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El Escudo Branquiazul.

EL PRENDEDOR BLANQUIAZUL de NDLeón




EL PRENDEDOR BLANQUIAZUL
Todo fue en cuestión de minutos, sucedió en el Aeropuerto Internacional Jorge Chávez en una grabación para un comercial de una marca de cerveza sponsor de las camisetas de fútbol. Llegué bonito con un impresionante saco de tela Casimir inglés legítimo, el saco de lejos tenía su pintaza, de cerca se notaban los huequitos de las polillas y las mangas gastadas, pero se veía lindo, se veía bien inglés. En la solapa llevaba un prendedor de plata del escudo blanquiazul, de mi Club Alianza Lima del Perú, adherido con un fuerte y seguro imperdible. Cuando me tocó grabar dejé el saco en el improvisado perchero en el gancho más alto para vigilarlo. Sólo dije a la cámara: «Con esta cerveza soy otro» —. Giré tres cuartos y de perfil me soplé el vaso profesional llenecito de cerveza con su reluciente espuma de cebada tostada. Volví a mirar la cámara, sonreí y acabo mi parte. Me agradecieron. Me invitaron a tomar unos vasos más en la mesa improvisada. Primero fui a recoger mi saquito inglés. Me crucé con los siguiente modelos. Cuando estuve frente a mi saco, me quedé petrificado, habían arrancado de la solapa mi escudo aliancista, el prendedor de plata AL, el saco había quedado huérfano y destrozado, una porquería, se le notaba a la legua el huecazo en la solapa, el hueco parecía una rosa triste en otoño, quise llorar, granputear, mentar la madre, odiar al vecino... interrogué a los presentes si sabían algo, nadie sabía nada. O se hacían los cojudos. Requinté, zapatié, se me fueron las ganas de tomar otro vaso de cerveza. Una linda aspirante a actriz me pidió un autógrafo, la firma me salió una desgracia crucificada. Estaba herido, ofendido, escupía bilis, tenía los ojos inyectados de odio e impotencia, todos eran cómplices del robo...miré al cielo, como nunca estaba despejado de nubes, se veía hermosamente azul como el color del prendedor blanquiazul. Espiritualmente todo volvió a la calma. Sonreí, luego me reí, la cólera desapareció, reflexioné con sentimiento íntimo. El pericote tiene que ser un buen hincha fanático de Alianza Lima Futbol Club, el equipo de mis amores, para tener la osadía de la cagada de hoy día —. Mirando el cielo azul, con mi mano derecha a la altura de mi corazón victoriano, le perdoné la vida. Como debía de ser.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
Karlsruhe, 2008

La Universidad

En la Universidad, en el día “D” del examen, me vi a la distancia con mi familia, mis primos, y nos saludamos con un movimiento de brazo, ni les hablé. Terminado el examen no hice comentario me fuí a caminar al parque el Olivar, donde mataperreaba de niño comiendo mis ricas aceitunas .

Al día siguiente, en bicicleta, me fuí a ver los resultados, llegué como a medio día, no había mucha gente buscando sus nombres en los planillones pegados en la pared, empezé buscando al revés, de derecha a izquierda, no encontraba mi nombre, faltando como dos páginas agarré el timon de la bicicleta para tomar impulso y regresar. Escuché una graciosa voz femenina:

- ¡Tino!

Era mi vecinita de mi barrio, a la que cortejaba sutílmente, y por boca de otros no me hacía caso por mi comportamiento díscolo y se me distanciaba discretamente.

- ¡Hola! ¿Qué tal?, se acercó y me dió un beso en la mejilla, yo sorprendido, sonreí, no supe que decir, ni qué preguntar.
- ¡Felicitaciones!, me dijo despacito.
- ¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?, tartamudié.
- ¿Qué sobrado eres, no le das importancia a tu ingreso?

Deteniendo la respiración me acerqué a la primera hoja buscando mi nombre, lo ví, leí mi nombre, lo leí varias veces, me quedé inmovil.

- “¡Estar entre los veinte primeros no está mal!” me susurró.

Para mí no estaba mal...ni bien...ni nada... Para mí no estaba... Mi amiguita me abrazo felicitándome, yo no sabía que decir, y empinándose me dió un beso.

- “Yo sabía que podías”, lo dijo con orgullo, mirándome a los ojos.

