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La Profesora de Civismo

(civismo del latín civis, ciudadano y ciudad).

Basado en hechos reales, de fuentes fidedignas y verdaderas. Versión libre del original. Adaptación corregida, achicada, aumentada, cortada, tijereteada, certificada y archivada.

Para B&A, con cariño y estimación.

Chateando con la pareja de trotamundos profesionales, Tal para Cual; mi maestro y amigo del país oriental, el catedrático de La Catedral, experto catador de vinos, con su aureola positiva me aconsejaba donde podía conseguir condimentos para preparar potajes peruanos. Valicha, su linda y dulce esposa de claveles y amancaes, no ve con buenos ojos que nos reunamos porque es más que seguro, segurísimo, 100% seguro que nos ponemos a degustar una botella de pisco peruano; ella tiene toda la razón del mundo.

Hablando del buen sabor de nuestras especias, de nuestras cebollas, ajíes, rocotos, ajos, culantro, clavo y canela, nos acordamos de nuestros paisanos latinoamericanos y de sus hazañas de antología.

En la conversación me acordé del conocidísimo Paco Sacco, vecino y Alguacil del Distrito de La Victoria; me acordé de sus ocurrencias; el famoso c. Paquito Sacco con Z de sapazo, él sabe la vida, pasión, atraco, arreglos, chanchullos y fuga de muchos de sus compañeros; él es el gran organizador de las reuniones socio-políticas, actualmente sigue siendo el insustituible anfitrión del antiguo Sector 7° Seasap, local donde funciona el “Spa”: “No lo digas, Cántalo” “Salón de Belleza, Peinados, Masajes y Manicure”.

La fina lengua del c. Sacco dió a entender que el salón de belleza prestó pelucas a la inocente ratoncita Luciana para que su papito se camufle con Libertad y se esconda en su guarida de León y pueda bailar con Alegría un fraternal “triste con fuga de tondero”.

Paseando por los Alpes, caminando por primera vez en una escarpada ‘montaña, sin luz en la cabaña, sin nadie a quien amar, ausente de mi madre, bendita que me adora y que tal vez me llora en su lejano hogar’. Soportando la cruda estación de invierno junto al lago Chiemsee, haciendo memoria comenzé a compaginar una anécdota de antaño que me contó el c. Paquito, el muy listo tomó sus precauciones, pues nunca me dió el nombre ni apellido, ninguna huella de su estrella ni dato alguno, sólo se limitó decir que de cariño la llamaban Meche.

Hace muchísimos años, en la prehistorica época paleolítica de los tranvías, de los colectivos, de los colepatos, viejos y lentos automóviles adaptados al servicio público; sucedió un acontecimiento ejemplar para los Hermanos del Séptimo Sector.

En un Colegio Nacional de Miraflores trabajaba la señorita Meche como Educadora en el nivel secundario teniendo a su cargo los cursos de Educación Cívica, Religión, Lengua y Literatura.

En el ilustre colegio miraflorino los días con sus horas caminaban pesadamente al compás del canceriano mes de junio, en el colegio todo era normal, monótono, las profesoras esperando el pago del mes que ya pasó, los alumnos estudiando para dar sus pruebas de recuperación y librarse de las coloradas notas; hasta que se escuchó una melódica noticia que corrió como reguero de pólvora, habían llegado los cheques. Llegaba el pago del mes de mayo a mediados de junio, como siempre, atrasado, las profesoras dejaron las aulas inmediatamente, como una estampida de aves fueron a Contabilidad a recoger sus sobres con los chequecitos, abandonando a los abnegados alumnos a su suerte, dejaron los deberes y obligaciones sin preocuparse que dirán los padres de familia; tomando aire se enrumbaron como atletas de pentatlón por las estropeadas calles a la caza de un colectivo para que las lleven a un Banco de la Nación, era toda una competencia quien subía primero al colepato, el Banco más cerca no estaba tan cercano, media hora de viaje hasta el centro comercial de San Isidro; poco a poco iban llegando al Banco, acomodándose en las colas de las ventanillas designadas para los cheques del profesorado, llegaban todas descuajeringadas, despeinadas, con las trenzas revueltas, trenzas que tenían que ser soltadas brevemente para ser rehechas, con las medias corridas, el rouge descolorido o desaparecido, el rímel o máscara de pestañas corriendo por las mejillas, el maquillaje hecho una desgracia, los tacones movidos de su sitio y gastados por las picadas y frenadas desesperadas; en la colita más tranquilas, jadeando, controlando el aire se iban acomodando todo lo que se les había movido de su sitio o salido de su lugar por la velocidad del traslado, arreglaban sus prendas de vestir e íntimas también, después seguía el ceremonioso ritual, color a los cachetes, secaban el sudor que les corría por la frente y sienes, poco a poco iban recuperando su porte de docentes; y la bendita cola marchaba lentamente, todos los meses la misma jarana, el mismo sueldo, el mismo sueldo insignificante, ser apóstol de la educación en este país de mierda era una explotación anunciada, mal pagados, siempre mal pagados, pero qué iban hacer, es su profesión, tenían que seguir adelante, no les quedaba otra. Agonizar o morir en la playa, no había escapatoria.

