Dedicado a Elio Ramírez Otolea,
Chef del "Coro Cristo Rey" de Barranco.
Lima, 4.
“El que desprecia el infierno o lo olvida, no escapará de él” (San Juan Crisóstomo).
En el Tercer y Cuarto Domingo de Adviento al final de Misa todos los parroquianos encendieron una velita; el templo se iluminó apunte de velas; el altar lleno de velas, todo rodeado e iluminado por velas. En casa fue igual; velas por todos los rincones; en la mesita de centro, en el centro de la mesa de la cocina, del comedor, de la sala. Velas como luciérnagas en el árbol de navidad; derramando lágrimas de cera como plañideras.
En Alemania todos los hogares son adornados con velas; se ven encima de las chimeneas y de las ventanas, iluminando las calles y plazas. Por estos lares se ve bonito el uso de las velas, porque a partir de las cinco de la tarde está bastante oscuro como las diez de la noche de Lima. Pero mi sentido común y mi crianza navideña nada tiene que ver con velitas.Con las justas y con mucho recelo, mamita le ponía una velita misionera a la imagen del Corazón de Jesús que tenía en su cuarto. Además, en Lima la Navidad cae en la estación del ardiente sol de verano y las velitas están de adorno o son eléctricas. En los nacimientos de mi barrunto no se encienden velitas porque al menor descuido pueden provocar una tragedia.
Actualmente vivo a trescientos metros de distancia de la estación de bomberos; pero nunca he visto ni he escuchado la sirena de la autobomba. Como le tengo respeto y recelo al fuego eterno, aproveché la caminata navideña del 25 de diciembre para preguntar:
- ¿Qué se necesita para ser bombero?
- ¡No sé! Acá los bomberos son voluntarios, o me equivoco. No sé que necesitan para ingresar al cuerpo de bomberos; voy averiguar!
- ¡Ajá! Igual que en Perú. ¡Pa’cojudos los bomberos! Te pregunto porque todo está iluminado con velas y si no se tiene precaución, se arma un incendio de la jijuna. Y mientras los bomberos tratan de arrancar sus autobombas todo se convierte en cenizas porque las casas tienen cualquier cantidad de materiales inflamables, maderas, plásticos, cortinas sintéticas de vinilo o poliester, etc. Es peligroso. De repente exagero, Alemania es otro mundo comparando con mi Perú. Acá cuentan con adelantos más sofisticados para prevenir los incendios.
Expliqué que tantas velas encendidas me ponen nervioso, que no estoy acostumbrado a su uso masivo; que en una oportunidad fui testigo presencial de un conato de incendio; y fui el protagonista en el desenlace de la historia.
- En una gira teatral por los Andes del Sur del Perú, en un pueblito perdido y olvidado, el Alcalde nos contrató para realizar un Theater Workshop un fin de semana con los profesores del colegio nacional y con unos jovenes monaguillos de la iglesia católica. Nos dieron hospedaje en un Hotel Cero Estrellas. El viernes después del taller llegamos tarde al hostal, cansados y cargando nuestres enseres; nos íbamos acomodando de a dos en los cuartitos que estaban uno después de otro; el pasadizo era super estrecho y oscuro. Preguntamos, dónde estaba el baño; del fondo del callejoncito escuchamos una voz grave, ronca y aguardentosa:
- ¡Acá tá el ñoba!
Y seguidamente se escuchó la catarata de agua del waterlú. Arreglando nuestras pertenencias súbitamente nos quedamos perdidos entre las tinieblas e inmovilizados por falta de luz. A los segundos reaccionamos:
- ¡Apagón! ¡Se quemaron los plomos! ¡No veo ni michi! ¡Una vela! ¡Quién chichi tiene una vela! ¡Carajo! ¡Pasuumare! ¡Me golpié la cara con la puerta! ¿Quién tiene una vela? ¡Por la … puñales! ¡Una vela! ¡Carajo!
Una voz de muerto nos tranquilizó, era la voz del encargado de las Suites, llevaba en la mano derecha un pequeñito candelabro con una velita que estaba por apagarse, y sujetaba cinco velas en la otra mano, una velita por cuarto. En ese momento recién nos explicó que a las diez de la noche cortaban de un cocacho la luz en todo el pueblo.Había tanta oscuridad en los cuartos como en las callecitas, a excepción de unas estrellas que tintineaban en el firmamento. Para ir al bañoco caminabamos a tientas tocando las paredes hasta chocar con una puerta de lata.
El Domingo después del taller a golpe de las ocho de la noche presentamos la conclusión del trabajo para las autoridades en la Plaza de Armas. Cuando terminó la función, el reloj marcó las diez de la noche y al toque apagón, quisimos correr para llegar al hotelito pero la oscuridad tétrica nos ganaba, caminamos en grupo con unos cuantos vecinos que nos seguían preguntando sobre el taller. Nosotros sólo teníamos que sacar nuestras valijas y correr a la carretera para esperar el interprovincial para que nos regrese a la civilización. Cuando entramos al telo sentimos un olor a quemado; había fuego en uno de los cuartos del fondo, nadie atinaba a nada. Me salió el indio autóctono y salvaje de mis ancestros de los Andes del Norte peruano y corrí a ciegas a través del humo y de dos certeros tacles directamente a las bisagras, al mejor estilo de Bruce Lee, hice añicos la sólida puerta, viendo el fuego sentí temor pero recordé una historia verídica, verdadera de verdad; a lo macho sujeté la frazada, corrí cuatro pasos y ya estaba en el baño; con fuerza y maña metí la frazada en el antiguo wáter modelo Niágara, esos que tienen el tanque a una altura de casi dos metros; jale la cadena y con el chorrazo de agua recontramojé la frazada, mis pantalones, mis calzoncillos, mis medias y mis chancabuques. Con la frazada empapada, mojadísima me fui contra el nucleo del fuego; sin titubeos, a fuerza de coraje, valor, y al final cagándome de miedo apagué el conato de incendio, yo solito; el administrador llegó después cuando todo estaba solucionado, se había quedado hueveando en la Plaza de Armas. Nos alcanzó las velas para sacar nuestras cosas de nuestros cuartos.
Después del susto los huéspedes, sapos y administrador, con vela en mano comenzaron a ordenar los trastos y se dieron con la sorpresa que las paredes del cuarto, las camas, el ropero y la mesita de noche carbonizadas estaban salpicadas de caca, mejor dicho para no ser grosero, “salpicadas de mierda”. El administrador comenzó a gritarme, por qué chucha no miré primero el WC; que la había cagado todito, que ahora ni limpiando podían dormir en ese cuarto”. De un momento a otro, de héroe pasé a ser el villano.
- ¡Pero he apagado el fuego! ¡Sinó se prendía todo el hotel! ¡No me jodas! ¡Adiós! ¡Y que te vaya bien! ¡Malagradecido de mierda!
Sentado en el ómnibus interprovincial hice memoria de la historia de mi amigo.
- “Mi hermanito jugando con fósforos en el corredor del primer piso, prendió fuego a las cortinas; la candela avanzó hasta el dormitorio de mis papás. Suerte que en ese momento llegó mi papá de su trabajo y sin pensar dos veces como buen viejo zorro en servicios profesionales, reaccionó en un milésimo de segundo: Sujetó una frazada, la metió al inodoro giró la palanca de la cisterna, y con la descarga de agua empapó la frazada, así controló el fuego que se extendía por toda la casa”.
- ¡Yo hice lo mismo!
Pero como siempre la gente no sabe reconocer a los verdaderos héroes anónimos.
1 comentario:
hasi se jala indiu
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