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RICO DASSO DE BALCONCITY de NDLeón

RICO DASSO DE BALCONCITY DE LA RICA VIKY de NDLeón
Fragmento del libro “Cuentos breves para mi nieto” de Nicolás Daniel León Cadenillas

Fotografía de 1973 de Raúl Yong Gordon +. De izq a der:
Enrique Abel “Kike” Yong Gordon, Rolly & Pepe "Santana" Ahumada


RICO DASSO DE BALCONCITY DE LA RICA VIKY

De un momento a otro tuvimos como destino el Distrito de La Victoria, la mudanza fue en el camión de mi padrino. Salimos felices de nuestro callejoncito pobretón, contentos, con mucha algarabía. Nuestros papás se habían fijado la meta de construir su casa propia empeñándose no sé por cuántos años, habían comprado un terreno de ciento veinte metros cuadrados, nos esperaba otra realidad que sería nuestra gran sorpresa, un canchón. Como llegamos de noche no pudimos ver bien donde llegábamos, esto se deslumbró a las seis de la mañana, era un cuarto grande de madera, palos y cartón, y afuera del cuarto estaba el baño.
Los rayos solares entraban por los cartones que teníamos de techo, nos despertamos todos juntos; mi hermano y yo salimos a inspeccionar el terreno y la calle. Al frente de la casa teníamos un pampón lleno de basura, desmonte, botellas de todo tipo, piedras, ramas y materiales de construcción. Y encima de todo eso jugaban a la pelota unos niños de nuestra edad. Nos invitaron a jugar contra ellos, como nos faltaba un jugador apareció nuestro vecino. Me estiró la mano y se presentó:
—¡Hola, soy Beto!.
—¡Hola, soy Tino! —respondí dándole un apretón de mano.
Varias semanas después, ya familiarizado con el barrio, en uno de los partidos de fulbito contra unos revejidos, se armó la bronca, me tuve que trompear con el líder del otro bando, me pegaron. Con el tiempo aprendí a trompearme, cuando me tocó nuevamente fajarme con el revejido, le di de alma, acordándome la catana que me había dado tiempo atrás. Los padres del revejido se acercaron a la casa, le dieron las quejas a papá, y papito me comenzó a gritar que era un abusivo y por poco me pega si no esquivo el golpe.
Entre la muchachada a veces había piconerías y nos trenzábamos por quítame ésta paja, pero si era un extraño el que nos buscaba la bronca nos olvidábamos de nuestra rencilla y nos uníamos para darle forata al extranjero.
En el barrio tuve mi primera enamoradita, me comencé a limpiar los zapatos sin que nadie me dijera nada, lavaba mi uniforme, me cortaba el pelo, y trataba de estar bien peinadito. Si había que jugar una pichanguita me cambiaba de ropa y de zapatos.
En una reunión de la muchachada, acordamos limpiar el parque de toda la basura, vidrios rotos, latas, botellas, desmonte, y hacer nuestra canchita de fulbito para no estar jugando en las pistas que cada día era más peligroso por el aumento del tráfico de autos, de micros y otras líneas de ómnibus. Tardamos como una semana y cuando íbamos a jugar una pichanga contra los vecinos del parque de al lado y entre nosotros, salieron nuestros papás a tomarnos fotos, a tomar fotos a los cerros de desmonte que habíamos formado para que los recogiera los camiones de la basura. Todo normal. Bonito.
Para el segundo sábado habíamos organizado un cuadrangular, con equipos de nuestra edad, todos los muchachos con sus camisetas nuevas, nuestras camisetas eran de color verde. ¡Las más bonitas! El primer partido, a las diez de la mañana, jugamos nosotros como dueños de casa, cada tiempo duraba quince minutos. Ganamos raspando con las justas. Casi con bronca. Los delegados de los equipos tranquilizaron a todos los jugadores y a las barras. Todo un ambiente de fiesta, con raspadillas, refrescos, canchita, helados. Todo lindo, no podíamos dejar que otro equipo se lleve el trofeo, una hermosa Copa, chiquita pero era un trofeo. En el segundo partido, partido con patadas y roces, jugando muy brusco, fue interrumpido por dos camiones de la Municipalidad que se metieron al terreno de juego, protestamos, comenzaron a regar el Parque, comenzamos a tirarles piedras para que se vayan, en eso llegó un carro con el señor Alcalde, protestamos diciéndole que nosotros habíamos limpiado el parque para tener un espacio donde jugar. El alcalde nos sacó una carta de los Propietarios Padres de Familia del Parque, que decía:
