, pistolas y pipas de la paz de La Pólvora de BalconCity.
La carismática tía madrina, mujer ingrata sin corazón, conocida por su lengua deslenguada como la Mucama
Asesina; vendía sus anticuchos, raches y choncholíes en su carreta color sangre en el pasaje Dasso entre la esquina del jiron Juan Castro con Huamanga ... pasaje.
Asesina; vendía sus anticuchos, raches y choncholíes en su carreta color sangre en el pasaje Dasso entre la esquina del jiron Juan Castro con Huamanga ... pasaje.
A los dos días de la llegada de La Chati, los zanahorias y esquineros del barrunto le tiraron ojito a la chatita linda y el más angélico jugador le alcanzo una invitación.
- ¿Tía Madrina, qué cosa es "pene", yo creo que lo conozco con otro nombre?
- ¿Quién miércoles te está hablando cojudeces? ¡Hábla, carajo! ¡Ni bien llegas ya te quieren joder? ¡Basúras! ¡Escucha, no te quiero ver con nádies!! ¿Entiendes? ¡Con nádiess! ¡Y para qué te lo sepas: Péeenéee! ¡Pene es el miembro viril masculino que los hombres tienen para hacer pipí ... y para hacer hijitos!! ¿Entendíste? ¿Quién es el maldito que te a dicho semejante grosería?
- "El Padrecito" Jorge Quiñones de Juan Castro, me ha dicho: Te invitamos a la romería por los caídos del Parque Dasso. ¡Tenemos que rezar para que sus almas no penen!
El tiempo pasó volando y la chatita chambea que te chambea, ayudando a su desconsiderada tía madrina; la pobrecita lava, plancha, cocina y limpia la carreta colorada. Escuchaba en cada esquina todas las tremendas fiestotas del vecindario y se dio cuenta que no todo el mundo exterior es un vacilón. Aprendió rápidito a tararear una canción:
“Todo aquel que piense que la vida siempre es cruel, tiene que saber que no es así, que tan sólo hay momentos malos, y todo pasa. Todo aquel que piense que esto nunca va a cambiar, tiene que saber que no es así, que al mal tiempo buena cara, y todo pasa. Ay, no hay que llorar, que la vida es un carnaval, es más bello vivir cantando”.
La tía madrina aprovechando que tenía servilleta gratis, se dedicó a la venta de paquetitos, perfumes y colonias; vendió su primer perfume bien carolino y con esa plata compró dos perfumes que luego vendió y así sucesivamente hasta que un día llegó de Uchiza y Tocache, el Agrónomo del Diablo, que con su encanto y carita de ángel, le metió letra y le compró cincuenta productos de los más caros y de marca, pagando casi al contado.
- Para la próxima semana necesito el doble, vengo temprano.
- Acá lo estaré esperando ingeniero.
Efectivamente, llegó el día y el Agrónomo del Diablo cargó todo en su diabólico coche; al momento que metió la mano al drilo salió con la novedad que se había olvidado la chequera, la billletera y las tarjetas doradas.
- Voy y vengo, ¿no vas a dudar de mí, no?
- ¿A qué hora viene, ingeniero?
- ¡A las doce después de Misa!
- ¡Vaya pues con Dios! Acá lo espero.
Llegó el mediodía en el meridiano 0º, las dos, las tres, las diez de la noche; el mediodía del día siguiente y el Agrónomo del Diablo nunca apareció. La tía madrina endeudada hasta la coronilla, misia y miserable con tremenda yucaza volvió a soplar las cenizas de los carbones de su carretilla colorada más amargada que limón podrido. Haciendo la vida imposible a todo ser humano que se le cruzaba en el camino y maltratando a la chiquitina.
La Chata ya era una más del vecindario pero seguía estrangulada por su hada madrina; hasta que un día, de miércoles, le llegó a sus manitas una áspera cartulina rosada de segunda mano, era una Tarjeta de invitación para una Gran Pollada Bailable sale con todo hasta las últimas consecuencias, organizada por el Acrílico Pintor y su familia, Pro-Bolsillo; tarjeta aceptada- tarjeta pagada; y ella para sí se dijo decentemente:
- ¡A la merda! ¡Ahora sí, como sea voy a la Pollada Bailable, voy aunque sea calata, voy a demostrar que puedo bailar y cantar como en mi tierra, que soy tan trome en el género vernácular andino como mi paisana "La Princesita de Mayo Orco"; voy así tenga que hacer pacto con el taita diablo colorado ricurishca!
Se armó de valor y se dirigió al dormitorio de su tía madrina, esta sin abrir la puerta le contestó.
- ¿Qué michi quieres a esta hora? ¿Son las diez de la mañana y ya empiezas con tus preguntitas estúpidas?
- Tia madrina, el sábado hay una pollada, puedo ir?
