Esta es la historia de una rifa, esas rifas, esas acostumbradas rifas de barrio popular, en este caso fue una rifa del colegito fiscal del barrio donde crecí, el colegito conocido como “Corbachito”, el nombre oficial nadie lo menciona, es algo como “ Corazón y/o Niño de Jesú”, bueno, no viene al caso. Es “Corbachito” y punto.
La rifa consistía en un Secadora Portatil Ecológica, costaba Un Nuevo Sol, el equivalente a 8 panes franceses.
El que vendía las rifas en nuestra cuadra era nuestro sobrinito, sobrino de cariño, Raphaelito con su adjunto Marcial, su abuelo.
- ¡Tío, comprame una rifa pe’!
- ¿Cuánto cuesta?
- Un Sol, cuántas quíeres?
- Dame una. No, espera...¿Qué rifa?
- ¿Qué?
- ¿Qué juega? Qué es lo que rifan?
- “!Una Secadora Portatil Ecologica!”
- ¿Secadora de qué?
- ¡De ropa pe’ tío!
- ¡Ecológica! Cómo es eso?
- Bien sapo eres no, tio! Yo solo vendo la rifa, mi mamá es la
que sabe!...!Pero ha salido ahorita, al merca’o! ¡Ya pe’ tío
comprame pe’!
- ¡Apoya pe’ cumpa, compre la rifa al sobrino y no pregunte
tanto!! Put’ eres más duro! Hay que golpearte el puño
compadre!
- Ya, no importa, dame una.
- Una nomás, pucha! !Qué tacano eres tío!
Cuando llegó el día de la clausura del colegio, los padres de familia y vecinos fuimos a ver la actuación de nuestro sobrinito Raphaelito, se había pasado la voz que salía cantando en el Coro de Villancicos y bailando Marinera Norteña. Como despedida hacían la rifa de la famosa secadora ecológica.
En el proscenio el sobrino se defendió como pudo, jugando pelota era mejor, colorado como tomate tuvo que enfrentarse a la audiencia.
Cuando llegó la entrega del premio, todos atentos veíamos el traslado de una hermosa caja de zapatos delicadamente forrada en papel de regalo, con colorinches que maltrataban los ojos. Aplaudimos al ganador. Y haciendo ecos y hurras le obligamos que abra la caja. El dueño del premio, vecino del barrio al principio se negó, pero la hinchada le exigió abrir la caja de colores con fuertes aplausos.
Cuando el vecino abrió la caja, todo el colegio se llenó de aplausos y risas, la Secadora Portatil Ecológica había resultado ser:
¡Un cable de teléfono en desuso de 10 metros de largo!
¡Qué la Telefónica había dejado regado por todo el barrio!
El premio fue una idea colectiva de los niños del aula de Raphaelito.