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Viernes Santo de reflexión

Viernes Santo de reflexión
A quien madruga. Dios le ayuda.


En la esquina de La Oficina participábamos de un tranquilo Viernes Santo de reflexión. Picando una fuente de atún grated con galletitas de soda, y bajando el picante con sangría de casa y chelitas heladas. El gordo Chorri Nicolini nos pone las pilas para seguir reflexionando en su barrunto, el veraniego distrito de Chorrillos. Aprovechamos el auto de Óscar Semilla, nos acomodamos misma lata de sardinas. Anclamos en la Playa de Agua Dulce, nos cuadramos en un kiosko con vista a una canchita de vóley playa donde jugaban unas jugadoras profesionales. Ni bien pedimos el menú como por arte de magia se acabó el partido y las chicas entraron en tropel a la terraza granputeándose unas a otras. Nos jodieron la tranquilidad de reflexión. Dos mastodontes con pinta de pescadores artesanales sacan la net y sus parantes e instalan dos arquitos de futbito playa. Del otro lado, un grupo de fascinerosos nos retan a jugar una pichanguita. Decentemente los mandé a rodar para que no joroban la paciencia. Mis yuntas me miraron mal. Nos miramos como buenos victorianos. Con pendejada. Semilla incentivó los ánimos.

- Cumpa, recordemos los buenos tiempos.
- Semilla, me casé y colgué los chimpunes, no jodas, juego ... ¿y si me muero?
- ¡Vamos güevón!, gritaron los impuros.

Pavoni y Nicolini, los más maletas, aceptaron el reto.

- ¡Con apuesta! - gritaron los chorrillanos.
- ¡Una caja de chelas! - respondió Nicolini.
- ¡Con seviches!
- ¡No hay problema! - gritó Pavoni.

Me dí una chequeada de cuerpo entero. Era el fiel reflejo de una dolorosa y triste realidad. No quedaba nada de aquel cuerpo atlético que yo tenía.

- ¡Vamos güevón! gritaron nuevamente los fariseos victorianos.

A regañadientes acepté. Nos liberamos de las tabernas y de las micaelas, dando saltitos sobre la arena caliente entramos al recreo deportivo. Yo al toque agarré mi puesto antes que otro se me adelante, libero back central; Canuto Iscariote Villanueva se acomodó en el arco; Pedro Perico León, centro delantero; Semilla Óscar Puma en la volante; El Chorri Nicolini, entreala güeveador; Eduardo Pavo Pavoni, puntero mentiroso.

Nos tocó sacar bola. El heladero del triciclo de D'Onofrio fungía de árbitro, tocó el silbato. El gordo Nicolini no sabía que hacer con la redonda, da la espalda al campo contrario y la retrocede a Semilla, este con dificultad la manda hasta nuestro arco; Canuto sale de su arco, yo me abro hacía la derecha, Canuto me la pasa dificultosamente con bote; la domino y se la cruzo a Semilla, me la regresa en pared, sigo corriendo, se la entrego a Pedro Perico, me la devuelve al toque, también, en pared; la bola se levanta; con el pechito la mato, la duermo, la voy bajando en cámara lenta, la acomodo para el muslo izquierdo y con un toquecito me doy un autopase para mi pie derecho, y de voleo saco un patadón ... y ... gol. Levanté los brazos a lo Teófilo Cubillas, miré al cielo para agradecer al Señor y el cielo azul se me puso negro, me dio soroche, me faltaba el aire, di dos pasos y salí de la canchita, sentí mi respiración arítmica, el pulso nulo, mis ojitos blancos vieron mis ideas. Me tumbé en la arena con agarrotamiento muscular, se me acalambraron los dedos de los pies, las pantorrillas, el empeine derecho. El heladero preocupadísimo me miró sin acercarse, me examinó a la distancia y pitó.

- ¡Ese cojudo quiere enfriar el partido. Se hace el pendejo!!

Siguieron jugando, el árbitro dio largona, hubo un conato de bronca. Pito final. Acabó el partido y mi descanso técnico, el equipo se había replegado en nuestra área defendiendo el único gol, ganamos uno a cero. El golazo madrugador nos dio la victoria. Me llevaron en camilla a la mesa adornada de una jarrota de sangría, cervecitas al polo, seviches y choritos a la chalaca.

Al principio parecía Lázaro dando los primeros pasos después de la resucitada. Entre sorbo y sorbo, poco a poco, fui recuperando la salud, el pulso se me normalizó.

- ¡Salud, salucito, y que siga la jarana, aunque no se coma mañana! ¡Dame otro pisquito para resbalar los choritos, nos iremos de madrugada en un colepato hasta la parada para arrimarnos con un criollazo caldo de gallina!

Después de saborear mi leche de tigre y dos cervezas  negras más, llegamos bien curaditos al barrio con unas caras de Poncio Pilato.

Foto: Postal Lima Antigua, Playa de Agua Dulce - Chorrillos.

Karlsruhe, April, 2012.

1 comentario:

carlosf dijo...

Eres de todo , que bacan .... Pero nunca de los nuncas fuistes un padre, bueno eso no se estudia , con eso se nace !!!!!! Y tu no lo eres