Ella también había ingresado, en el segundo puesto. Sonreí nerviosamente, agradecí su gentilesa, agaché la cabeza, agarré la bicla y regresé a casa meditabundo. Mis primitos muy temprano habían visto sus notas, el único cojudazo que había ingresado, era yo. En casa me esperaban, ya le habían dicho a papá la noticia. Cuando llegué todos los brillantes e inteligentes primitos, modestamente, me felicitaron, los ojos se me humedecieron, papá me estrecho la mano y me felicitó, no pensaba, no creía, no hablaba, se había quedado de una pieza. No pudiendo aguantar las lágrimas me metí a mi cuarto y lloré. Me preguntaba donde había fallado, por qué había caído en el juego de postular a algo que no me gustaba. ¿Qué iba hacer ahí? Lloré amargamente hundiéndome en el llanto.

Todas las mañanas me encontraba con mi vecinita en el paradero, nos ibamos y regresábamos juntos de la Universidad, hablando de las clases que habíamos recibido, ella era muy buena alumna, inteligente con buenas calificaciones, lúcida, me explicaba lo que yo no entendía, que era casi todo. Nos ayudabamos en las tareas, ella hacía los trabajos mientras yo preparaba el café, los sanguches o las galletitas con mantequilla, a la par que escuchaba los puntos tratados que me iba leyendo o explicando como una buena profesora.

En el segundo ciclo tuvimos la temeraria idea de ir al Este de Lima, como excursión y de paso estudiar, y revisar lo que teníamos que exponer el siguiente lunes. Cuando llegamos al lugar, buscamos un bonito sitio sobre una colina llena de abundante vegetación, al costado el río nos hablaba pausadamente al oído. Repasaba y repasaba una exposición que tenía que dar en la materia Lengua I, que dictaba una profesora super exigente. Que me tenía podrido. Escribía, tomaba apuntes en unos papelitos para que después me sirvieran como ayuda memoria. Cuando mi amiguita me tomó la lección, comenzé a recitarle toda la exposición correctamente, punto por punto, hasta que terminé. Me quedé quietito esperando su aprobación. Su nota. Sonrió diciéndome:

- ¡Muy bien! ¡20!

Y me premió con un beso lleno de ternura, yo le devolví el beso varias veces con más ternura. La abrazé con besos, nos besamos, los libros y cuadernos quedaron regados alrededor nuestro, el viento esparció las anotaciones que volaban junto con los pajaritos que alegremente nos espiaban, respiramos aire, libertad y amor. Cuando terminamos de estudiar bajamos de la mano como novios, y desde la colina mirabamos juntos nuestro futuro.

Gracias a mi amiga pude avanzar ciclo tras ciclo, ella estaba muy contenta, yo sufría, lo que amortiguaba mi estadía en la Universidad era mi participación en el elenco de teatro, curso con crédito y separatas y toda esa vaina, me relajaba de la presión que tenía que soportar fingiendo estar contento de ir y venir al Alma Mater. Después de dos años le dije la verdad:

- No puedo más, abandono el barco, ya no quiero mentirme, ni mentirte, ni mentir a mi mamita, yo me estoy mintiendo, quiero hacer otra cosa. Si sigo voy a ser un mediocre. Un frustrado con cartón.

La vecinita linda, la mujer que me había apoyado por dos años en este sacrificio, me miró intensamente a los ojos, se empinó y me dió un beso, como la primera vez. Girando rápidamente me dijo:

-“!Adios!”

Me dió la espalda, avanzó ligero y se perdió entre la multitud, entre los ambulantes, entre peatones, se perdió de mi vista, se perdió...

Coloquio de Teatro e Intérpretes de Arte

En el último Coloquio de Teatro e Intérpretes de Arte realizado en la ciudad de Grötzingen, que duraba una semana de domingo a domingo, donde Nils Juarcos era el encargado de atender e inscribir a los grupos conforme llegaban, se presentó un grupo de la Asociación de Discapacitados del Habla cuando faltaba poco tiempo para comenzar el coloquio. Clotilde, la maestra y directora, le dice:

— Chino, por favor, tu atiende y encárgate exclusivamente de esta Asociación que yo veo cómo nos diversificamos con los otros grupos.

La Asociación del Habla presentaba una obra basada en "La Resurrección de Lázaro", del Misterio Bufo del Premio Nobel Dario Fo, en base a movimientos y figuras.

