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MUÑECA de NDLeón


MUÑECA de NDLeón


MUÑECA
Rumbo a mi haus, a la Rica Viky, viajaba en una lata de sardinas, cuidando los bolsillos y el maletín vintage. Faltaban cinco cuadras para bajar y librarme del malestar de no poder respirar libremente por lo recontra apretujado de la sobrevivencia en combi asesina. Recibí una llamada, no saqué ni de vainas mi celular para evitar sorpresas. Esperé el paradero.
—¡Bajan esquina!
Caminé una cuadra y de nuevo sonó el celular, miré para todos lados cerciorando que no haya moros en la costa. Con la espalda apoyada en la pared inserté los auriculares al celular. Otra chequeada de relancina a la calle, comencé a avanzar a mi casita. Contesté.
—¡Hola, te hablo desde la prisión!
—Señor actor, buenas tardes... el museo me ha pedido un presupuesto para tener una idea de la programación… le agradezco su participación ¿Cuánto cobra por función?
—Depende de la cantidad de público, de la entidad, qué, quién, cómo, cuándo, dónde… Lima Metropolitana o provincia... con músico, CD, a capella…
Hablaba saltón porque los amigos de lo ajeno no respetan canas ni edad. Caminaba completamente mosca, escuchando las huevadas de la oferta y demanda de la señorita productora. Tenía, como nunca, mis auriculares pegados a los tímpanos, no escuchaba con nitidez el sonido de los autos ni los pasos de los malandrines. La productora me ofertó una desgracia, una lágrima. Me sonreí para evitar contestarle una grosería. Cuento hasta tres y recupero la calma. Una joven bastante joven se cruza conmigo. Yo sigo con mi cara de gilazo sacando cuentas y tirando letra.
—Muñeca… tú sabes los precios…
La joven que se me cruzó, a mis espaldas dio gritó desaforado, desgarrador.
—¡Idiota!
Yo todo sapo volteo para ganarme el pase. La joven y otra más me miraban con un terrible odio como perro de chacra. En mimo pregunté levantando los hombros.
—¿Qué?
—¡Viejo de mierda!— Me dijeron las dos. Yo reaccioné al instante como San Judas Tadeo.
—Aguanta el carro. ¿Qué chucha pasa? ¿Están locas?
—¡Muñecapé!
Poniendo mi cara en neutro. Cuento hasta cinco, respiro y en tono conciliador me dirijo a las jóvenes.
—Yo estoy hablando al cel. En ningún momento me he dirigido a ustedes. Se equivocaron. Muy mal chiquitas.
—¡Hazte el huevón ahora viejo huevón de mierda!
—Mira gordita… no quiero ser grosero… para mí decir “mu ñe ca” es una Barbie… y tú no lo eres. Te has equivocado. ¡No te he mirado… no te he dicho nada!
—¡Le voy a decir a mi papá para que te saque la mierda viejo mañoso! ¡Viejo conchatumare! —pensé... el viejo truco de buscar bronca para bolsiquearte.
—¡Yo le digo a mi hijo que le saque la mierda a tu papá y yo le saco la mierda a tu abuelo y le digo a mi hija que te saque la mierda a ti por mentirosa… y todo en paz. Buenos días…
—¡Degenerado de mierda!
Seguí caminando a paso ligero. Escuché nuevamente la voz de la productora.
—¿Qué ha pasado, ah?
—Nada. Estoy ensayando una obrita de teatro acá en la calle, tú sabes que estoy Chihuán… nadie paga, todo el mundo quiere colaboración… y tú me quieres dar un sencillo de miércoles. Mejora tu oferta… chésu… llámame más tarde que tengo que zafar culo hasta mí casa… chao.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2019.

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