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SAP: Mi reseña histórica ...

SAP: MI RESEÑA HISTÓRICA... Cuento tetradimencional actoral.
Con cariño para mi querido gremio de hermanos teatreros. El autor
«Hay siempre algo de locura en el amor;
pero siempre hay algo de razón en la locura»
Nietzsche
Me faltaban seis meses para terminar con mis altos estudios profesionales en la prestigiosa Escuela Nacional de Arte Dramático (ENAD) de Lima, sito Parque de la Exposición, imprevistamente se me cruzó el cazatalentos del Grupo Mesa de Teatro de Lima, Wilder Delgado; añejo actorazo macerado en las canteras de Histrión, Teatro de Arte; me explicó a la rapidita que necesitaban un actor; de estampa, carácter y valía; después de una breve conversación de un cuarto de hora en la cafetería de la Escuela fijamos otra fecha de encuentro, sellando la plática me alcanzó un sobre cerrado, me advirtió —Leélo con paciencia y lentamente, sí tienes alguna duda, pregunta —. El contenido era nada más y nada menos que un extraordinario contrato por un año, con cláusulas muy precisas arriba y abajito en chiquitito unas cláusulas enrevesadas que necesitaba ayuda de un abogado para entender el contenido. Sí aceptaba, mis obligaciones con la Mesa de Teatro legalmente empezaban a regir a partir de abril del siguiente año; varios de los puntos principales estaban relacionados con giras por el interior y fuera del país. Sonaba interesante. Al final acepté sin consultar. En plenos ensayos pregunté, nadie había leído las palabritas de tamaño de hormiga. Pregunté en la Escuela a mis inteligentísimos coleguitas noveles —¿quién me puede asesor con esto de contratos, sueldos? Silencio general. —Mejor ¿por qué no vas al Sindicato? me respondió amigablemente una voz perfectamente engolada, con una dicción amanerada e impostación prefabricada. Asenté con la cabeza la buena idea.
Un día por casualidad del destino me encontraba en la Lima Cuadrada, jironeando por el jirón Camaná, me acordé del dato, miré la hora en el relojazo de la torre de la iglesia, el sol se ocultaba con nubes gruesas anaranjadas. Decidí probar suerte y me enrumbé acelerando el paso hacia el Sindicato de Actores del Perú (SAP). Llegué a las Galerías de San Agustín, jirón Ica N°426, trepé el entrepiso, y correctamente ceremonioso ingresé a las oficinas del SAP. Me atendió una simpática secretaria; linda y cortés; escuchó pacientemente varias de mis preguntas y con suma delicadeza me entregó un papelito impreso en mimeógrafo con Stencil gastado donde se notaba a duras penas los requisitos para obtener el Carnet de Actor. La nota era del tamaño de un cuarto de oficio, un piojo en argot imprentero. Había, sí mal no recuerdo, tres categorías de carnets. Me explicó, también, otros puntos que no figuraban en el piojo. Agradecí y pregunté antes de despedirme.
¿Con quién he tenido el gusto?
—Con la señora Ana. Ana Suazo.
—Muchísimas gracias por todo. León.
Como buen actor dramático al cruzar el umbral de la oficina sindical doblé el papelito en cuatro, lo guardé en mi bolsillo de mi camisa deportiva, y me olvidé de la existencia de los requisitos por mucho tiempo.
Egresado y contando las horas para debutar, ensayaba lo más disciplinado posible mis papeles. Llegó el día, y con el «Grupo Mesa de Teatro de Lima» me estrené como Actor Profesional con la obra «El Huancapetí está negreando» de Áureo Sotelo, en esa ocasión reemplacé al señor actor Humberto Cavero, esposo y padre ejemplar, justo y probo activista social, sindicalista; el elenco estaba conformado por grandes luminarias del cine, radio, televisión y farándula; teníamos como productor, actor y director, a Don Vidal Luna Coraquillo, heredero de la antigua escuela de estirpe de los grandes capocómicos de Lima — «Que Baco lo tenga siempre en su viña» —. Seguidamente llegó otro estreno, el drama históricosocial de tres actos «Túpac Amaru» del dramaturgo argentino Osvaldo Dragún. Viajamos de Lima al Sur, al Norte, costa, sierra y selva del Perú. Dos líneas más sobre Vidal Luna, lo conocí cuando apoyé, junto con Alfredo Ormeño y un grupo de estudiantes de arte, la toma de la Sala Alcedo y el Teatro Segura por la «Mesa Permanentemente de Autores Teatrales del Perú» en rechazo a la inepta censura al contenido sobre dos obras de la Mesa por parte de la Municipalidad. Vidal Luna era el Director General de ambos espectáculos.