Nils Juarcos conocedor de todas las formas y manifestaciones expresivas viso-corporal-facial, aparte de dominar varios idiomas íbero-americanos, se puso en contacto con el Director del grupo. Como hubo química entre los dos, se la pasaron de lo más bien, después de tres días de arduo trabajo hubo un momento que Juarcos se acercó a nuestra mesa en la pausa del almuerzo.

— ¿Qué tal Chino, cómo te va?
— Cansado hermanito, este mudo habla hasta por los codos.

Nos quedamos mudos también.
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La Nota

LA NOTA. NDLeón



LA NOTA
En el taller de Yuri trabajan varias personas, pero hay uno muy especial, su asistente York. Es un cuarentón, encargado de hacer los mandados, cuidar el orden y pulcritud del taller. Es honrado, cosa rara hoy en día. Tiene el cerebro inmaculado, virgen como un bebe recién nacido.
Una mañana de mucha labor en el taller, con salidas y entradas de mercadería, se presentó un problema de documentación. Yuri llamó por teléfono a su abogado y le planteó el contratiempo, éste dio la solución inmediata. Y como favor solicitó una resma de hojas bond para hacer sus escritos. Yuri al toque empaquetó un millar de papel bond A4, lo acomodó en una silla junto a la salida del taller y colocó encima del paquete una nota que decía: 
«Doctor, le mando el papel, mañana lo visito. Yuri».
Ordenó a York que lleve el papel inmediatamente. York veloz como una avispa, tomó el elcargo y salió volando rumbo al Estudio del abogado. Después de una hora el jurista llama al taller, contesta Yuri.
—¡Aló!
Con Yuri por favor. ¿Yuri?
Si, él habla.
Habla XX Abogado. ¿Qué clase de broma es ésta?
No entiendo.
Tu asistente me ha traído una nota... ¿Y el papel?
¿Papel? ¿Qué papel?
Le pregunto. ¿Dónde está el papel? y me contesta: ¡Que es la nota que tengo en mi mano! —.
Yuri miró hacia la salida y vio el millar de papel bond en la silla.
NICOLÁS DANIEL LEÓN CADENILLAS
KA, März 2008

Los Mariachis en Lima

De los Países Bajos, país productor de los tulipanes. De Holanda.

Siempre tengo presente, y en el recuerdo, las amenas conversaciones con mis dos amigos latinoamericanos. Especialmente una charla con el mexicano.

El mexicano era uno de esos mexicanos machos machotes con tequila y revólver en mano, que en la actualidad ya no existen ni en las películas ni en la televisión. Ahora tenemos al maravilloso Juan Gabriel, Cristian Castro y otros que no quiero mencionar.

De los tres, el más joven era el Dominicano, estudiaba holandés para ir a la universidad. Y era muy bueno escuchando.

El mexicano estaba casado con una linda muñeca holandesa. Ambos eran profesionales. Pero él tenía su Talón de Aquiles. Recordaba a su país con mucha nostalgia. Igual que yo. Y yo recordaba el mío más nostálgico.

Yo recordaba a mi Perú, a mi Lima, a mi barrunto con sus alcoholes, sus hembritas, mi ceviche de carretilla, mis yuquitas con su jugo de frutas del mercado de la avenida Palermo.

Cuando hablábamos, el mexicano y yo, siempre hablábamos de nuestros barrios, con su gente, sus tienditas, las anécdotas de tal o cual persona y terminábamos riendo a mandíbula batiente.

Pedro (así se llamaba el mexicano) me hablaba de sus comidas:
De sus Chiles, de su Frijol con Puerco, de sus Enchiladas, de sus Tacos y para bajar la comida su Margarita, cóctel con tequila.

Como no me podía quedar atrás. Yo hablaba de mi rico Arroz con Pato, del Ají de Gallina, del Ceviche, de nuestro Lomo Saltado, del desayuno con Tacu Tacu y de todos los platos que me acordaba en ese momento.

Suerte que yo sabía cocinar. Porque, después, a pedido de la señora de Pedro, preparé algunos potajes esplendorosamente exquisitos, como para chuparse los dedos.

En una tarde de verano, en uno de los acostumbrados paseos con bicicleta por el centro de la ciudad de Utrecht, por la Torre del Dom, La Catedral. Paseo que hacíamos siempre los mismos gilasos (Pedro, Leonardo y yo) a la misma hora y por la misma ruta.