La señorita c. Meche, profesora sindicalista, hablaba en la cola, hablaba, hablaba y hablaba, siempre con el mismo rollo, muchas veces no se le entendía ni papa que es lo que quería decir, hablaba como una cotorra, hablaba como si estuviera dando un examen oral de paporreta, las personas ajenas al magisterio decían que hablaba bonito porque le ponía énfasis, puntos y comas. Cada oración que declamaba en su oratoria parecía un vómito de surtido de libros, qué manera de hablar, qué tal lengua, hacía trabajar a la mentirosa en dos turnos con sobretiempo; suerte que a esas alturas nadie la escuchaba, todas las colegas miraban el reloj y estaban preocupas por el cambio del chequecito y salir cueteadas para tomar nuevamente el colectivo, bus o lo que sea y regresar al colegio para firmar el Libro de Asistencia en la sección Salida, cuyo renglón había sido subrayado con líneas de tinta roja, y así poder retirarse del centro laboral con la conciencia tranquila y el deber cumplido.

Una a una iban saliendo las mártires de la educación del conocido Banco, salían con sonrisas nerviosas llenas de satisfacción.

Hasta que por fin le llegó el turno a la encantadora de serpientes, toda seria y activa abrió su cartera de cuero marrón búfalo, mirando desconfiadamente para los costados con cautela y precaución, cuidándose de los compañeros del partido, sacó el cheque correspondiente al mes de mayo que estaba oculto y bien dobladito en la secreta de su billetera, avanzó dos pasos y alargando el brazo entregó el documento por la rendija del vidrio a la señorita encargada de la caja.

La cajera había escuchado hasta el cansancio las repetidas arengas que sonaban para sus finos oídos como un molesto repiquetear de ametralladora de letras; irritada y crispada de los nervios, fastidiada, muy fastidiada de atender tanta gente y todavía profesoras de colegio nacional, mirando fijamente el reloj principal, suspiró, faltaban escasos minutos para terminar su decente horario de trabajo. Chequeó el cheque en fracción de segundos y poniendo la mejor de sus sonrisas piadosas regresó el cheque a su dueña, diciéndole pausada y maternalmente:

- “Disculpe señorita, el sello y la firma están borrosas, por favor tenga la amabilidad de ponerse a un lado para poder seguir atendiendo. Gracias”.

La oradora haciendo un gesto de interrogación con la ceja, no se quedó muda, inmediatamente reclamó, apoyándose en las pocas colegas que seguían detrás de ella, exclamó con un nudo en garganta:

- “Pero si todas tenemos el mismo sello y la misma firma”.

- “Seguro, cierto, muy cierto, pero el suyo está borroso, cámbielo y yo misma la atenderé cuando usted regrese. Gracias. Ahora por favor avance, muévase, camine fuera de la cola por favor, tengo que seguir con mi trabajo. Permiso. Gracias”.

