Dedicado a Freddy Mosca & MOSCA’S Racing Factory.
En una oportunidad nos pasaron
el yaraví que nuestra estrella del volante del Circuito Turismo Competición,
Freddy Mosca, participaría en el “Gran Premio Nacional de Carreteras Caminos
del Inca”. Sacando la raíz cuadrada y cálculo matemático, creo que fue por los
años ’70.
Don Freddy Mosca Osorio. |
En la algarabía nos quisimos trepar al bus que habían alquilado los fans de Freddy, sus emblemáticos ítalopaisanos de la famosa “Colonia USA Motors”. Nos pelamos, con tanta gente el bus quedó chicote de cabo a rabo.
—¿Oe, esa gallada son
norteamericanos?
—No.—Entonces ¿por qué les dicen Colonia USA?
—«Colonia de la Unión de Serranos Arequipeños».
Los jóvenes nos agenciamos una
combi. Teníamos que salir en la noche para encontrar buena ubicación en las
alturas con vista a la carretera. El Ciego Aldo pasó la voz que arriba hacía un
frío terrorífico, que llevemos buenas casacas, chullos, chompas gruesas y algo
más.
Frente al Taller MOSCA'S
cuadramos la combi. Nos acomodamos de acuerdo a las circunstancias. En la caña,
yo. Copilotos, los Compadres Queridos, el Loco Manuel y el doctor Miguel
Chulapa. En la parte trasera, poniendo disciplina, el Ciego Aldo; Gonsha Simón,
el Pavo Eduardo, el Psicodélico Paco, el Chato Rena, el Ciego Carlitos y diez
jóvenes marimberos más. Cada uno con su mochila, dos botellas de licor y una
galletita de soda. Uno que otro llevaba una latita de atún.
Agarramos Carretera Central y
le metí fierro a fondo a la carrandanga, de fresa hasta San Mateo de Huánchor donde
se divisaba mejor cada accionar de cada bólido. Después de varias horas
llegamos al destino. Estacionamos la combi asesina en un lugar seguro y tiramos
pata cuesta arriba como hora y media. El Ciego Aldo reconoció el lugar.
—¡Acá es! ¡Acá! ¡De acá se ve
bien bacán los derrapes, las curvas y contra curvas, subidas y bajadas, picadas
y sacadas de mierda!- nos informó como erudito en la materia el Cieguito Aldo.
Llegamos trapazos al Mirador.
Nos tiramos patas arriba a un costado del precipicio. Colocamos nuestras
banderas e hicimos nuestro precario asentamiento campestre.
—Es la primera y última vez
que vengo a ver una cojuda carrera de autos. ¡Pá’cojudos los bomberos!
—«No te rindas por favor no
cedas, aunque el frio queme, aunque el miedo muerda» —recitó el Loco Manuel.—«Aunque el sol se ponga y se calle el viento, aun hay fuego en tu alma, aun hay vida en tus sueños, porque cada día es un comienzo, porque esta es la hora y el mejor momento» —¿compadre que sigue?… ah, ya… —«porque no estás solo, porque yo te quiero». — ayudó al improvisado declamador.
—¡Puta! Con esas voces pobrecito el maestro Mario Benedetti.
Había luna llena que nos
iluminaba alegre y risueña. De sopetón un frío que nos atormentó. Más tardecito
nos sacudió un frío del carajo. Nos pusimos encima todo el ropero. Nos
acurrucamos entre nosotros, mismo pan con pesca’o sacando manteca. Chulapa
abrió la primera botella de whisky, tomó un buen sorbo sin respirar y a pico
limpio la acabamos ipso facto. El frío recrudeció, otra botella de whisky.
Abrieron un vodka, luego un ron, otro ron y nos pusimos a tono. Prendimos unos
cuantos cigarrillos. Siguió el frío de miércoles, continuamos con otra botella
de aguardiente. Pasaba la noche al compás que pasaban las botellitas de alcohol
que contrarrestaban el frío de mierda que quemaba. Por cansancio nos quedamos
dormidos. Y para nuestra desgracia al toque apareció el sol y el gringo nos
achicharró en minutos. Nos desvestimos, algunos quedamos en paños menores,
otros en shorts, biviríes, gorrito o pañuelo en la cabeza. Por radio transistor
portátil nos enteramos que faltaban dos horas para que pasen los autos por
nuestra zona.
