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Por un puñado de sólares (1995) - DLV

Por un puñado de sólares (1995) - DLV
Amicalmente para el Licenciado B.C. del E.P. Sgto 1° E. Molina.

Era lunes, diez de la mañana, el ambiente estaba adormilado, ni chicha ni limonada, y yo me encontraba sentado en el murito de La Oficina tomando mi desayuno; una deliciosa cerveza negra con una gaseosa blanca helada; picando cien gramos de aceitunas negras y cien gramos de queso fresco, y mordisqueando de a poquitos mi único pancito francés. En eso escuché detrás mío el derrape y la repentina frenada brusca de un carro. ¡Otro imbécil!; pensé.

- ¿Loco, te quiéres ganar un ferro?
- ¡Sigue tu flecha cabrazo viejo, búscate otro mariachi!
- ¡Oye, no estoy bromeando! ¿Quiéres o no?
- ¿Qué hay que hacer?
- Sólo tienes que acompañarnos para hacer una cobranza.

Voltié. Según mi mamita, conversar dando la espalda es mala educación. Miré a mis interlocutores. Veo al excelentísimo “Burgués Aburguesado” Damián Enrique; el Ciro Peraloca de los grandes e improductivos “business to business”, negocios que nunca culminan y mancan a medio camino inconclusos e incompletos y con espéctaculares dolores de cabeza neuroseconómicos. Me reí pensando en las estúpideces humanas. Miré al copiloto: Alan Francisco, “El Psicodélico Pastor”, me saluda y me mueve la cabeza, sonriendo me asegura.

- ¡Es verdad! ¡Lo que pasa es que Eduardo José! ¡Se ha metido una malograda, está de boleto y no puede hacer la diligencia!

Pensé un cinco.

- ¡Ya, vamos! Dejé la mitad de gaseosa, las aceitunas y el quesito los guarde en mis bolsillos.
- Espera un momentito, no tan rápido, estamos esperando a Emilio Jesús del Puerto, "El Terminator PM Comando". Sin él no vamos a ningún sitio.

Me alegré porque yo conocía desde jovencito a Emilio Jesús, y sabía de sus buenas referencias. Buen padre, buen hijo, buen esposo fiel. Buen empleado, trabajador y responsable. Él era el terrible limpiador del Llauca porteño.

Me comí mis aceitunas, mi quesito, y la bajé con el saldo de gaseosa. Emilio llegó con su sonrisa franca y alegre. Nos alegramos todos.

- ¿Y, qué pasó? ¿Eduardo El Pavo? ¡Siempre la caga ese Pavazo! ¡Vamos, rápido que a medio día tengo que hacer un flete!

Gracias al malcriadito de Eduardo José, más conocido como “El Pavoni Baldor”; tenía mi billetito asegurado. “Baldor” por los múltiples problemas que cargaba en su calabacita hueca.

El carro, un Ford Explorer II V6, estaba chillandito, nuevecito. No pregunté nada porque en el barrunto es mala educación preguntar algo indecente. Preguntar por el carro, por los ternos nuevos, por la billetera gruesa, es un sacrilegio sin nombre. Inaudito. Me hubieran bajado de la camioneta sin ninguna explicación, y adiós chambita.

Damián Enrique manejaba muy calmado, respetando todas las reglas de tráfico; Alan Francisco iba leyendo la Biblia; leía y releía los mismos pasajes del Nuevo Testamento, llegaba hasta las Cartas de Pablo a los Hebreos y retrocedía porque de ahí para adelante; de la Epístola de Santiago hasta Apocalípsis; no existia nada, había un hueco, todas las hojas se las había metido al coco, las había hecho humo.

Llegamos a un lujoso edificio juntito al mar, las olas salpicaban, los niños jugaban, las tías se bronceaban, y algunos tíos todos cojudazos paseaban a los perros como obligación; varios guachimanes nos miraronn con desconfianza. Damián Enrique y Alan Francisco, nos sonrieron, cada uno agarró su maletín James Bond, vacios, bajaron, se dirigieron al portón principal y desaparecieron. Miré la camionetaza vecina 4x4, más nuevecita que la de nosotros; en su interior dos hombres, uno de ellos era más grandote que el otro grande, ambos se manejaban unos físicos de los Gladiadores Americanos versión andinos; unos brazotes y unas manotas de máquinas pesadas; nos miraban malosamente. Miré un pequeño Sticker en el parabrisa y reconocí el logo.

- ¿A quién vamos a cobrar?
- ¡A la mafia de samuráis miraflorinos!
- ¡A mí no me dijeron nada de eso!
- ¡Tú eres un mercenario, cumple tú misión, cobras y te vas!
- ¿Sí, adónde voy? Yo quiero llenar enterito a mi casita.