En una pequeña pendiente cuando estaba con la lengua afuera, de un momento a otro, repentinamente, el mexicano se puso a cantar una canción de su tierra, del mero México, y yo inmediatamente le hice la segunda, le hacía barra gritando mesmo mexicano, lo que había escuchado de chico en la radio:

-"Palabra de macho que no hay otra tierra más linda ni más brava que la tierra mía" "Así canta México" "Jujuyyyyyyyyy".

Pedro cantaba posando, como si estuviera montado en su caballo:

-"Por la lejana montaña/...Va cabalgando un jinete...".

Y yo jodía haciendo coro:

-"De tanto cabalgar le salió un juanete en el ojete".

Reíamos los tres compadres.

-"...Vaga solito por el mundo/ ...Y va deseando la muerte..."

Y Pedro, el mexicano, siguió y siguió cantando hasta terminar:

-"...La quería más que a su vida/ Y la perdió para siempre/ Por eso lleva una herida/ Por eso busca la muerte".

Aplaudimos. Sorprendidos nos quedamos por tan buena voz.

Hasta que en un momento de descanso, me dijo:

"La canción se llama El Jinete, la canta Miguel Aceves Mejía".

Afirmé que si, que conocía la canción y que también conocía al cantante, por las películas.

Seguidamente me preguntó:

-¿Niky, tu sabes una canción mexicana?

Al toque ni bien había terminado de preguntar, yo ya estaba cantando:

"Estas son las mañanitas que cantaba el rey David/ A las muchachas bonitas se las cantaba así/ Hoy por ser tu cumpleaños te las cantamos a ti/ Despierta, mi bien, despierta; mira que ya amaneció/ Ya los pajaritos cantan; ya la luna se metió/ ¡Que linda está la mañana en que vengo a saludarte/ Venimos todos con gusto y placer a felicitarte!..."


Y seguí cantando la canción, la cantaba mal, sin orden, improvisando, desafinado, una desgracia total pero con mucho estilo de charro cantor como en las películas mexicanas. De paso le dije que yo había visto en el cine a un cantante más antiguo: Tito Guízar.

Boquiabierto se quedó el amigo Pedro.

Nos pusimos a platicar de nuestras canciones, yo hablaba y me pulía con el tema del Valse criollo, de la Polka y de la Marinera limeña; también me tiré un rollo con los bailes negros, sobre todo con el Alcatraz. Y terminé mi exposición nombrando a algunos autores peruanos: Felipe Pinglo Alva, Mario Cavagnaro, Polo Campos, Chabuca Granda y paré en seco porque no me acordaba de otros autores.

El habló de Jorge Negrete, de Javier Solís, de Pedro Infante, de Pedro Vargas y de Agustín Lara. Hasta que llegamos a la conversación de los Mariachis, le expliqué:

"Que en Perú se dan serenatas con cantantes disfrazados de mariachis; en un quinceañero o en una fiesta social, no faltan los mariachis. Hay de todo tipo y precio, mariachis charcherosos y otros muy elegantísimos. Como anécdota le conté que en un Congreso Sobre Las Regiones Peruanas, para amenizar, a la hora del refrigerio, contrataron mariachis".

-¿Ustedes que cantan en un cumpleaños?, preguntó.
-"Happy Birthday", contesté.
-¿Y en las serenatas?, volvió a preguntar.
-"Las Mañanitas", le repliqué.
-"Sé que hay mariachis por todo el mundo pero para algo íntimo pienso que debe ser algo nacional, del terruño", dijo.

Le dije también que en la actualidad, de vez en cuando hay serenatas con guitarra y cajón, con música criolla.

-"Falta de identidad, a ustedes le falta ¡Identidad!", aclaró.
"Imagínate en México, a mexicanos vestidos de peruanos dando serenatas. ¡Qué terrible! ¡Nadie lo creería!". "¿Por qué tienen que estar imitando?", me preguntó.

Y con un gesto me pidió una respuesta rápida.

Me quedé mirando el cielo azul, miré las piernas de las chicas que pasaban con sus minifaldas, miré la Torre, los arbolitos y no supe que contestar.

Hasta que acoté:
"Y eso que antiguamente para finalizar las fiestas se bailaba Tango de Gardel".