En el extremo de nuestro
Mirador, a cien metros de distancia, llegó otro grupo de jóvenes cantando
canciones de misa. El Ciego Carlitos, sapo urbano profesional, nos dio el
talán que esa collera eran colegiales.
Los varoncitos rápidamente
armaron una parrilla, prendieron fuego al carbón, de sus mochilas sacaban kilos
de carne, chorizos, salchichas. Las damas ceremoniosamente arreglaron el
espacio, extendieron una gran tela que les servía como mantel, colocaron tres
botellitas de vino, una canasta de panes y en el centro la Santa Biblia
Católica.
Por nuestro lado no teníamos
físico, nadie miraba nada, estábamos heridazos, agonizando o muertos. Como
diría el Chato Rena —¡Hasta las güevas! —Sudosos, con sed de sed, ninguno de
nosotros había traído agua. Toda nuestra guarnición era sólo alcohol.
El Doctor Chulapa tomó la
iniciativa, se acercó al Grupo Juvenil y pidió agua. Los colegiales
excursionistas habían perdido el brillo, estaban amarillos o blancos, sentados
como zombis. Un par de jovencitas aferrándose a un arbusto vomitaron delante
del doctor Chulapín. El guía le alcanzó un botellón de agua bendita y vasos de
plástico. De paso le susurró.
—Si quieren comer, coman
hermanos. Estamos mal. Nos vamos, regresamos a la carretera. Bajamos ahorita.
Chulapa de un silbido llamó a
la tropa. El primero que se acercó fue su compadre, el Loco Mané; luego el
depredador Carlitos, el Ciego. Al final, todos nos abalanzamos como jauría de
mutantes hambrientos.
—¡Desayuno gratis! —gritamos
en mancha.
Las botellas de Misa de la
Sangre del Señor quedaron chicomas. El Pavo Eduardo encontró una canastita con
hostias, se las comió solo sin invitar a nadie. En diez minutos no quedó rastro
de comida. Sacudimos los carbones de la parrilla, doblamos la tela dentro de la
canasta, y agradecimos como buenos hijos de Jesucristo.
—¡Alabado sea el Señor!
¡Chochera, todo está consumado, hermano bueno, muchas gracias! ¡Vayan con Dios
y con cuidado!
Abrimos otra botella de licor
para bajar la grasita. Nos acomodamos en el Mirador del Precipicio. Quietitos
miramos la carrera de autos, algunos hicieron siesta, abrimos otra botella. El
Ciego Aldo encontró la Biblia, arrancó la última hoja, todos alegremente nos
miramos en complicidad. Los autos corrían a grandes velocidades en fila india,
uno tras otro, por momentos la tierra hecha polvo no dejaba ver el gran
espectáculo. Cuando divisamos el carro de Freddy Mosca festejamos como locos,
abrimos la última botellita que nos iluminaba para celebrar.
Terminó la carrera descansamos
no sé cuánto tiempo. Nuevamente llegó la noche. Bajamos con traspiés y
dificultad. Alegres llegamos a nuestra combi, nos desparramamos unos sobre
otros. En el más completo silencio pero muy lindos, hermosos y rosaditos
llegamos a Lima como si la mano de Dios se hubiera posado entre nosotros.
Freddy Mosca y Nicolás León, vecinos emblemáticos de la Urb. Balconcillo. La Victoria. |
Freddy Mosca, El As de
BalconCity, en esa memorable carrera no campeonó pero nos llenó de gran
satisfacción.
Todo ese manchón que fuimos a
aplaudirlo somos sus vecinos de antaño y por más que no nos deja dormir con
todo ese escándalo de tantos ruidos de competitivos motores aguerridos,
nosotros con nuestros silencios siempre estaremos apoyándolo hasta la recta final.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Lima, 2014.