Emilio Jesús se sonrió con ironía en mi cara. Lo estaban observando. Me mosquié y también puse mi cara de cachaco infante y miré a los vecinillos con sonrisa cachoza. Super confiado y valiente. Miré a Emilio, le susurré:

- 'Sé lo que estás pensando, que soy un tipo con suerte'.
- Yo no he dicho nada. Jajajajaj

Emilio bajó del auto, yo lo seguí, miró el espacio vacio; la vereda, los jardines exteriores, contó sus pasos a la disimulada; yo pensé: 'Para que tanta vaina'. Sonrió y se volvió a meter al auto, yo nuevamente lo seguí, me metí al auto también.

- ¿Estás nervioso?
- ¿Yo? ¡No! ¿Por qué voy a estar nervioso?

Quizé rezar y por lo muñequeado que estaba no me acordaba ninguna oración, nada, ni el Padre Nuestro. Sentí en la espera los látidos de mi corazón, mis pulsaciones, mis respiraciones. Y encima tenía que seguir poniendo mi cara de malo. Se me secó la garganta. En eso abren el portón y hacen su aparición las estrellas del circo: Damián y Alan, contentos y muy orondos con los maletines pesados, gruesos. Los vecinos fascinerosos chalecos boys bajaron de su carrito. Emilio ordenó.

- ¡Bája!

Bajé al toque, el más grandazo como un roperazo de dos metros se me cuadró, me cambie de sitio, se lo dejé a Emilio y me puse delante del otro que más o menos era de mi peso, ligeramente más agarrado; nos miramos. El grandototote quiere sorprender a Emilio; y el Comando PM con una rápidez de cobra, lo zamaquea y le mete un cachetadón en la oreja. Lo tambalea. El que estaba frente a mí, se me cuadra con las posiciones del gato, de la grulla, y de la peligrosísima Zenkutsu-dachi (Posición Adelantada); yo por joder me cuadré en posición Mantis Religiosa, el pata se detuvo, pestañó, dí unos saltitos a lo Bruce Lee; el karateca, seguió en lo suyo, se le veía como un grotesco camión modelo antiguo “Van Damme”, mueve sus brazos con la intención de agarrarme y sacarme la chochoca; yo super agilísimo retrocedí un paso, y otro y otro. El energúmeno se me vino encima como un trailer mismo 'Optimus Prime' versión malo. Salté la alambrada del jardincito, el trailer salto detrás mio y yo lo recibí con un izquierdazo que las lágrimas se me escaparon de dolor, y por el dolor perdí valiosísimas fracciones de segundos, el pata por el impacto se dobla todito como hombre goma, parecía una araña y yo sobándome la mano todo gilazo. Sin poder meter el golpe decisivo para el KO. Emilio le ganaba lejos en el cuerpo a cuerpo al Cyber robot humano. El Terminator Emilio sabe perfectamente lo que es: supervivencia; letabilidad, comando y control. Mientras que yo, nones, naca la pirinaca; me escapé de mi contrincante de mefistofélica asesina mirada; retrocedí, me cuadré, retrocedí, volví a retroceder al mejor estilo de Cassius Clay: "Volar como una mariposa, y picar como una abeja"; retrocedía y seguía metiendo golpe; hice la finta de recoger una piedra; pensé en mi mamita y en el cementerio Presbítero Maestro; y sin decir nada me puse detrás de Emilio para sobrevivir y no me maten tan joven. Emilio Jesús se paseaba con su sparring. Los guachimanes y los vecinos de la zona se habían ganado con toda la mechadera hasta un patrullero se había cuadrado para observar el bolondrón. Damián Enrique y Alan Francisco miraban bien sentaditos dentro del carro, como en platea. Nos dimos una pequeña pausa de respiro. En eso escuchamos un grito samurái con marcado acento japonés.

- ¡Alto! '¡Okamas kusos calajo!'; y los cuatro peleadores callejeros nos quedamos quietitos.
- ¡Acabó! '¡Kuruma jidōsha korosu!' ¡Váyanse ahorita!; automáticamente nos metímos al carro antes que termine de hablar.

Damián prendió el carro, bajó la luna y se despidió muy educadamente. El samurai le respondió:

- 'Dōmo sumimasen'. He inclinó el cuerpo ceremoniosamente unos 15º, juntó los talones y llevóse las manos a sus costados.

Nosotros respondimos con una venia con la cabeza. Pregunté.

- ¿Alguien sabe qué dijo, ah?
- Es más o menos como 'lo siento' o algo así. Me respondió Damián.
- ¿Qué, ahora sabes japonés? ¡'Lo siento', gueveberto! ¡Cualquier día nos dan vuelta!
- ¿Oe, cobarde, por qué güevas retrocediste?
- Pero, Emilio Jechú, ¿No te díste cuenta que el otro pata tenía kriptonita? No caía nunca, era más duro que una piedra, y … 'Más vale cobarde vivo que héroe muerto' jajajajaj para valientes los bomberos.

Gracias a Ares, a los dioses de la guerra; y a Emilio Terminator llegué sanito, sano y salvo, enterito, a mi dulce hogar ... y con mi billetito asegurado.

(Karlsruhe 10/Set/2010)

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