Mechita, sacando su agitado pañuelo blanco, se limpió la frente, la boca, la lengua viperina, respirando profundamente, inhalando todo el aire de la sala como para zambullirse en un remolino ideológico, sonriendo hipócritamente usando su máscara a manera de mascarada como cuando habla en las sesiones del Sindicato ofreciendo múltiples promesas que luego nunca cumple; murmuró entre dientes muy suavecito como quien lanza un punzante dardo venenoso teledirigido, muy bajito como para que nadie escuche, masticó y escupió letalmente:

- “!!!Qué buena hija de puta eres conchadtumadre, qué buena mierda eres, atiéndeme bonito mal parida, te vas a cagar conmigo, cojuda, tú no sabes con quién te has metido, chuchatumadre, tú no sabes quién soy yo, cagada de mierda, porquería, empleadita, mequetrefe rechuchattumadre, ... !!!”.

La cajera abrió sus hermosos ojazos verdes y ahogándose, quedándose sin aire por unos segundos, tiempo que Mechita, la profesora de Educación Cívica y Religión, aprovechó para voltear sobre sus tacones y retirarse muy altiva, seria y elegantemente, sonriendo como una Sor y pidiendo permiso muy diplomáticamente. Avanzó y se despidió.

- “Buenas tardes a todos”.

Se le escuchó decir en un tono super educadísimo de niña buena de cuentos de hadas.

Perdiéndose en la neblina y smog de la calle.

La cajera alcanzó a decir:

- “!Y es profesora!”

- “¡Si! ¡Nosotras también!”, respondieron en coro las colegas.
- “¿Necesita una profesora?”
- “¿De que materia?”
- “Hable con confianza señorita”.

El reloj marcó las 6 pm, el portero cerró las puertas. La atención continuó ... en silencio.

* "La Cabaña" de Alejandro Sáenz.
Karlsruhe, 06/Marzo/2009

Delfos

DELFOS de NDLeón

El tholos de Delfos, templo circular construido en el año 390 a. C. 

DELFOS

Con la mano derecha en el corazón, juré igual que el torpe de Perú Posible «¡Por Dios y por la plata!» Prometí no mencionar el nombre de mi interlocutora, como no puedo con mi genio reparto los créditos correspondientes. «Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios». Para Pitia del Oráculo de Apolo.
Llegamos a Delfos después de varias horas, sorteando varios pueblitos, en la carretera principal metimos fierro a fondo al acelerador, avanzamos esquivando buses y a una buena requetefila de automóviles. Llegamos, nos encontramos con un colón de gente que nos habían madrugado. Caminando por la entrada del sitio arqueológico de Delfos, escuché a los lejos voces extrañas, disminuyo el paso para oír mejor; juntito a mí, escuché: —¡Apúrate! —No hice caso, pensando que era un eco divino o el cansancio que me hacía escuchar cosas; seguimos turisteando, hasta que nos encontramos frente a frente con el Teatro de Dionisio, suspiros de emociones, fotos por aquí, por allá, por acá; pregunté mentalmente ¿Y Dionisio? Y una vocecita que me responde: —¡Está de juerga, durmiendo la mona, detrás del templo, no hagas bulla! —Me toqué la frente pensando en una calentura o en una fiebre. Nada. Subiendo para «arriba en subida» por la vía principal a paso lento, mirando las nubes, el verdor y la belleza natural de los alrededores, observando a los cientos de turistas que bajan de los buses a tropezones. Avanzamos un pequeño trecho, empezó a llover, una lluvia bastante fuerte. Fuertísima. Miré la regadera celestial con cara de diablo, escuché nuevamente la vocecita detrás de mis orejas en forma cachosa y punzante:

—¡Estoy limpiando tu cuerpo y tu alma! ¡Inmundo, Impuro pecador!

