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PLAYAS de NDLeón

PLAYAS de NDLeón



PLAYAS
En la panadería de la esquina los vecinos del pasaje nos cruzamos con una vecinita que nos cuenta sus aventuras de una semana en las playas cubanas de Varadero; juegos, timba, baile, ocio, relax, amistades. Al despedirse a manera de sorna me mira de costado china de risa, me dice:
—Tanto que has viajado y nunca te he escuchado mencionar ninguna playa. ¿Has ido a las playas del Caribe o eres alérgico al mar?
—Vecinita, no me gusta la playa, prefiero “las ricas montañas, las hermosas sierras, las fértiles tierras, las cumbres, las nevadas, los ríos, las quebradas, los valles, las lomas. La selva. Mi Perú”.
—Yo con mis hijas voy a Varadero. Es lo más alegre del Caribe. Y no es caro.
—Como turista cada uno busca su meta. Yo no soy turista, no tengo plata, money, soy artista sociocultural. Conozco Cuba desde La Habana hasta Santiago de Cuba. Yo sé que en Varadero hay casinos, juegos, putería, dame que te doy. Como le repito yo no voy a esos sitios de perdición. De Sodoma y Gomorra. No necesito. En la República de Cuba he visitado museos, plazas, parques, monumentos, cementerios, criptas, malecones, escuelas, universidades; grupos de arte, de escritores, la Casa de Poeta Cubano, directores de cine, teatro y muchas cosas más.
—¡Todo eso debe ser bien aburrido!
—¡En Varadero la alegría tiene su costo en dólares, nada es gratis! Repito. Escuchen. Es la primera y última vez que cuento esto. En efecto he viajado por diferentes países, pero lo que menos me importa es ir a sus playas.
De niño mamita o mis tíos me llevaban a las playas de Barranco o de Chorrillos. En Barranco bajábamos por el funicular hasta la playa donde había una explanada, restaurantes, alquiler de cuartitos para cambiarse, casilleros para guardar la ropa o los maletines. Lo máximo. Lo malo era que después del bonito día de sol llegaba a casa hasta las huevas, quemado, hasta las caiguas. Terrible. La crema de protección contra el sol y otros menjunjes nunca hacían efecto. Jodido durante una semana. Muy de vez en cuando papá, con su camioneta pickup Chevrolet 1951, nos llevaba a los balnearios de Santa Rosa y Ancón. Era un largo y eterno viaje de ida y de vuelta.
En primaria, los días sábados desde el colegio, nos escapábamos, nos íbamos derechito a la Bajada de Armendáris, nos metíamos de cabeza un chapuzón. Era el deshueve. Éramos niños de diez años, gorreábamos tranvía de ida y vuelta. En una de esas escapadas a mi padre le dieron el soplo, me esperó en casa y me crucificó con dos correazos en el poto que me desanimó seguir con las excursiones barranquinas. En secundaria, era otra cosa, gorreábamos tranvía hasta Chorrillos, las playas eran extensas, no como ahora que le han metido pistas por todos lados. Jugábamos pelota, de rato en rato un chapuzón y al toque regresar a casa.
Mayorcito con Libreta Electoral regresé a mirar el mar. Me enamoré de una linda cholita miraflorina, la dama a la fuerza me llevaba a su playa llena de piedras, de parlantes, bulla, tablistas. Por amor tenía que meterme a las aguas congeladas con mis zapatillas Bata, una tortura, pero el amor era grande, mezclado con pasión, libretos, gritos y canciones, ¿Carijo, cómo soportaba las tardes de playa? No era diversión para mí. Era una tortura. No aprendí ni a nadar. Frío, piedras y frío.
De la noche a la mañana como mochilero aparecí en las aguas templadas, tibias, de las playas de Río de Janeiro (Ipanema, Copacabana, Flamengo, Botafogo), que belleza y que bellezas al andar “en un dulce balanceo, camino al mar. Niña de cuerpo dorado del Sol de Ipanema. Con su balanceo es todo un poema. La chica más linda que he visto pasar”. Y para despedirme de Brasil, con un grupo de mochileros, nos metimos al Río Iguazú, por esa época estaba permitido bañarse. Ahora, está prohibido y contaminado.
Al año siguiente, en Huancayo, la incontrastable, en un paseo socio histórico cultural perdí una apuesta, como ‘castigo’ me metieron a las playas del río Mantaro; qué bonito; aguas cristalinas, limpias. No como ahora que el Río Mantaro está contaminado con miles de litros de relave. En la Muestra de Teatro Peruano en Iquitos, veraneando en una de las tantas playas del río Amazonas, por poco me ahogo. Conshesumare. Estaba haciendo el ‘muertito’ y por poco me muero de verdad. Gracias a dios que apareció un samaritano que me rescató. Me hubieran tragado las pirañas. Hasta en el río Mata Gente del sector Guayabo de El Carmen, Chincha Alta, he veraneado.
Con mis hijitos veraneamos en las playas de Barranco, yo paraba metido debajo de la sombrilla y con un kilo de crema bloqueadora solar. Siempre perdía, terminaba bien quemado. La brisa, resolana, me jodía.
Playas como las de Piura (Colán y Máncora). La Libertad (Huanchaco en Trujillo). Ica (El Silencio en Chincha Alta y Playa Hermosa en Marcona). Arequipa (Mollendo y Camaná). Y en Chile (Antofagasta). No me son ajenas. Las visité con el dolor en mi corazón y de mi bolsillo.
Ya mayor he veraneado en algunos lagos de Alemania. En algunas playas del Mediterráneo. He chapaleado en el río Danubio en una de las playas de la ciudad llamada Baja a unos 150 km al sur de Budapest, Hungría.
Para terminar tengo recuerdos fotográficos en las playas de Grecia (Pireo, Patras, Nauplia; Canal de Corinto. Isla Santorini. Mar Egeo y Mar Jónico).
En conclusión si uno de ustedes me quiere invitar a una de sus casas de playa en verano, con todo respeto, se pueden ir a la mierda. No voy. Ah, sí me acuerdo de algo más les chismeo mañana.
*Mi Perú, vals, de Manuel Raygada Ballesteros.
*La Chica de Ipanema, bossa nova, de Vinícius de Moraes y Antônio Carlos Jobim,
Fotografía: Niky León en Nauplia, capital de la unidad periférica de Argólida y puerto importante del golfo Argólico. Grecia.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2023

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