Te recuerdo Eugenia, te recuerdo Ada. A Pablo, también.
ESCUELA DE TEATRO
Dentro de mi preparación como actor en la Escuela de Teatro puedo decir que lo más resaltante fueron dos profesoras, la representación genuina, clásica y concreta del Yin y del Yang.
La primera era la representante del Yin, me apoyaba, me llamaba para los montajes, me aconsejaba para solucionar mis problemas, insistía que yo era bueno y que siga adelante que no haga caso a mis detractores. Fue mi apoyo incondicional, me preparó para bailar en un espectáculo musical, a danzar, a actuar y a caminar sobre el escenario con seguridad y aplomo como los mejores.
—Esto es duro, pero si insistes, eres un privilegiado.
—Sólo tienes que estudiar, estudiar y estudiar. Nunca se termina de estudiar, es fantástico ser alumno toda la vida.
—Cuándo se te mete el gusano del teatro siempre estará contigo.
—Disciplínate en el juego de la vida y en la vida misma.
La segunda, el Yang, era todo lo negativo que un alumno podía tener, argollera, jodida, caprichosa, para mí era un dolor de cabeza, en cada clase tenía preparada una estupidez para maltratarme psicológicamente. Pero no lo conseguía. Yo venía de un barrio popular donde la ironía, el sarcasmo, era pan de cada día, y ese tira y afloja en la escuela era un simple juego de niños para mi.
—¿Cómo? ¿Eso es todo? ¡Poco y todavía pésimo!.
—Es lo peor que he visto en todos mis años de profesora.
—¿Por qué no estudias otra cosa mejor, hijito? Y dejas tu sitio para alguien que valga la pena.
—¡Tu tienes condiciones para las artes manuales! ¿Por qué no te dedicas a eso?
—¿Por qué no seguiste en la Universidad? Porque acá estás quitando un espacio para uno que verdaderamente lo necesita.
—¡Estás a tiempo, sálvate! ¡A ti no te recomiendo esto!
—¡Mejor búscate un trabajo otro oficio!
—¡Hijito, cómprate un triciclo y ponte a vender verduras!
Ahora tengo que agradecer a las dos damas. A una porque me dio el valor de seguir adelante y a la otra por ponerme piedras en el camino que me sirvió para conocerme y cruzar las brechas, salteando uno por uno los obstáculos más adversos.
En la actualidad cuando construyo mi puente teatral y me preparo para una nueva obra, de nuevo entro en pánico de principiante, es angustiosa la espera del estreno. El reloj y los días no avanzan. Miro de reojo toda la experiencia adquirida y hago memoria de los concejos de mis mayores y sobre todo de mis dos recordadas profesoras.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Grötzingen, 2009.
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