—¿Qué? ¿Qué cuerpo? ¡Me estás jodiendo la ropa y voy a pescar un resfrío del carajo! —pensé nuevamente.
—¡Con un buen vaso de ouzo, adiós resfríos! ¡No pasa nada!
—¡No pasa nada! ¡Cierre el caño! ¡Lluvia de mierda!
—¡Un poquito de agua sirve para refrescar el ambiente!
—¿Quién eres?
—¡Tu conciencia! ¡Pepe Grillo! Jajaja... ¡Soy yo!
—¡Si eres tú, chamulla a Apolo para que deje de jugar carnavales!... ¡Ya llegué! ¡Ahora qué hago? ¿Tienes un pronóstico reservado para mí?
—«Lo importante no es llegar primero sino hay que saber llegar...».
—¿Para eso he venido de tan lejos... dime algo nuevo... ¡No jodas!
—¡Pssszzz! ¡Llegamos al Templo de Apolo!
—¿Esto? ¿Sí? ¿Esto es? Al menos se ve algo, seis columnas, se ve interesante... está bacán, quedan piedritas que dicen algo... ¡Gracias, mil gracias dioses del Olimpo por cristalizar mi sueño! ¡Tú! Lleva mi mensaje de alegría, de amor y agradecimiento a los dioses paganos de la Grecia antigua, cuna de la cultura occidental, gracias dios Dionisio, creador del divertimiento y del teatro...
—¡Aguanta! ¡Aguannnta! ¡Para el rollo, no tan fácil, compadrito! ¡Primero tu matrícula voluntaria... en Euros, nada de
«One dollars», al cambio pierdo... nada de sencillo ¡Billetes! no tengo tiempo para estar contando ripios. ¡Si puedes dar billetitos con tres dígitos, mejor! ¡Cuando llueve todo el mundo se moja! ¡Mano al drilo! ¡Nada es gratis huevo frito! ¡Businesses are businesses! ¡Boca come, poto paga! Jajajaja
—¡Ay, carijo! ¿Así es la cosa? ¡Pido permiso señores que... este tango no es para mí... ¡Porque el tango es macho! ¡Porque el tango es fuerte! Tiene olor a vida, tiene gusto a muerte.
—¡Ya, suelta tu billete, no te hagas el cojudo! ¡Al pan, pan y al vino, vino! ¡Nada de favores!... ¡Muy bien!... No son falsos ¿no? Ustedes tienen una fama... ¡Escucha bien tu vaticinio! Lo digo sólo una vez, no hay repeticiones: «Por acá todos estamos muy contento que insistes en tus sueños, intentos, esfuerzos para seguir con la gracia de Dionisio»... ¡Eso es todo!
—¿Qué, acabó? ¿Eso es todo? Un viajezazazo para dos palabras.
—Eso es lo que querías escuchar ¿no? ¡Ya lo escuchaste! ¡Podéis ir en Pazzzz! ¡Papanatazzz!
—¡Puta! ¡Te pasaste de vueltas!
¡Aguanta el carro! ¡Sigue portándote bien y es muy probable que nos veamos en otra oportunidad! ¡Sigue por el camino correcto y serás recompensado... aléjate de las promiscuidades y alcahueterías que no conducen a nada bueno! ¡No sigas el camino de los políticos de tu país, gente podrida, corrompida, ninguno se salva, todos son igualitos!... ¡Por acá siempre vienen los payasos!
—¡Cómo jodes! Yo no soy payaso. Te equivocas, me estoy desengañando de ti. ¡Yo Soy…!
—Jajjaja yo sé quién eres... actor peruano del Perú. Naciste en Lima, eres de la rica Viky de la urbanización residencial Balconcillo, jaranero del bulevar Palermo, tabaco y ron con sus yuquitas fritas... que gentita… ¡Dios Mio!
—¡Carajo! ¡Qué tal chisme, acá también funciona el chuponeo! Yo pensé que a nadie le importaba saber quién soy, ni de dónde vengo ni por donde voy ¿Cómo lo sabes?
—Te hemos visto por televisión. También te hemos luqueado por la avenida Pocho Ugarte tomando unas chelas con un cuarteto de búfalos delincuentes.
—Estaba chalequeando a mi hermano, esos son compañeros de mi hermano, no son mis amigos.
—¡No niegues tres veces seguidas!
—¿Qué más sabes? Estoy curioso de saber tus designios, tus profecías...
—Todos los dioses, semidioses, mortales helénicos y del globo terráqueo, hablan del gobierno de mierda de Alan Damian, cholywood está hasta las huevas, igual o peor que el gobierno del japonés rata de Fujimori. ¿Cómo han escogido nuevamente a esa hiena asesina, basura, vende patria? ¿Tan bestias son ustedes? Tan rápido se olvidaron de las devaluaciones fulminantes, de las matanzas en los penales y en El Frontón. ¡Si serán! ¡A tu pueblo le falta educación! ¡Ama sua, ama llulla, ama quella!
—¡Chuchi! ¡Hablas quechua! ¿Eres bilingüe, trilingüe? ¡’taz tirando!
—Todo lo bueno se aprende. ¡No seas ladrón, no seas mentiroso, no seas flojonazo!
—¡Te lo juro que... ¡Yo no voté por él!
—¡No hay escusas! ¡No te limpies!
—¿Podemos cambiar de tema? Se me hace tarde y tengo que partir para Olimpia.
—¡No he terminado, todavía no he terminado! ¡Meche, vieja zorra inútil, ministra del Interior! Jajajajajaj; Mulder, cancerbero con rabia; Jorguito, escoria como todos; Rafael Rey, sirviente de tres patrones, con la cruz ¡Mata!; Velásquez Quesquén, presidente del Consejo de Ministros, jajajajaja, ¡Qué chiste! «Hoy resulta que es lo mismo ser ignorante, sabio, cura o ladrón... ¡Para ustedes todo es igual! ¡Nadie es mejor! ¡Lo mismo un burro que un gran profesor!... ¡Si es lo mismo el que labura noche y día, como un buey, que el que vive de los otros, que el que mata, que el que cura, o está fuera de la ley!».
—¡Bueno, me voy, no te quito tiempo, hasta nunca! ¡Gracias por todo! ¡Esto fue debut y despedida!
—¡Te pido un favor!
—¡Habla!
—¡A mí no me incluyas en tus historietas!
—¡Un momentito, comadrita, yo no escribo historietas, yo escribo cuentos de barrio... había prometido no escribir nada de esta visita, pero... ahora te jodiste, por mi madrecita! Te voy a mencionar. Y te haré famosa en la esquina de mi barrio, de aquí para la eternidad... Chao… ¿Una pregunta? ¿Para ir al Templo de Atenea qué camino agarro?
—¡Sigue la fecha! ¡Eso... es el camino... hacia el cambio... un abismo diferente! ¡El fraude avanza! ¡De frente compañero! Ja, ja, ja, Guten reisen! ¡Buen viaje! Danke! ¡Gracias por todo!
En el Templo de Palas Atenea Pronaia se me fue el dolor de cabeza, desapareció el grillo que me zumbaba en los tímpanos; despejado de todo malestar, tomé fotos al templo desde diferentes ángulos, y me di cuenta que éramos los únicos en el parque, los quinientos y tantos turistas habían emprendido la retirada. Se olía el perfume de los campos vecinos, el aire fresco, un silencio como les gusta a los dioses... y también, a mí.

NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS

Delfos, Grecia, Set, 2009

El Ciclista

Apoyado en la columna del portón metálico con mi título de Mecánico en Motores a Gasolina bajo el brazo, esperaba una víctima para demostrar mis conocimientos adquiridos en la Real Escuela Técnica de la avenida Washington, a media cuadra de la Prefectura.

Después del medio día, lentamente, entró al taller un escarabajo VW verde palta, un poquito chancado, se cuadró con miedo y duda. La puerta del chofer se abrió y poquito a poco aparece una escultural mujer, de gran belleza, delgada, contorneada, bonita, bien mamacita; miró el taller, panoramicamente hizo un giro de rotación de 180° en su propio eje, modelando para mis ojitos victorianos; a contraluz miré su silueta muy bien formada; la miré de cuerpo entero; de pies a cabeza; la cadera, sus largas piernas, sus piesitos y por último, hipocritamente, la carita de ángel. Miré al cielo para pedir ayuda al Creador, éste me mandó un rayo de concentración aguda para corregirme los crisoles libidinosos y no pecar de miradas impuras, de pensamientos malos o adulteros. La cosita rica, con su educada voz de soprano, su encantadora sonrisa de musa y mirada despreocupada; me miró alegremente, saludó e interrogó:

- ¡Hola Niky! ¿Cómo estás?

- Bien! ¡Todo normal! ¡Los chicos bien! Algo preocupado porque la niña de mis ojos me amenaza que se quiere ir de la casa!

- ¡Ah! ¡Caramba! ¡Por algo será! ¡Tú también no eres un santo. Da gracias a Dios que alguien se fijó en ti!

- Jajjaja, preocupado estoy porque siempre me amenaza que se va! ¡Que se va! ¡Que se va! ... ¡Y no se va!

