Gracias Julio Pareja, Carlos Guerrero, Thomas y María Inés Stegmeier. Gracias por todo, gracias por vuestra fina atención, gracias por invitarme a soñar.
Me encontraba en la Región Norte de la Ceja de Selva, parado en una esquina mirando para adelante, para atrás, todos los establecimientos cerrados, todas las calles vacías de gente están. Desde que amaneció me pareció un viernes trece, extremadamente dificil y agitado. No había movilidad, ni bus interprovincial en la Ciudad de Pedro Ruiz Gallo del Departamento de Amazonas. Tenía que esperar hasta medio día y yo debía estar a medio día en la ciudad de "Santa Cruz de los Motilones de Tarapoto". Gracias a Dios que conseguí un taxi colectivo que nos salvo, a mi y a los otros perdidos como yo; el asunto es que llegué unos minutos tarde; noventa minutos exactamente; me comuniqué por celular con el Profesor y nos pusimos de acuerdo de encontrarnos en la puerta del Auditorio del Instituto Nacional. Llegué tarde nuevamente, el maestro músico y el maestro teatrista me esperaban muy preocupados. Un saludos de médico y ensayamos ininterrumpidamente dos horas. Después acomodé el escenario y salí a tomar aire y de paso me tomé una sopita wantán especial. Regresé al teatro-auditorio, armé los cachivaches, me cambié de ropero; el vestuario, demasiado grueso para los grados de calor que envolvía el ambiente. Como siempre, repasé mi texto; me advirtieron que faltaban cinco minutos para empezar la función. "Cuando quieran" fue mi lacónica respuesta. Una persignada y listo. Tomo mi posición en el centro del escenario, prenden la iluminación del proscenio; el maestro músico inicia los acordes de la partitura excelentemente majestuoso, magistral, como en las jaranas de los dioses del Olimpo, un solo de guitarra al mejor estilo norteño; una ligera pausa y yo empiezo con mi ritual escénico con la obra del tragicomico Luis Castañeda Alcalde "La verborrea y triquiñuelas del mudo ladronazo". Se siguen prendiendo las candilejas y las diablas del escenario; el profesor teatrista cajamarquez se transforma en el mago de las luces, y se bate en un duelo aparte con todos los efectos luminotécnicos a su alcance, además, hace las veces de apuntador y también cantante, haciendo la segunda voz en los cánticos cantineros victorianos al mejor estilo de Iván Cruz. Por mi parte todos mis movimientos fueron friamente calculados, adquiridos en los últimos cuarenta años de continua labor; poesía, narración épica, acercamiento, distanciamiento didácticamente magisteriales; rematé el espectáculo haciendo un homenaje a mi maestro, el gran Anthony Quinn, danzando el famoso Sirtáki de Zorba el griego. Terminé hecho una sopa, sudé hasta la última gota gorda. Por mi madrecita que me ilumina y siempre la tengo presente que no miento, esta vez es la purita verdad, verdadera de veracidad. La función salió espectacularmente apoteosica. Los reporteros gráficos se empujaban por tener la primicia. Aplausos, lágrimas, flores, coronas de rojos claveles; la pasada de sombrero reglamentario y me despedí del público de la cariñosa "Ciudad de las Palmeras". El maestro teatrísta y director del Grupo Hormiga me embarcó en un taxi con rumbo a Lamas.
Llegué a medianoche al Hotel, me habían reservado un cuarto con una hermosa vista panorámica. Me encontré instalado en un hermoso rinconcito cerca del cielo. Desperté muy temprano, los cantos de las aves y la luz solar me pasaron la voz como ángeles tropicales. Tomé conciencia del lugar, Alojamiento Los Girasoles, Pizzería Titi, el barrio Ankoallo, El Mirador de la Cruz; sí hubiera visto un manzano creía que estaba hospedado en el paraiso terrenal. Descansé a piernas sueltas, en hamacas o mecedoras. Antes de las doce del meridiano, llegaron jóvenes del Instituto y algunos integrantes de grupos de danza y teatro; hablamos de la obra, de la profesión, del debe y haber; del Sindicato; algunas fotos y fotitos con celulares, autógrafos y fin de la entrevista.
Llegó la hora del almuerzo, mudé de ropa, me vestí a lo Tarzán; mirando el hermoso jardín del Edén empecé a degustar la especialidad de la casa con su caracteristico buen sabor de la buena comida alemana de Baden; una hermosa pierna de jamón ahumado acompañado con nata agria, peras cocidas y mermelada. Justo en pleno festín, ensimismado en la delicatessen del manjar, tocaron, tímidamente, la puerta del apartamento; pregunto que desean, no oigo respuesta, me dirijo hacia la puerta y veo dos jovencitos, una parejita, cada uno cargando un maletín profesional de videocámara y de cámaras fotográficas con accesorios, lentes y micas. Me piden mil disculpas por la impertinencia y me explican que necesitan con carácter de urgencia tomar varias fotos para una revista de habla hispana. Les pido que esperen un momentito, que todo tiene solución, ¡Qué no cunda el pánico!; me vuelvo a poner el chacha de faena, me acicalo bonito, bien peinadito y los dejo pasar al cuarto. Los dos jovencitos muy simpáticos me hablan del hermoso día mientras arman sus máquinas y trípodes. Yo, modestamente, tomo asiento, dándole la espalda al gran manto nativo, y con el rabillo del ojo me miro en el espejo para percatarme que todo está en su sitio. El jovencito de la cámara fotográfica me sonrie y le pregunta a su colega:
- ¿Lista?
- ¡Lista!; contestó la camarógrafo.
Yo sonreí lo más natural posible, aguantando la respiración y sumiendo la barriga; mentalmente dije "wiskytiwisky", siempre sonriendo. Los dos jóvenes me observan, me sonrien, y atraviezan el cuarto con sus instrumentos, abren completamente las dos hojas de la gran ventana y comenzaron a filmar y fotografiar el barrio nativo Wayku y el divino paisaje desde El Mirador de la Cruz de Lamas.
* Lamas, conocida como la 'Capital Folklórica de la Amazonía'. Antonio Raymondi la llamó "Ciudad de los tres pisos naturales".
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