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Gol agónico en la Cancha de los Muertos.

Gol agónico en la Cancha de los Muertos.
Para el angelical Carlitosf, el huerfanito del Pasaje Corbacho, el hijo putativo de Odriozola, el primer avicultor Santificado del Parque Miguel Dasso.

A una semana para festejar el Primero de Mayo - Día Internacional de los Trabajadores - fiesta por antonomasia del movimiento obrero mundial, nos llegó una invitación para jugar un cuadrangular en la famosísima Cancha de los Muertos del Estadio Municipal del Distrito de Chorrillos. Luchito Puma, el popular Si Don Luis, leyó a todo pulmón la esquela. Varios de los jugadores no querían salir del barrio aludiendo que en el Día de Trabajo no se trabaja, y como había una pollada bailable hasta las últimas consecuencias con mayor razón, nones.


- ¡Los mártires, nuestros muertos, necesitan una reivindicación, gracias a ellos tenemos la jornada laboral de ocho horas de trabajo y ocho horas para el sueño. Sólo cumpliremos nuestro deber si nos traemos el trofeo por las ánimas que en Paz descansan! - Dije mi arenga con una convicción de obrero percudido en los zocabones de los callejones sahumadores victorianos.
- ¡Vete a la mierda! - Me arrocharon en mancha.

Al Che Julio Parodi, nuestro Director Técnico; victoriano jubilado en el Barrio de La Boca; le pareció buena idea aceptar el torneo. El compañero delegado Manué Franco pidió votación.

- ¡Mayoría manda! ¡Levanten la mano los que quieren ir Chorrillos!

Manué contó y la mayoría ganó. La Bruja Fernando ofreció en venta chimpunes de segunda mano del Mercado Central. Fredy Federico y el Chato Rubén se comprometiron llevar cámara fotográfica y vídeo. El siempre colaborador Don Jaime Montenegro ofreció llevar a la gente en su Combi Asesina.

Llegó el día y la hora, subimos en fila india al microbus. El capitán goleador Julio Polo González y su compadre Jorge Camión Albújar cargaban la imagen de nuestra Santa Patrona Nuestra Señora de las Victorias. Mayco Munanqui, el portero, estrenaba camiseta nueva color morado. Los Albújar; Paco, Pedrito, Carlos, Zambi, Chelo; erradiaban simpatía y frescura al ambiente. Los hermanos Camberra, Osskar y Veache Chávez cargaban el agua y el botiquín de primeros auxilios. Gonsha Simón llevaba en su maletincito un botellón de Shiumura con dos pasita. Ugo Tocón y Luchito Alberto aparecieron con caras de boleto al colepato. Luchito cargaba sobre sus hombros a su engreidísimo sobrinito, el querubín me miró entre sorprendido y maravillado, nunca había visto a un crack tan de cerca.

- ¿Qué? ¿Tú tambien juegas? - me preguntó la inocente criatura.
- Si. Te voy a demostrar lo que es bueno. El primer gol que haga desde ahorita te lo estoy dedicando a ti.
- ¡Ahora eres goleador, que bacán .... pero nunca de los nuncas fuístes un padre, bueno eso no se estudia, con eso se nace! ¡Y tú no lo eres!. - Carlos David, el Asesor Comercial de Kia Motors, escupió un comentario fuera del bacín.
- ¡Este ñato es igualito a su papá! - Exclamó el más cocharca del grupo.
- ¿Viste jugar a mi papá? - preguntó el angelito.
- Toda La Victoria y alrededores vio jugar a tu señor padre, un gran caballero, un gentleman. En un avión se fue de La Victoria a la gloria. Jugando está con los Campeones y desde su Gloria, grita: ¡Arriba Alianza de La Victoria!!
- ¡Oe viejo, no seas patero! ¡Nunca fue bueno, cumplidor no más! - volvió a joder Carlos David de Kia Motors.
- ¡Oe, güevonazo, respeta güevón! - Luchito Alberto interrumpió - Mi sobrinito es nuestro amuleto, es nuestra mascota y vamos a ganar. - El tufazo de Luchito Alberto; a pisco, tabaco y ron; se impregnó en el interior del vehículo.

Cuando el equipo entró a la cancha, los ayayeros, los mutantes, los chicos malos dueños de lo ajeno y los zanahorias, aplaudieron a rabiar. En el primer partido vencimos por 3-0 a los organizadores, el aguerrido Club San Pedro, a ellos les faltó precisión para definir, su Santo Patrón se quinció y nos ayudó a nosotros. Polo González, Yuri, Totem y Willy Villegas demostraron su valía. Yo me la pasé calentando la banca de suplentes. Descansamos una hora, hicimos tiempo y un poquito de trote. De nuevo a la cancha. El árbitro pitó llamando a los equipos.

- ¡Bueno pibes, desagüevence, jugá como en el barrio!

El Che técnico miró a cada uno de los jugadores, menos a mí, yo seguía en banca. Una hora más de espectador. Se acercaba el final del encuentro. Nosotros, Atlético de BalconCity, habíamos dominado el primer y segundo tiempo en forma contundente, el pizarrón señalaba un rotundo cero a cero. Camión Albújar levantó un brazo, levantó los dos brazos, miró con odio al Ché DT. Con los brazos en jarra, pidió con un grito que no le pasen la bola, pidió chepa, cambio, reemplazo. El empate favorecía a los otros visitantes. El hijo adoptivo del barrio de La Boca de repente miró desconfiadamente hacia mí. Miró la banca de supletes y para su desgracia el único suplente era yo. Miró a los Directivos del Club, me miró fijamente a los ojos con una convicción paternal, y me dio el valor necesario para mandarme a la Cancha de los Muertos.

- ¡Che vos, mirá fiera, no la vayas a cagar, si te aprietan, botála che! ¿Entendés? ¡Salí y jugá como vos sabés!

Me persigné tres veces. Toqué el gramado y me di otra persignada por si las moscas. Los veintidos jugadores estaban trapos, parecían los últimos clientes de polladas y de güevaditas. El pibe querubín me miró como un fantasma en pena. Me ubiqué en mi puesto. Luché como un varón. Mi rival me tenía cojudo. Lo único que hacía yo era botar la bola al lateral. Último minuto. Con el último aliento me la jugué y mandé a la borda las indicaciones del entrenador. Pedí el balón, Frank Reyes me la cruzó, hice un amague con quiebre a veinticinco metros de la portería contraria, toqué en prima para el doctor Condor Artidoro, me la devolvió preciosamente de taquito; acomodé la pelota con un pequeño toque, miré el arco, hice la finta de centrar bola y la puse en el ángulo recto superior derecho, totalmente imposible para el supermán chorrillano. La belleza de la jugada dejó estupefacto a medio mundo. Me salió un golazo de arte moderno como nos tenía acostumbrado el Poeta de la Zurda, el Cholo, el Nene o el incomparable maestro Pedro Perico. Todos los espectadores se sorprendieron de lo que fui capaz, hasta los contrarios, hinchas y jugadores, me aplaudieron.

Por diferencia de goles, nos trajimos el Trofeo a casa. Celebramos a lo grande en la pollada bailable, al día siguiente nadie sabía nada de la Copa Trofeo.


En la mesita de noche del buen niño querubín, junto a la foto de su santa madrecita y de recortes de periódicos con ilustraciones del gran Lolo Fernández, Alberto Terry, Roberto Challe, Chemo Del Solar; reposaba brillantemente iluminada con una velita misionera el máximo Trofeo de la Cancha de los Muertos.

Karlsruhe, April 2012.

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