Pasaron varios meses, no me acuerdo la fecha exacta. Llegamos por una semana a Lima, aproveché la situación y cargando una hoja de la ENAD inmembretada A4 con dos sellos, que acreditaba como constancia, que había terminado satisfactoriamente la carrera especialidad: Actuación; fotos carnet, pasaporte, postal, todas en blanco y negro; recortes de revistas, periódicos; volantes, afiches; boletas y sobre de pagos; y con una cara de cansancio descomunal me presenté nuevamente en el SAP. La eficiente señora Ana, apenas me vio, me reconoció y con su característico buen trato me recibió.
—Señor León, buenos días ¿en qué lo podemos servir?
—Traigo todo esto, si falta algo me dice, el papelito de los requisitos se me extravió.
—Su nombre completo por favor ...
—Nepomuceno Daniel de los Santos Gattopardo León Di Lema
—¿Nombre artístico?
—Nepomuceno, dé mayúscula, punto seguido, León Di Lema.
—Puedo sugerir, sí me lo permite, Nicky León, suena mejor … —dudé, pensé, respondí.
—Niky León, así a secas. Niky sin cé.
—Espere por favor —. Esperé media hora. Inquieto pregunté.
—¿Falta algo? ¿Regreso mañana?
—A partir de este momento puede venir todos los días a esta su casa, felicitaciones señor León, aqui tiene su carnet —. Acerqué el carnet a una distancia prudencial de quince centímetros de mis lentes bifocales, leí. —¡Profesional! —seguí leyendo y en el reverso me encontré con la firma y rública de mi amigo Humberto Cavero, intachable Secretario General.
A partir de ese momento gracias a mi carnet profesional del Sindicato de Actores se me abrieron muchas puertas como también se me cerraron otras tantas. Apoyé a la Secretaria General y a su Junta Directiva.
El Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas y demás yerbas, creó el Instituto Nacional de Cultura (INC) para controlar el quehacer cultural, burocráticamente caminó bajo las patas de los caballos a las órdenes de la hoy conocida como «la dama de la interpretación autentica» doctora Martha Hildebrant, gran filóloga que actuaba como Sargento 1° en dicha institución. La ENAD pasó a ser regentada por el INC; en la Escuela ocupaba el sillón de la Dirección, el antipirotécnico del Teatro de la Universidad Católica (TUC), el ingeniero Arturo Nolte, bombero y hombre de teatro. Y no puedo decir más de mi Alma Máter, sólo diré que después de diez años me dieron el Título a Nombre de la Nación.


No sé en que momento, solo sé que de un momento a otro visité un Sindicato de Utilería. En mis ajetreos por las telenovelas y comerciales; los canales de television y agencias de publicidad me tenían una arrugota. La trafa era evidente, cada vez aumentaba el número de acreedores. Me acerqué al Sindicato hablé con un Directivo de utilería, le expliqué mi mal; el sesudo Directivo me repreguntaba lo mismo.
—Sí, Pantel Canal 5 y tal Agencia me deben un billetón, si ustedes cobran se quedan con el 40% de lo cobrado para caja chica del Sindicato.
—Pero, Canal 5 está cumpliendo …
—A mí me debe …
—Trataré de llamar …
—Llamando te van a güevear como me están güeveando a mí. Tiene que ir uno de ustedes a nombre de Sindicato.
—Veremos, cuando tengamos una respuesta te comunicamos.
Nunca se comunicaron conmigo, ni me dejaron un mensaje, ni un telegrama; llamé varias veces y el famoso Directivo de utilería nunca me atendió. —Vuelva a llamar por favor, el señor está ocupado —fue un disco rayado de nunca acabar. —Pensé —. El mundo no sabe lo que se pierde, palabra que no —. Dejé de llamar y poco a poco me ausenté cada vez más del Sindicato.
Llegó un momento que cambiaron de local; de aquí para allá; cambiaron de nombre, de dirección postal y yo mientras tanto me había ido a mudar a otros meridianos. En Lima y alrededores tenía una sequía de oportunidades y huelga de ocasiones. No me daban ningún chance por ningún lado, miré a la izquierda, miré a la derecha, nadie me conocía, ni en la radio, ni en la televisión.
Con la fama esquiva y la popularidad efímera, en ese tiempo sólo recibí el apoyo y palabras de esperanzas de parte de mi mamita. —En la vida hay que tener paciencia y prudencia —. Sí, te creo pero esperar hasta cuando —. Siempre me repetía la frase de Edwin Forrest que yo mismo se la había enseñado: «La popularidad del actor es efímera; hoy aplaudido, mañana olvidado».
