Por fin había llegado el día del estreno, los ensayos habían sido tediosos y conflictivos; después de tres meses interrumpidos salpicados de problemas existencialistas nos encontrábamos con algunas horas de tranquilidad, armonia y paz. Llegué puntual a "La Cabaña", a la hora programada; ingresé feliz de la vida, silbando y tarareando a todo pulmón el estribillo "La Balada de Macki Navaja"; un segundo antes de entrar a mi camarín el director bruscamente me reprende por tanta osadía y desvergüenza.
- ¡Carijooo, chiflar en el teatro trae mala suerte!
- ¡Macki Navaja es teatro!
- ¡Silbar trae mala suerte! ¡No sea patoso!
- A chichi, no sabía ... "Si el diablo tiene cuernos, la serpiente cascabel, Mackie tiene una navaja, pero nadie la puede ver. Jamás deja rastro en un crimen, es astuto como el chacal, con sus guantes Mackie Navaja, borra huellas, sus huellas de rufián, ...".
Canté bajito para hacer las pases y me apresté a entrar a mi camarín, en eso, escuché la réplica de la primerísima primera dama del teatro nacional.
- Eso de mala suerte es una tontería. Tenemos que desterrar las cábalas y superticiones del Averno. ¡Creo en Jesucristo Dios Padre Todopoderoso, creador del cielo y de la tierra. Su Único Hijo Nuestro Señor! ¡Cristo Jesús, Omnipotente y Todopodero nos cuida con Amor! ¡Con Amor derrama sobre nosotros el don de la Sabiduría, ven Espíritu Santo eterno Amor! ¡Por amor soy de tí y seré toda la vida, mientras viva, por amor, por amor, por amor! ¡Tenemos de una vez por todas echar esos blasfemos mitos y leyendas a la Santa Hoguera Inquisidora! ¡Yo rezo, Josemaría me protege ... y rezo por ustedes, colonia de pecadores!
- ¡Estámos en los dominios de Dionisio y él nos protege! ¡Vale!
- ¡Pamplinas! ¡Estamos en el siglo XXI, primer siglo del tercer milenio!
El director me miró como profesor bueno y condescendientemente, me palmeó el hombro, suavemente me dijo:
- ¡Por favor, no vuelvas a silbar! ¿Vale?
Contesté afirmativamente sin decir una sola palabra. Entramos a nuestros camarines y sonó el primer timbre. La primerísima primera actriz hizo lentamente mutis hacia su camarín, cerró la puerta y se escuchó un rosario de mortificaciones, en latín. Los nervios nos salían por los poros; un actor se preocupaba de su peinado. Otro actor tenía cara de tener la horca en el cuello. Nos dijimos, mierda, sin la Diva. La primerísima primera actriz pide por favor unos minutos más de alargue antes de tocar el tercer timbre. No encuentra sus lentes de contacto. El público exige puntualidad y los técnicos seguidores de Baco, y de la sangría, deciden no esperar más. Se persignan, hacen una señal y mandan el tercer timbre. Se apagan las luces, los actores toman sus posesiones. Se escucha la respiración quebrada de uno de ellos. Luces y acción. Con una lluvia de aplausos empieza la función. A lo lejos se escucha la incomparable voz de la protagonista, de la primera actriz, segundos de expectación, aparece la diva, aplausos de todos los rincones del teatro que se viene abajo por la euforia de la platea; la divina tomó impulso y gallardamente se dirije al centro del escenario para dar inicio a su primer y magistral soliloquio épico; tropieza en la nada, trastavilló y voló por los aires su reluciente dentadura postiza, rebotando y se deslizó unos metros hasta la siguiente bambalina ante la mirada atónita de los presentes y público que no se perdió ningún detalle. Gran carcajada general. El director mandó apagar las luces para empezar de nuevo, sin antes decir:
- "Rezarás a tu Dios y a tu santón; pero el Teatro es del dominio absoluto de Dionisio, nuestro dios y protector, del arte y del buen vino" "¡Pardiez!".
Tres minutos de pausa y Dionisio nos protegió, palabra de Dios.
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