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Mimo por obligación.

Al barrio habían llegado dos vecinos, estaban nuevecitos, todas las tardes salían a limpiar y lavar su carro. El auto no era nuevo pero estaba bien paradito, muy bien conservado, recién comprado. Los vecinos en una breve conversación en la panadería sugerieron que necesitaban un radio para su flamante automóvil. Les pregunté qué radio querían y con cuánto contaban más o menos.

- ¿Cuánto hay?

Me contestaron que tenían 400 soles. Al toque le dije que yo tenía un radio empeñado en Barrios Altos y que me faltaba un billete para recogerlo, que prefería que ellos se queden con la radio que la vieja usurera que lo tenía, les pedí 300 soles, que era para la señora y ellos se quedaban con el radio que era nuevecito Punto Azul y “que el resto era silencio”.

Los llevé al jirón Manuel Pardo, una transversal de jirón Ancash, una calle con callejones, solares, quintas y conventillos, los patas se orinaban de miedo, no quisieron avanzar y me dijeron que me esperaban en el auto, les pedi el dinero, me dieron todo en billetes de 10, los conté y caminando a una puerta a una distancia de 30 metros, les hice todo un espectáculo en silencio “La balada del mudo”, como me estaban viendo de costado, les hice un mimo magistral.

"Caminé rápidamente hasta una puerta, me detuve en seco frente a la puerta, toqué el timbre sin que haya ningun timbre, nadie abría y con cara de enojado toqué la puerta varias veces, después de unos minutos me atendieron, hablé, señalé al auto y expliqué que venía acompañado y mirando a los compra les dije en mimo que me esperen, que me estaban invitando a pasar ... pasé y desaparecí".

Todo el mimo lo había hecho en la entrada de un callejón que no tenía puerta pero tenía varias salidas. Desaparecí por arte de magia, no regresé al barrio ni por el vuelto, me buscaron y yo era abridor, me estuve escondiendo hasta que todos nos olvidamos del asunto y nuevamente amigos, pero aprendieron a no confiar en nadie más sólo en ellos, habían pagado piso y ya habían aprendido la primera lección.

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