- ¡Loco! ¡Eres un loco! ¡Ya te voy a ver llorando como una ... como un llorón! ¡Ella es una linda persona, es bonita, inteligente, buena madre, buena amiga ... que más quieres? ¡Tú eres una mie ... mi amigo! Mejor no opino.

Con la espada desenvainada para continuar con el diálogo; crujió la otra puerta, la del copiloto, nos quedamos mirando y seguimos con la mirada el chillido de las oxidadas bisagras acompañado de un sonoro bostezo incontrolado de cansancio y aburrimiento de no hacer nada en varias horas. Cuando terminó de abrirse la puerta, emerge a la superficie un zapatazo con media suela y taco reparado, talla 45, acto seguido, una calancaza de jugador de basket de la NBA; la otra taberna con su correspondiente calanca; unos finos y plásticos dedos se aferran a ambos lados del marco de la puerta; con un buen impulso sale a la luz como juguete de sorpresa: “Un antifaz andino” que llamamos cara, e inmediatamente el dueño de la achinada máscara folklórica presenta toda su estilizada y larga y energúmena estatura. Estirándose como gato techero, acomodó sus prolongados huesos de aproximadamente dos metros de altitud sobre el nivel del mar, demostrando su estampa, genio y figura, genuino representante icono descendiente de los bravos caciques de las punas de Chancas, Huancavelica y Angaraes.

- ¡Nikito! ¡Hermanito! ¿Qué es de tu vidú? ¡Te has perdido! ¡Ya no se te ve! ¿Cómo está la familia? ¿Ahora eres empresario automotriz? ¿Quién lo creyera? ¡Eres papá, empresario ... cómo has cambiado, hermanito?

- ¡Hola, Chino! ¡Están de vaca! ¡Quién como ustedes! ¡Se te ve bien! ¡Mujer bonita, carro, casa, salud, dinero y amor! ¡Buena, Chino! ¡Qué más le puedes pedir a la vida!

- ¡Falta platita, hermanito! ¡No todo lo que brilla es oro!

- ¡Estamos iguales de jodidos, entonces! ¿Qué tomas? ¿Licor, cerveza o ron? Tengo un conchito de pisco legítimo de ...

- ¡Sólo agüita ... mineral!

- ¡Con gas! Yo tomo con gas. ¿Y tú flaquita, qué tomas?

- ¡Igual! ¡Lo mismo! ¡Agüita!

- ¡Qué lindos! ¡Gente sana, caramba!

- ¡Nikito! ¡Aparte de la cordial visita, quiero pedirte un favor, revísame los frenos del auto, están largos y suena algo raro! Pero me cobras con cariño, la verdad hermanito, estamos faltos de dinero.

- ¡Haber, haber! ¡Pisa el freno! ¡Ya lo tengo! ¡Está papaya! Mientras me visto pide un botellón de agua mineral con gas al frente, en la bodega, díle a la señora que es para mi, a mi cuenta.

Una vez listo, uniformado con mi mameluco profesional azul marino, seleccioné las herramientas, llaves y un cartón corrugados de caja de leche para tirarme debajo del carro; desarmé todas las partes dañadas del sistema de frenos, chequié lo que había que cambiar y lo que podía reparar.

- ¡Chino! Ahorita, urgente, tienes que comprarte un cable de freno con su funda. A lo demás puedo darle un toque de sabor para que dure un par de meses. !Carajo! ¡Más chamba voy a tener en armar todo este rompecabezas! ¡Mucho trabajo para poca paga! ¡Agarra la bicla de mi papá, en la esquina doblas a la izquierda y derechito a tres cuadras hay una tienda con un pizarrón verde de colegio, con las letras VW, ahí es!

Pasaron dos horas y yo seguía trompeandome con las fallas del carromato. ¡Arreglar carros viejos era más complicado, parecía zapatero remendón arreglando lo imposible! Cuando estaba requintando el último perno ingresa al taller una bicla a cincuenta kilómetros por hora, por poco se va contra la mujer bonita y de paso llevarse de encuentro la carcocha reparada. La flaca se libró con las justas, dió un saltito para atrás y toreó la embestida del veterano ciclista. Este se bajó de la bici a la volada, la cuadró e ingreso a la oficina que le servía de almacén; mientras la flaquita, sin darle importancia a lo sucedido revisa su auto.

