Inocente.
De Nicolás León.
Ni él mismo se la creyó cuando llegó a la base seis,
maltratado, curtido pero entero, rápido y bonito; vivió siempre de
mantequilla con desórdenes, desbandes y picafloreando.
Muchos de su cofradía mancaron cuando recién pisaban
los cincuenta. De cincuenta a sesenta tuvo muchas historias y mucho pan que
rebanar. Varios de su pichanguera mancha arrastraban los pies, repitiendo siempre
lo mismo y añorando sus gloriosas copas en tardes cheleras.
A Víctor Humo De la Frontera el destino le dio una segunda
oportunidad, un tercer tiempo con suplementario. Día a día se la jugaba de cachuelo en cachuelo. Se distanció de las cantinas, de las bromas malsanas, del
doble sentido y de todo lo corrompido. En los ratitos de ocio recitaba sus
décimas que escribía con faltas de ortografía.
Como buen criollo mazamorrero piropeó a la nueva
viuda y le ligó. Se le veía bañadito, cambiado, afeitado y con el pelo
cortadito.
En el córner de las cuatro perillas, en pleno
arrumaco, mimos y halagos, escuchó con suma ternura.
-Amor, vas a ser papá. ¡Estoy esperando bebe!
Impresionado no dijo nada, se mordió la lengua, se le
endurecieron los músculos faciales, se le paró la respiración y se le paró
todito. La viuda sonriendo le aclaró:
-¡Inocente! Es mentira. ¡Inocente!
Víctor Humo no reaccionó. Estaba tieso y listo para
que lo metieran al cajón.
Morgue Central de Lima. |
Nicolás D. León Cadenillas.
Lima, 2014.
No hay comentarios:
Publicar un comentario