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Ciao fratello! De Nicolás León

CIAO FRATELLO! de NICOLÁS LEÓN
Para Juan Arcos, mi amigo.
La vida no es nada sin amistad. Cicerón
Después de seis meses de gira artística por el interior del país, haciendo teatro, actuando pueblo por pueblo, ganando mis chivilines honradamente, realizando funciones para escolares y público en general, tuve que regresar a casita. Una Huelga del SUTEP (Sindicato Único de Trabajadores de la Educación Peruana) reclamando con justa razón por las mecidas del Ministro y por la inoperancia del Gobierno Central, por la falta de infraestructura y materiales en los colegios, por las promesas incumplidas... nos cortó la racha escénica.
Con el dolor de mi corazón me vi obligado a maniobrar un aterrizaje forzoso en casa de mis papás.
Apoyado por mamita, pernoctaba y recibía mi rancho. Para ganarme los frejoles era el encargado de hacer las labores domésticas, compras y limpieza de todo el edificio. Mi señor padre no me aceptaba en casa ni en su trabajo, según él, yo era mal ejemplo para mis hermanos menores, no aceptaba mi chamba de actor, para él eso no era trabajo ni profesión, ni nada. Quería meterme al Ejército, al Cuartel, para que me haga hombrecito y me olvide de cojudeces aprendiendo un oficio decente.
En una de esas tardes de ocio, dando vueltas como trompo en la cocina, no sabía que hacer. Ya había probado suerte en la calle pero la competencia era abrumadora. El hambre nos tenía jodido a todos los Cachueleros Profesionales que esperábamos una chambita para salvar el menú del día.
En un momento de incertidumbre, de duda sobre mi porvenir, escuché el ruido de un motor hasta el perno de un carro viejo Volkswagen VW que se apagó cascabeleando frente a la puerta de la casa, escucho el crujir de la puerta al abrir y cerrar, escucho los pasos dirigiéndose a mi casa... me pregunto ¿será un cobrador?... tocan el timbre... pausadamente deslizo el cerrojo de la ventanilla y abriendo lentamente sin hacer ruido, me doy con la sorpresa que es mi amigo El Mimo. Nos saludamos con apretones de manos y abrazos efusivos. Mientras tomábamos unas tacitas de café aguado con galletitas «Chaplin» me explica que hay una chambita para mí, salto de alegría y lo invito a salir de la cocina con dirección a la calle para que nadie escuche la buena nueva.


Nicolás León y Juan Arcos

Le pido permiso para subir a su carcocha con letrerito de Taxi, una vez en el carro me cuenta que un actor lo había plantado faltando escasos quince días para el estreno y necesitaba un actor, le pregunté incrédulo:
¿Y ya lo encontraste?
No, por eso estoy hablando contigo.
Pero loco, faltan quince días para el estreno, yo no puedo, muy poco tiempo para mí. Yo pensé en realizar la escenografía, luces, pero... ¿actuar?
No, quince no, no quince, ahora faltan diez días y si te demoras en decidirte estamos jodidos.
¿Quién te ha plantado?
¡No interesa! Necesito que me ayudes, sí o sí, tú eres mi amigo por eso vengo a pedirte este favor. Ahora es el momento que demuestres lo que has aprendido con tus giras, tantos viajes por el extranjero por todo el Perú, ahora pues demuestra que eres un actor para que te respeten y se olviden de tus malcriadeces de hijito de mamá.
¿Cuánto pagan?- pregunté herido en mi amor propio, en mi YO.
Mira, no es mucho pero tampoco es poco. ¡Ah! lleva papel y lápiz para que escribas tu libreto.
¿Cómo, no tienen ni para sacar fotocopias? ¡Me estás llevando al ensarte! Por ti, acepto. Ahora dime de que trata la obra.
Es una adaptación de una versión de una obra sobre Cristóbal Colón del Grupo Cátaro de Alberto Miralles, empleo el Método Coringa.
¿Español de España, no? Digo... de Barcelona ¿no?
Después seguimos cholito, mañana te espero temprano cinco de la tarde en punto en el Coco de Audoda... ahora ayúdame a prender el carro para que arranque, la batería está fallando...
¡Ja! Todo el carro esta fallando compadre —. Lo dije a manera de piropo. 
Me bajé del carro, empujé unos quince metros y arrancó con la ayuda de Dios.
Con la ayuda de Dios y del esfuerzo de los integrantes del Grupo no nos fue tan mal, después de la última función, nos reunimos y nos despedimos... Nos vemos con Los Panchos nos dijimos adiós, chao —.
Con mi amigo, el director, profesor, taxista, karateca, mimo... nos perdimos de vista en el tiempo y espacio.