Por reclamar y zapatear por un pago justo y puntual sin paseos, ni mecidas, ni mentiras, me fui quedando varado en las ofertas de la vida. Por exigir mi dinero honrado me tacharon y vetaron en varias agencias de publicidad, producciones, filmes y videos. Dos canales me pusieron en la lista negra. Mal pagado y jodido en Lima, seguí viajando por provincias y fuera de las fronteras.
Muchas primaveras pasaron, muchos estrenos también; y antes de la despedida triste para emprender la famosa y definitiva retirada al terruño de los Fritz Walter, Gerd Müller, Franz Beckenbauer; Marlene Dietrich, Karl Valentin, Bertolt Brecht; Joseph Goebbels; Johannes Gutenberg, Martín Lutero; Alberto Durero; Friedrich Nietzsche, Immanuel Kant; Willy Brandt; etcétera; con nostalgia visité uno de mis paraderos conocidos, antes preferido, el SAP, con un nuevo nombre Sindicato de Artistas Intérpretes del Perú (SAIP) en el jirón Manuel Segura 315, Oficina 302. Santa Beatriz. Cercado de Lima. Llegué más o menos a las seis y pico de la tarde de un día cualquiera, toqué el timbre, una vocecita femenina, sin abrir la puerta, me comunicó que regrese otro día, que no me podían atender, luego abrieron la puerta y me dijeron lo mismo: —Regrese otro día de lunes a viernes —y me cerraron la puerta en mis narices; insistí, me dijeron, desde adentro, que tenían Junta de Directivos en reunion extraordinaria. Tanto insistí que salió un jovencito muy educadito y de refinado trato, de buenos modales, que me choteaba igualito que la dama. Volví a insistir. Me hizo pasar a solo dos metros de la puerta, me alcanzó una silla. Le miré bien la carita, no lo conocía ni en pelea de perros. —¿Por qué este trato? —me pregunté —no sé —me respondí.
El joven con modales milimétricamente estudiados inició una conversación con una voz hiperbajita. Tenía la orden despacharme al instante.
—Usted no me conoce, soy actor, quiero actualizar mi situación con el Sindicato...
—Estamos en reunión.
—Lo sé, pero, un artista intérprete tiene la preferencia. La reunión puede esperar. Mañana desaparezco del mapa y no tengo tiempo para regresar. Sólo una preguntita ¿quiero saber cuánto debo para estar operativo? ¡Mi nombre es Niky León! ¿El secretario es Ciro Umeres?
—¡Estamos en Asamblea!
—No has respondido la pregunta.
¡Estamos en Asamblea le vuelvo a repetir!
Mi interlocutor se levantó de su asiento, circunspecto, sin decir palabra alguna se dirigió hacia un armario de madera deslaqueado, sacó un fichero. Mientras buscaba mi ficha, me cambió de tema y hablamos de todo un poco; la lavada de bandera, el ranking de las telenovelas nacionales, los problemas con los actores extranjeros, los nuevos espectáculos en los nuevos teatros; del Sindicato y de sus normas, estatutos, leyes, disciplina, ventajas de ser afiliado y desventajas de no ser sindicalizado.
—Una preguntita ¿con quién puedo hablar en cristiano?
Sólo conmigo.
Nuevamente frente a mí, con una tarjetita en la mano, afirmó. 
Amigo León, usted no figura en el nuevo patrón, no está en autos ni en regla, ¿no?
—Llamé mil veces y siempre me pelotearon; envié saludos, postales del extranjero y nunca me contestaron; venir no podía, yo quería saber cuanto debía para enviar el dinero y finiquitar mi deuda. ¡Necesito el carnet!
—Según las nuevos estatutos y reglamentaciones tiene que inscribirse como nuevo.
—¿Qué, treinta años de actor y ahora soy menos que un principiante?
—¡Lo dice los Estatutos!
—¿Otro Directivo con dos dedos de frente con quién pueda hablar?
—Repito, sólo puede hablar conmigo. 
—Sabes qué, siento que al hablar contigo es como si hablara con nadie. Estás repitiendo un rollo de paporreta, sin razonar, te has aprendido la lección sólo para decir no y no. Un actor debe pensar, opinar con voz y voto. Yo soy actor desde que tú estabas en pañales. Soy actor de más de treinta años en el oficio. No me puedes tratar como un novato. ¡Estatutos!
Mientras hablaba alturadamente, sentí detrás una sombra de una señora o señorita que hablaba en mimo con señas a lo mudo; su silueta se reflejaba en el vidrio del cuadro que yo tenía en frente; voltié sorpresivamente, la ampayé haciendo una morisqueta cojuda. Me vio y con su cara de antipatiquita malcriadita, refunfuñando se fue a meter a una oficinita del costado. ¿Qué circo es todo esto? me pregunté sarcásticamente. Me despedí dejando la tarjetita con los nuevos requisitos.