El Chino con ojos desorbitados de sorpresa, exclamó:

- ¡Niky! ¿Y ese viejito quién es? Yo lo conozco, al viejito lo conozco. Por poco lo atropello en la avenida Huaylas, se me cruzó hermano, por poco me lo llevo en el Ovalo, estaba yendo con dirección a la Escuela de Policías. ¿Quien es, ah?

- ¡Mi papá! ¡Es mi papá!

- ¡Tu papá! ¿Tu papá? ¿El señor de la bicicleta es tu papá? Quien va a creer que es tu papá, sí camina todo pobrecito, con chancletitas, camisa gastadita, con huequitos en los codos; se le ve pobrecito, hermano.

- ¿Sí mi papá sale a vender sus papeles elegantemente bien vestido, quien le compra? ¡Nadie! Es su vestuario de vendedor de papeles ... jajajaja ... qué buena táctica, verdad? Así da pena y le compran la mercadería al toque. Ya ves, me tiene bronca porque soy teatrero y él hace más teatro que yo, jajajajaja!

- ¿Qué lleva en la bici? Tenía unos bultos amarrados en el timón y en la parrilla.

- ¡Papel! Papel de despacho ... papel para los mercados, papel periódico para que envuelvan las carnes, menudencias, pollo y pescado; también lo usan como servilletas.

- El que lo ve no cree que tu viejito es dueño de un edificio, de un taller, de un carro y una camioneta ...

- ¡ ... y dos bicicletas!

- ¡Lo que es la vida, te iba a dejar huerfanito, hermanito! ¡Se me cruzó inesperadamente “!Intespectivamente!” ¡Como requinté a tu viejito!

- ¡Papá! ¡Te presento a mi amigo! Te conoce de vista. Te ha visto por Chorrillos llevando papeles.

- ¡Encantado joven!

- ¡Lo mismo digo! Mucho gusto, para servirle señor.

- ¿Usted de donde conoce a Niky?

- ¡Soy artista igual ...

- ¡Permiso tengo que preparar la mercadería para mañana!

- ¡Por qué tienes que hablar de arte a mi papito lindo! ¡Tú sabes, te he contado ciento de veces que mi viejo me tiene bronca porque soy actorazo! ¡Cacaseno! ...¡Ahora toma chocolate y paga lo que debes!

El flacuchento contando sus billetitos de cinco soles y sus monedas, completó el pago de la factura con 50% de rebaja. Oferta y ganga de parte de la casa. Deseándonos suerte en el futuro nos despedimos con un fuerte apretón de manos, y con un besito en el cachete de parte de la flaquita encantadora, nos dijimos:

- ¡Hasta pronto! ¡Hasta la vista! ¡Chao!

- ¡Espero verte en el teatro próximamente!

- ¡Si! ¡Algún día trabajaremos juntos en el mismo espectáculo! ¡Lo presiento! ¡Maneja con cuidado! ¡Suave no más! ¡Chao, suerte!

- ¡Chao, portate bien!

Nuevamente sin clientela, reflexioné sobre lo conversado con el Chino, en ese momento recién se me vino a la cabeza una respuesta, una meditación, tenía que haber dicho:

“!Chino, después de todo no nos podemos quejar! Tenemos papás que con sus diferentes estilos de vida nos han dado todo lo que necesita un hijo. Fuímos niños privilegiados. Sí no hemos aprovechado es nuestra culpa, nuestra grandísima culpa”.

Silbé, y canté mentalmente una cancion que me enseñó mamita a la hora del lonche, en los muchos lonches que duró mi niñez; dediqué la antigua Polka de la Guardia Vieja “El Ciclista” a mi papá, mentalmente hablando.

"Una mañana, en mala hora, sentada estaba una señora en un banquito de esos de plaza sin presumir lo que le pasa. En eso viene, a lo lejos, un ciclista que se perdía casi de vista vino a estrellarse contra la reja y ¡Cataplúm! Cayó la vieja. ¡Qué tal lisura, qué tal reposo! ¡Qué desvergüenza la de este mozo! Si yo lo agarro lo desbarato ¡Y hasta le rompo el aparato!

Atenas, 10/Set/2009.