Pasaba el tiempo y siempre ocurrían anécdotas teatrales: Había una vez en mi barrio una linda morena de ojos almendrados, piel canela oscura con cabello ensortijado, toda una belleza, con salero y picardía de limeña mazamorrera, yo todo coquetón y advertido, con mis ahorritos en el bolsillo listo para dar el zarpazo donjuanesco, la invito a una función de teatro que estaban brindando mis amigos de la Escuela Nacional de Arte Dramático. El diálogo se desenvolvió más o menos así.
Negrita te invito a una función de teatro y de ahí nos vamos a comer unos anticuchitos.
¿Teatro? ¿Tú que me has creído? ¿Estás loco? ¡Ay, nooo! ¡Horrible, oye! ¿Qué aburrido debe ser eso, no? Oye ¡qué anticuado eres! Yo no te creía así? ¿Parecías mosca? ¿Tienes fiebre?
¿Qué... nunca has ido a un teatro a ver una obra?
¡Dios me libre! No, no he ido. ¿Por qué tendría que ir?... ¿Estás enfermo?
Bueno, te invito un anticucho.
Mira, ¿por qué no nos vamos al Kímbara, conoces, no?
Si, acá México con Paseo de la República ¿Quién no conoce?
Ya, nos empilamos con unas chelas ¿sabes bailar salsa?
Me defiendo.
Y después ya se verá. ¿Qué dices? ¿O'tás misio?
Sanseacabó el encanto, no dije nada, metí mis manos a los bolsillos, acaricié mis billetitos y me fui silbando muy tranquilito a casa a tomar un café calentito. Era una tarde de agosto insoportable con mucha garúa y hacia frío.
Habían pasado muchos años, todo había cambiado, yo estaba casado pero sin esposa a la vista, ella había salido a comprar yuquitas y jugo surtido de frutas para los ñaños al Mercado de un país vecino. Todo había cambiado menos mi situación como actor, otra vez sin trabajo, sobreviviendo pero curtido de los altibajos de mi querida profesión.
Me encontraba gorreando casa y acatando las órdenes de mamita, atendiendo a mis dos hijitos, realizando los quehaceres domésticos. Mi papá estaba dialécticamente discutiendo con San Pedro y mis hermanos se habían mudado a sus departamentos.
Cumplía unas vacaciones forzadas, meses sabáticos. Para entretenerme en lo mío había pegado en la pared de la cocina las hojas de un libreto que me habían enviado. Con el poco tiempo que disponía por los ajetreos en la casa no podía darme el lujo de aceptar un personaje de largo aliento, menos un protagónico, me conformaba con un personaje chiquito, bonito.
En plena faena doméstica escuché estacionarse un automóvil frente a la puerta de mi casa. Al minuto tocaron el timbre. Mi hijito voló hacia la puerta y abrió sin mirar por la rendija, podía ser un cobrador.
¡No me gusta qué abras sin mirar, primero se mira! le dije secamente ¿Quién es? pregunté mortificado.
Se hizo un gran silencio. Mi hijito miraba hacia afuera con dirección al cielo como embobado, se me acercó y empinándose a manera de secreto pero con el volumen alto, exclamó:
¡Papá! ¡Es un señor flaaaco, chinito y graaaanndaaazo! Solté una risotada, era la descripción exacta de mi amigo... El Mimo. Grité:
¡Andiamo, pasa flacuchento disgraziato, canaglia! ¡Ja ja jajaja! Mi extrañable amigo con su alegría de siempre interrumpió:
Mai brodercito!... Jaguar yú?... Wod ar yú dúen maibroder? Le contesté con gran júbilo:
Ciao! Buongiorno! Caro amico mio! Primo un bacio e abbraccio! Come stai! Che sucede? Parla súbito! Vení andiamo! Éramos dos huachafos bilingües, era una gran sorpresa, demasiada sorpresa, para salir de dudas, le pregunté:
¿Qué quieres huevogrande? Algo te traes en mente porque así nomás no vienes. ¡Te has perdido buen tiempo!
Hermanito ¿Qué tal? ¿Cómo estás? ¿Qué haces? volvió a preguntar en cristiano.
Acá leyendo una obra que es una mazamorra. Teatralmente no pasa nada. Espero que acepten uno de mis dos presupuestos por la realización de la escenografía o por la impresión de los trípticos del programa. Si aceptan los dos me doblo.
El flaco haciendo un ademán de alegría con el rostro y manos, y con los brazos abiertos como queriendo abrazar un tronco, completó la expresión hablando:
Justo hermanito tengo un trabajito para ti, me falta un actorazo. ¡Urgente! Ahora mismo ¡ya! He pensado en ti. Yo sé que lo puedes hacer, si te disciplinas y lo estudias a conciencia, suficiente. Es poco ¡ya verás!