Por la caiguas tantos años de actor y de experiencia profesional para que me traten como un desconocido en mi propia casa sindical.
Muchas lunas después, de casualidad veo con sorpresa en un noticiero internacional que el nuevo Secretario General del SAIP es uno de los jovencitos de mi generación, don Carlos Victoria, amigo e hijo del patriarca Enrique Victoria. Uso en el mejor sentido de la palabra el refrán español: «De casta le viene al galgo». A Carlitos le escribí unas líneas por Mensaje Fb y en menos de lo que canta un gallo me contestó amicalmente. Que gusto saber que el Sindicato tiene un hombre de confianza y entereza. Recordé los tiempos dorados de mi Sindicato donde todos éramos hermanos y nos sentíamos seguros y protegidos de verdad. Amén de un sin fin de anécdotas y curiosidades.
Había llegado el momento de escribir algo sobre mí. Tomé nota, lápiz y papel, y comencé a escribir mi propia reseña histórica teatral:
Con los mejores calzados de puro cuero de becerro importado hechos a mano, caminé por el pulcro salón principal hasta llegar al centro del plató, mi apuntador personal me repetía muy bajito la letra, me tranquilizaba para tranquilizar mi intranquilidad —. Estoy seguro que haréis una buena labor por el Gremio de Artistas e Intérpretes. Yo trataré de apoyarte en todo lo que pueda según las condiciones y circunstancias, pero, primero lo primero —. Las luces y los micrófonos inalámbricos estratégicamente en sus sitios. El actor de reparto super concentrado repetía su soliloquio. El director dio la orden y la magia nos envolvió. Tres segundos de silencio. En off una perfecta y brillante voz tomó la palabra, el actor de reparto sólo movía la boca. ¡Artistas! ¡Intérpretes! ¿Primerísimo primer actor señor Niky León, juráis por Dios cumplir fielmente los Estatutos del SAIPPP y prometéis por vuestra conciencia y honor, cumplir fielmente vuestras obligaciones culturales, guardar y hacer guardar los Estatutos como norma fundamental del Gremio, obedecer y respetar a Dionisio, no abandonarlo nunca y, si preciso fuera, entregar vuestra vida en defensa del dios Baco y del buen vino? Mímica de los figurante y extras; pausa dramática, la cámara se dirigió a mí en primer plano, la luz indirecta difusa y tenue me cae al rostro sin dejar sombras; respondí con una convicción dialéctica de distanciamiento brechtiano. ¡Si, juro! —. Entonces, la voz en off replicó y el actor de reparto siguió moviendo la boca. Si cumplieseis vuestro juramento cívico y promesa, que Dios y la Patria os lo agradecerá y premiará, y si no, que Dios y la Patria os demandéis quien esto quebrantase mereceréis su desprecio y su castigo, como indignos hijos de ella —. Y para terminar la escena la voz en off añadió: ¡Teatreros! ¡Viva el SAIPPP!  ¡Viva el SAIPPP! Cientos de voces en off contestaron: ¡Viva! Ruego a Dios que os ayude a cumplir lo que habéis jurado y prometido .




NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS.
Teatrólogo.
Karlsruhe. 2012.

1945: Año providencial (EL CONSUETA)
Pero, en 1945, año providencial y significativo en la historia del teatro en el Perú, se da un salto cualitativo trascendental. El capocómico Carlos Revolledo, que era muy querido por el público merced a la creación de su personaje “el sargento de polecia (policía)”, funda el 13 de Octubre de 1945 el Sindicato de Actores del Perú (SAP) nuestra más importante agrupación gremial. Que nace como una poderosa organización de todos los artistas del espectáculo incluidos actores de teatro y radio, cantantes, bailarines clásicos y frívolos, músicos, circenses y folcloristas. Desgraciadamente esta poderosa institución se fraccionó en los años siguientes y se redujo a sólo los actores de radio, cine y televisión, con lo que perdió fuerza sindical. Actualmente se denomina Sindicato de Artistas Intérpretes del Perú (SAIP) y su Secretario General es el dramaturgo Juan Rivera Saavedra.
(Breve Historia del Teatro Peruano – Instituciones Teatrales Limeñas (1938-2008) - Domingo, 27 de Julio de 2008 - profesor Ernesto Ráez Mendiola).

Fotografías de Archivo:  Nicolás León, actor.
"Los tocadores de tambor o parábola del servilismo" de Sara Joffré (1976).
"El Oro de Cajamarca" versión libre de Fabulina Erzähltheater (2011).

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