Cuando
llegaste al barrio y nos presentaron, yo dude, me dije -parece un ser humano
casi decente- nos abrazamos y te extendí la mano. El tiempo carcomió mis dudas,
tu proceder me dio la razón, eres el típico hombrecillo escaso de valores, de decencia y de sensibilidad. Verdaderamente
eres una cosa que no encuentro la exacta definición. ¿Sabes lo que es
educación? Se te ayudó, y bastante. Confiamos en ti. Pero, a la distancia
quebraste los lazos de amistad. Adiós respeto, adiós moral, te compórtate como
un animal irracional, con el perdón del noble animal.
Llamaste
pocilga a la casa que te cobijo. En la que no colaboraste ni pusiste ni un sol, ni un centavo,
nada. Gorreaste agua, luz y calor. No arreglaste nada de nada, solo jodiste,
malograste los enseres, la tranquilidad y las buenas costumbres de los seres.
Viviste gratis años de años, nadie te podía decir nada, por cualquier cosita te avinagrabas, te resentías. Carajo, eres muy
susceptible a las miradas. En vez de agradecer el buen trato, bramaste. Tu
agradecimiento fue largarte. Y a tu paso de energúmeno faltaste el respeto a
tirios y troyanos. Saliste del dulce hogar rompiendo teléfonos, móviles,
adornos y vitrales y no paraste hasta la comisaria manifestando falsas denuncias y serias mentiras. Horror, te habíamos agraviado. Que basura. Abandonaste, hijos, esposa, abuelita y
mascotitas. Para sentirte macho regateaste las miserables pesetas para el
alimento y sustento de las criaturas. Cada año tienes el mismo libreto -que no
tienes dinero, que no te han pagado, que te robado- pero te compras huevadas y
te crees la cagada. ¿Cuándo pagaras las matriculas del año escolar? ¿Cuándo
devolverás los préstamos, las deudas? ¿Cuándo cumplirás una promesa? Y para
colmo, te sobra la flema de exigir la libreta con buenas notas azules y diplomas. Para
la foto del recuerdo en las actuaciones del día central por el Día del
Padre eres el jovencito de la película, Acomodas tus ociosas asentaderas
en primera fila y sonríes hipócritamente con esmero. ¡Qué ejemplo de padre, Dios Mío!
De
lejos con tu irascible trato de ignorante rumiante, con ademanes coléricos, voz
prepotente tratas de imponer sumisión. Quieres poner condición desde tu celular
o de alguna trafa conexión. Pobre basura, mediocre, mentiroso, machista, cobarde,
maricón. Te acuerdas que destrozaste la puerta de caoba color marrón con un
sofero patadón. Llegaste protegido con matones cómplices compinches y gente del
montón. Acuérdate, esa puerta de madera que nunca la arreglaste, ni pagaste los daños y perjuicios, Al contrario, te regocijaste como un gran ganador, bravo y altanero,
siempre al costado de un amigo malero. Cobarde de mierda, traidor. Bosta
repugnante. Que mala leche fue conocerte.
Teatrero
de pacotilla, te haces la víctima, la mosca muerta, la santa paloma… pero para
tu mal yo te vi y no podrás mentir. Haces tú calvario desde la vereda del
frente, silbas, te azotas mentalmente. Cucaracha pestilente por si acaso yo cargo mi repelente. Sabes, eres la comidilla por idiota y
ladilla. Vienes a joder en las noches frías malogrando la
cena de cada día. ¡Carajo jodes noche y día! Gritas lastimeramente dando pena-
¡Tú padre no quiere que vea a mis hijos! –te quejas ante tu señora esposa, lloriqueando
con falsas lágrimas como buen rastrero y fulero.
Ahora
pagas un cuartucho, tragas agachado menú de carretilla, vives en el
poto del mundo. Te explotan –dices- pero que quieres si no tienes instrucción
menos un cartón. Mi último consejo, casado
casa quiere. Pero a tu estrecho cerebro y a tus bolsillos le falta drilo. No
tienes neuronas, ni sencillo.
Y
con esta me despido y quiera Dios que con su magnánima omnipotencia no te me cruces
en el camino, pues, yo miro de frente un mejor destino.
Nicolás
Daniel León Cadenillas
Lima,
junio, 2016.