Mis hijitos hacían tanta bulla con sus juegos que para meditar y reflexionar lo mejor posible la propuesta, invité a mi colega a conversar afuera de la casa. Salimos, frente a la puerta estaba cuadrado un hermoso auto antiguo muy bien conservado, muy bonito. Miré al flaco afirmativamente y me dirigí al carro, le pregunté si podíamos subir al carro, levantó los hombros como diciendo: Me es igual pensé que era lo mejor y lo invité a subir Entremos al coche para seguir conversando—.
Yo me instalé en el asiento del chofer, el flaco en el asiento posterior de atrás. Hice la rutina como quien prende y maneja el carro, con la mirada inspeccioné la consola, prendí la radio, abrí la guantera saqué un chocolate y una cajetilla de cigarrillos. Le ofrecí un cigarro al flaco, él todo gestual me mostró su palma derecha a manera de Pare y con un mínimo movimiento de su índice de izquierda a derecha y viceversa me dio a entender un rotundo ¡No! Guardé la cajetilla y muy cómodamente hablamos todo lo concerniente al escenario, vestuario y maquillaje, después de media hora de palabreo por parte del Señor Director, acordamos el pago y acepté el trabajo. Como buenos caballeros sellamos el contrato con un fuerte apretón de manos. Recién en ese momento le pregunté de qué trataba la obrita, me dijo que era una creación suya a base de Arias y Lieder de los grandes maestros de la música universal. Qué solo éramos tres en el escenario, una cantante, un pianista y un actor. El actor era yo, y de yapa tenía que escribir mi letra con sus sugerencias, como él no había tenido tiempo no había escrito nada. Remató diciéndome que dentro de dos días era el estreno y teníamos que ensayar las cuarenta y ocho horas que faltaban. Quise llorar por la sorpresa, pero mi otro YO aceptó el reto. El local era nuevamente el Cocolido, Centro de Arte. Me recalcó seriamente:
Mañana a las ocho de la mañana... mañana, tarde y noche, dos días, pide permiso a tu mamá y que alguien te ayude con tus hijos, con tu letra aprendida por favor, con lo que vas a decir... de memoria, nada de improvisar... ¿Ok?
¿Tiene nombre la obrita?
Sí, El Correpetidor.
¿Qué, qué es eso?
Mañana te explico... es el pianista... de los tres el único que habla, escucha, el único que tiene parlamento eres tú, aprovecha para que te luzcas... mañana puntual ¿Ok?
Bajamos del lujoso y conservado carro y yo agradecido palmeándolo en la espalda con mucho cariño le dije:
Te felicito flaco. ¡Quién como tú!... ¡Estás bien, carajo!
Con cara de sorpresa, muy sorprendido el flaco levantó los hombros, los ojos, las pestañas y las cejas, meneó la cabeza y en mimo me preguntó:
¿Por qué?
¿Cómo que por qué? ¡Por el carro! ¿Cuánto te costó? pregunté en voz alta.
¿Qué car… ? habló.
¡El carro! ¡Por esto! Esto es un carro ¿no?
¿Mi carro?... ¿Cómo, no es tuyo? repreguntó.
¡No! ¿No has venido en carro?
No, hombre, hace un par de años que vendí mi carrandanga. Era muy tragón el condenado, ya estaba viejito...
¡Quéee? ¡Síii?
En ese preciso momento de admiraciones, la puerta de la vecina se abrió, salió una espectacular señora con pinta de Sargento y cara de pocos amigos, se subió al hermoso auto y velozmente se marchó. El flaco y yo nos quedamos fríos como helados en invierno, reímos nerviosamente sin soltar la risa. Nos abrazamos, nos dimos la mano y él muy elegantemente con una gran sonrisa se despidió a lo mudo, diciendo mudamente:
Good bye my brother! ¡Nos vemos mañana!
Lo imité y le respondí igual sin palabras,
Ciao! Domani per la matina!
Lo seguí con la mirada, cuando se perdía a lo lejos en una esquina de mi barrio, no pude con mi genio y figura, tomando aire disimuladamente como en el escenario, con la mejor técnica de impostación, grité con toda mi alma para que escuche:
Ciao fratello! Molto grazie!
Lo que sucedió después es historia, funciones, críticas en los periódicos, viajes, más cachuelos, trabajos, pleitos, amistes... divorcios, viajes, estudios...
Reflexión: Los años pasan, seguirán pasando, los amigos, los verdaderos amigos siguen presentes, ellos no pasan.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Copenhague, 2008.

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