Ángeles
en el Ángel. NDleón.
"Es
triste ver como alguien que alguna vez estuvo tan cerca de ti, puede llegar a
ser un total extraño".
De
sorpresa, visité a mi padre, le caí un día cualquiera para que no se
sorprendiera de mi ingrata estampa noctámbula. Yo sé que soy ingrato pero me
fastidia que me lo haga recordar. Me paré frente a su nicho, me miró, nos
miramos, y mudos iniciamos una breve conversación.
- ¡Esos
claveles de cinco por un sol están hasta las caiguas, no van a ver el nuevo
amanecer!
- ¡Cinco
por un sol cincuenta!
- ¿Qué
bicho te picó?
- Estoy
buscando el santo sepulcro de un amigo, en el barrio le hicieron su misa y no
me invitaron... quiero dejarle un clavel y prender una vela… rezarle una
canción hablada o uno de mis poemas cantados… estoy dolido, mi ángel de la
guarda me ha contado que a Moché en vida lo cagaron, un amigo “su hermano” –
así le decía él- lo cerró y se banqueteó con su plata y pertenencias… ¿Por qué
hermanos humanos no nos podemos dar la mano?
Sentí un
silencio frígido. Me di una vuelta por el "Pabellón de los Santos Inocentes".
Busqué al señor que ordena las flores trepando en su frágil y antigua escalera
de madera. En vano fue la búsqueda, no lo encontré.
El Ángel,
el Cementerio General de El Ángel, presentaba un ambiente sórdido, lúgubre, fúnebre; sin vida, por
no decir tétrico, no había ambulantes ni guardianes. Las visitan eran cortas a
paso ligero. En el horizonte las nubes negras y densas coronaban el plomizo panorama.
Los pocos parroquianos en minutos desaparecieron huyendo de los goterones que
caían del cielo. Para ser verano llovía más fuerte que en invierno.
Los ínfimos
rayos de luz desaparecían en gradación, me dirigí a la salida caminando por la
pista central. Llegué al portón. No
había ningún vigilante en la caseta. Miré hasta donde alcanzaba mi vista,
ninguna alma en pena flotaba por los
corredores. Súbitamente se escuchó un estruendo en el cielo y del estruendo
escuché una perfecta voz de tenor dramático que me llamó desde el otro lado de
la berma. Y sin que se abriese el portón, una imagen con aureola se apareció.
Era una imagen blanquísima de luz que despedía destellos cargados de fuego, luz
y fuego frente a mis miopes y cansados ojos, distinguí con esfuerzo que la
imagen llevaba una espada de guerrero y una mirada de arcabuz.
- ¿Quién
eres? –le pregunté a raja tabla con voz altisonante- Disculpa mi ignorancia
pero no te he visto en ninguna estampita, no te conozco bacalao… ¿Quién eres
tú? Por un momento pensé que eras mi papá…
- Sé que
eres medio bestia, no te preocupéis… ¡Soy el que soy… soyyy, San Mané Arcángel…
y no hay nadie como yo!
- ¿Y?... Aaah,
ayer soñé que ganaba siete mil dólares… ¿Has venido para anunciarme el número
premiado?
- ¡Estás
grandecito para creer cojudeces! Tu padre me ha chismeado un chisme de camarín.
¡Y, qué casualidad! La verdad es para que te asombres, siempre yo apoyé a Moché
en las buenas y en las malas y en mis brazos al paraíso se marchó. Su mal amigo,
el Cruel Venenoso, lo rebuscó y rebuscó, y no paró hasta que encontró la sagrada
agenda donde Moché tenía guardada las claves, los dólares americanos, el premio
del pandero y su Tarjeta Ripley Dorada. Venenoso, se levantó la computadora, el
equipo estéreo y le faltó tiempo y maña para levantarse la lavadora. Se agarró
el dinero del funeral y se fue a pasear por los exóticos Restaurantes Campestres
de Cieneguilla hasta Ventanilla.
- Por
favor a mí no me cuentes nada, yo no quiero problemas ¿por qué mejor no llegas
al barrio y explicas todo a todos?
- Cada vez
que Moché pedía su mercadería, su plata y su pan, él le negaba el pan y el agua,
pero ají eso sí le daba. Subía y bajaba las largas escalerillas, iba y venía
sin razón aparente, el muy vivo se hacía el ocupado, y al final por aburrimiento
no entregaba la merca ni la valiosa mercadería.
- ¿Quién es
él? Menciona el nombre, por favor. ¿Quién es Venenoso? Dios Mío, líbrame de este
martirio. Yo no quiero problemas, yo ya no confío en nadie.
- Mejor, porque
ese es un ilegal, tiene malas juntas y chismea a la mala. Tienes que tener mucho
cuidado. Es sanguijuela y sangrón y muerde la mano de su patrón. Venenoso como
él solo. Sí se muerde, se muere.
- Yo
quiero vivir tranquilo… sin líos, sin problemas, sin que nadie pregunte por mí
a mis espaldas… ni golpeen a martillazos en las anochecidas noches el portón de
mi laburo…
- ¡Fácil,
muy fácil! Todo tiene solución. ¡Múdate del barrio y lograrás vivir en Paz!
- ¡Tú tás
loco! Y mi mancha de la Esquina de La Oficina, mi Comando Sur, mi barrio
blanquiazul.
- ¡El que
quiere celeste que le cueste!
- ¿Quéee,
en el cielo no hay otro color? ¡Ese color de pacotilla me enferma!
- ¡El
Moché fue Celeste hasta el tuétano! ¡No me jorobéis!
Sonó un
silbato. Escuché los pasos de un trío de hombres, dos se detuvieron. Se acercó
el guardián sin decir palabra alguna. Olía a aguardiente de caña y a tabaco, se
protegía de la lluvia con una gran capa negra de hule, abrió el candado,
desenroscó la cadena del portón, me dio pase, salí y rápidamente desaparecí.
Regresé
al barrio, busqué a quien contar lo sucedido, esperé y me acomodé en la
esquina, pedí un aguardiente de caña… tomé una copita. De los nervios me dio
ganas de hacer pipí, caminé media cuadra hasta llegar al arbolito enclenque…
miré el cielo mientras me abría la bragueta, y nuevamente se me apareció una
luz incandescente de baja revoluciones, ahora si distinguí claramente,
tintineando, a un angelito chaparrito, de pelo cortito y canoso, ojos
redonditos. Vestido con blanquito uniforme de chef bajito y enormes zapatillas
chillonas celestonas.
- ¡Doctor
Chapatín!- le dije en broma.
- ¡Oe,
güevas tristes! ¡Soy Moché!
- Eso
quise decir. Ya sé.
- Sólo he
venido a decirte una sola cosa: "Lo que te dijo San Mané Arcángel, es la
purita verdá". Y ahora chausito, no he pedido permiso, me he escapáo del
Edén, me voy rápidito para que no me caiga roche. Chao. Te estoy vigilando desde
las nubes. Sigue portándote bien y no la caguéis… otra vez.
- ¿Dónde
te puedo dejar flores?
- ¿Dónde
más? ¡En tu corazón! Mi querido güevón.
Y entre
trago y trago, y saludos de los buenos vecinos, me di cuenta que no todo es
malo en esta vida. Que estamos rodeados de muchísima gente buena, de muchísima gente
hermana. Y gracias a los consejos de Francisco -hijo predilecto de San Lorenzo de Almagro F.C.- ha llegado el momento de unirnos, hermanarnos y hacer oídos sordos a tantas palabras absurdas e insanas. He dicho. Amén.
Nicolás
D. León Cadenillas.
Lima,
2014.
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