- ¿Quéeeeee? ¡Áaabre la puerta y míiirame a los ojos condenada! ¡Quéee quieres hacer malagradecida!
- Tía madrina el sábado hay una pollada ...
- ¡Ya lo sé! ¿Has lavado los calzones de mis hijas, sus uniformes deportivos? ¿Sus medias, sus yines, los mandiles? ¿Has trapeado la sala? ¿Has dado de comer al perro, a los periquitos? ¡El gato está que se muere de hambre! ¡Pasa la aspiradora! ¡Riega el jardín! ¡Limpia las ventanas! ¡Sancocha las papas, los choclos! ¡Limpia la carreta! ¡Y no me pongas cara de víctima! ¡Por la pú … ñaladas de San Benito!
- Pero madrina ...
- ¡Cállate, que yo estoy hablando, malaeducada de miércoles! ¡Respeta! ¡Estoy hablando!!
- Todo está hecho ...
- ¡Vuélvelo hacer, ociosa! ¡Acá tienes todo gratis y jódes! ¡Fuera de mi presencia!
Llegó el día sábado, día de la gran pollada bailable del acrílico pintor; la buena vecina e inquilina Gipsy De Jóse Carlos le prestó un vestido, una cinta para el cabello, y un gancho de pelo; pero, con una condición, tenía que regresar la telada prestada a un cuarto para las doce de la noche, pues la vecinita tenía un quinceañero en el antiguo barrio bajopontino del Rimac y necesitaba el vestidito a la hora exacta; la chatita aceptó y se descolgó por el balcón utilizando una sábana amarillenta pero limpia y sin huecos.
En la Gran Pollada Bailable el acrílico Pintor se hechizó a primera vista de la chatita, le dio su pollada y la sacó a bailar en prima; ella tiraba su ritmo, tenía sus dotes folklóricos innatos de canto y baile y tumba monte, se tomó unas cuantas chelas y en lo mejor del tono el acrílico pintor deja notar sus buenos sentimientos.
- Chatita, yo quisiera pintarte toda, toda, tenerte entre mis brazos para arrullarte con mi canto y reconozcas que tienes un amor que te ama tanto.
- ¿Sabes pintar bien?; dulcemente indagó la chatita.
- ¡Con mi brocha hago maravillas!
A la Chata se le iluminaron sus inocentes y tiernos ojitos.
- Tanto como tú quieras quedarte, quédate a mi lado. A las doce viene mi tío, el chistoso del humor de Risas y Salsa, para hacer música y ambiente.
- ¿A qué hora es, ahorita?
- Faltan quince minutos para las doce.
Al escuchar la hora, a la Chata se le pararon las trenzas, agarró fuertemente la presa de pollo con la mano y salió corriendo precipitadamente como pericotito asustado a devolver lo prestado, dejando en pindinga al cocodrilo pintor. En la huída se le cayó la tarjeta que tenía en los pechereques, el acrílico pintor recogió la tarjeta y se la guardó en el bolsillo de su pantalón coloreado.
Al día siguiente, el acrílico haciendo el arqueo de los costos, el debe y haber, le faltaba una tarjeta y una presa; el acrílico pintor recordó que tenía en su jean la tarjeta de la chatita y al cotejarla se dio con la sorpresa que la Chata había comido y no había pagado; salió en su búsqueda. El acrílico pintor tocó todas las puertas de la casa de la bruja tía madrina y nadie abría, por temor a un cobrador o porque estaban de boleto o de amanecida. Después de dar vueltas como trompo carretón se encontró con la mirada de la chatita que lo contemplaba desde el balcón. El acrílico se enredó en la conversación, después explicó que sus hermanos le exigían su parte y el que más jodía era su hermano lobo Richard, el laborioso hijo de la luna llena, “El mutante hombre murciélago”. Ella había pensado que la presa se la habían invitado; pagó a regañadientes y el acrílico pintor para no quedar hastas las caiguas, tomó la iniciativa y la invitó a la cevichería de El Gato Ojitos Verdes en Matute, a tomar desayuno con un levanta muerto fomostro ceviche mixto, con crocante canchita, choclo, queso y ají huacatay y una chela helada. Ella ni corta ni perezosa ve en el acrílico pintor a su principe blanquiazul cálido ardiente intenso y le saca plan al toque y él todo inocente, muerde el anzuelo y atraca; después de media caja de cerveza se fueron a un rinconcito muy cerquita del cielo, al quinto piso sin ascensor, y la chatita muy pancha perica bailó y cantó, a dúo rieron, lloraron y zapatearon unos ricos huaynitos; y nunca jamás la chatita linda de ayacuchomanta regresó a la casa encantada de la despiadada tía madrina; y vivieron felices comiendo sus ricos combinados siete sabores con sus litros de té de la Rica Viky. Y colorín colorado este cuentito laboral se ha acabado.
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