—“Que todo esto es un abuso de las autoridades, que nuestros hijos limpian el parque para tener un espacio verde y se están exponiendo a la suciedad, que pueden enfermarse y contagiarse de un mal, por lo tanto deseamos que la Municipalidad realice el trabajo de sembrar y colocar árboles, que para eso pagamos los impuestos, por las áreas verdes, parques y jardines... ”
—¡Pero nosotros hemos limpiado para tener nuestra canchita de fulbito! ¡No queremos parques ni jardines, ni áreas verdes, queremos una canchita de fulbito donde jugar!
—Lo siento muchachos, ya salió el presupuesto y esto se tiene que realizar, quieran o no quieran. La carta dice bien claro que los vecinos del parque quieren un área verde. No dice nada de una Losa Deportiva.
Miramos hacia una esquina donde estaban los adultos reunidos, todos cambiaditos, ya sabían que iba a llegar el Alcalde, un padre de familia se le acercó y en nombre de todos los vecinos, agradeció por la realización del trabajo por el bien de la comunidad.
—¿Señor Lumbrera, ustedes sabían de todo esto? ¿No? ¡Aprovecharon que nosotros limpiamos para ir a la Municipalidad! ¿Por eso tanto empeño en sacarnos fotos? ¡Nos han utilizado! ¡Qué mierdas!
—Miren chicos, el Parque por fin va a tener flores, grass, árboles y veredas. Ustedes tienen que estar contentos... si quieren jugar para eso está el colegio, a la hora de educación física ahí juegan.
—¡El colegio no se ha hecho para jugar! ¿Quién le ha dicho a usted que el colegio es para jugar? ¿Usted nunca ha ido a un colegio? ¡El colegio es para estudiar! ¡Viejo de mierda!
—¡Huevón!
—¡Caga’o!
—¡Mantenido!
—¡Idiota! ¡Tarado!...
—¡Tino! ¡Le voy a decir a tu papá que me estás faltando el respeto!
—¡Váyase a la mierda, dígale a quien quiera! ¡Cachudo! ¡Dígale a su mujer también! ¡Pesetero! ¡Arrastrado!
—¡Mis hijas no juegan en este lugar por culpa de ustedes! ¡Qué son unos malcriados y tienen todo el parque descuidado lleno de basura!
—¡Sus hijas no juegan acá pero se revuelcan de lo lindo en el otro parque con sus mariachis! ¡Viejo tarado!
—¡Dentro de poco te van a traer nietos! ¡Zonzonazo!
—¡Don Goyo! ¡Su hijo me está faltando el respeto!
—¡Tino! ¿Es cierto eso?
—¡Acá somos como veinte y al único que ve es a mí! ¡Pregunta a los demás si yo he faltado el respeto! ¡El señor Lumbrera dice que si queremos jugar tenemos que jugar en el colegio! ¡Yo lo estoy corrigiendo que en el colegio no se juega! ¡Que el colegio es para estudiar! ¡Porque el que estudia! ¡Triunfa!
Mi papá tragando saliva no defendió ni atacó a nadie, lo escuchado le parecía un cuento bastante conocido. Lo cierto que nos quedamos sin canchita de fulbito. La primera firma que había en la solicitud para el señor Alcalde era la de mi papá. ¿Cuándo no? Siempre su mano negra y los vecinos sus borregos. Tuvimos que seguir jugando en las pistas por un buen tiempo. Más grandecitos, afuera del parque armábamos nuestros equipos de fútbol jalando gente de las diferentes cuadras para enfrentarnos a otros cuadros de los distritos vecinos. Que bonitos tiempos y esos tiempos no volvieron jamás.
**En la Placa del Monumento se encontraba el nombre de mi señora madre Doña Rosa Elena Cadenillas Uribe de León, la Madrina, representante de todas las madres del Inmaculado Parque Miguel Dasso de la urbanización Balconcillo del Distrito de La Victoria. Lima - Perú.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Karlsruhe, 2010 

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