Reímos... Fue mi escape a tanta presión.

Para cortar la conversación, le dije:

-"Mira, a mi me gustan los Mariachis en las películas, en los espectáculos, en México. Pero para mí es una estupidez ver mariachis en una fiesta o en serenata en Lima. ¿Entendido?

Nos quedamos en silencio por unos minutos. Hasta Leonardo se calló la boca, como casi nunca hablaba, le fue fácil quedarse mudo. Expiré el poco aire que tenía en los pulmones. Estiré la jeta. Miré la pista.

-¿Seguimos con el paseo?, preguntó.

Acepté moviendo la cabeza. Comencé a pedalear. Mientras pedaleábamos inicié la conversación nuevamente, diciéndole:

-"Uno de mis sueños es visitar México...Jalisco, Guadalajara...".

Pedro me contestó:
- "Mi sueño es conocer tu Perú".

Sonreímos. Sin ponernos de acuerdo tomamos la dirección de regreso. Ya era la hora de devolver la bicicleta prestada.

El Billete Falso


Hace 10 años, o más, en un feo y crudo invierno de Lima; después de dormir mi borrachera, la rica mona, desperté zombi. En mis tímpanos todavía me retumbaban las melodiosas notas de las estrofas de la Marcha Ugartina, vilmente maltratada por vejestorias voces, voces estropeadas por las imprudentes carrasperas ocasionadas por las ricas chelas heladas y por el galopar de los años transcurridos.

La tarde anterior había asistido a mi colegio nacional (G.U.E "Alfonso Ugarte") de San Isidro, so pretexto de jugar una pichanguita en los deportivos sábados que organiza la Asociación de Ex-alumnos. Después del fulbito reglamentariamente venía el "fullvaso".

Con dolor de cabeza recordaba que con los pseudos deportistas ugartinos habíamos ido en caravana a una chingana en Surquillo "La Frontera" a un paso de San Borja.

Los grandes camarones sabatinos, los langostinos, los gargantas de lata, los gorreros : Lucho & Justino, fueron los patricios que se habían encargado de dirigir el convoy de automoviles hasta el local en mensión apoyados por otro par de acomedidos peseteros que de antemano tenían el local reservado.

Una ayudadita a mis hermanos ugartinos despistados que no ubican a la dupla Lucho & Justino, ellos son:
— Luis Seminario Zafra (a) El Archivado. El que pide permiso los sábados por la tarde con tres soles de propina para los pasajes de ida y vuelta. Fue un carismático Presidente de la Asociación y en menos de lo que canta un gallo la hundió.
— Justino Peralta Lanza (a) Trafa.S.A. Más conocido en el distrito de Surquillo y en el jirón Rufino Torrico por el nombre de su emblemática empresa. A patentado la frase: "Dame nomás que después te pago".

Fuímos a La Frontera por unas cervezitas y unas porciones de chancholíes y anticuchos. El local era tan chiquito que había que hacer cola para ingresar y acomodarnos unos encima de otros, a la hora de entrar al baño era una tragedia. Me pregunto como pudimos soportar el perfume del Waterlú. El baño emanaba un aroma bastante conocido combinado con un fuerte olor de ruda abombada que cacheteaba nuestras sensibles membranas pituitarias de cuando en vez. Esto fue una pequeña demostración que fuimos dispuestos a luchar.

En la reunión hubo bastante verso, floro y letra de los asistentes sobre el caos económico nacional, sobre Perú en los mundiales de fútbol y sobre la crisis económica de nuestros bolsillos gracias al Gobierno de turno.

Este último tema es un buen artificio de los conchudasos para no poner su chancha. Nunca tienen un Nuevo Sol. Pero son campeones para chupar y comer gratis.

En el taxi regresando a mi "haus", saqué de la secreta un billetito que se le había caído a uno de los camaronasos antes mencionados. Lo revisé detenidamente, lo puse a contraluz aprovechando el tímido foquito del VW. Miré bien y me di con la sorpresa que era falso. Un maldito billete falso. Lo guardé en mi billetera como si nada hubiera pasado. Lo dejé solito, sin compañía. En mi dormitorio dejé la billetera encima de mi escritorio.

Domingo de sol y calor, era un bello amanecer de un lindo mediodía dominguero, era la hora de tomar el desayuno. A mi no me apetecía ni tenía ganas de levantarme de mi camita. La humedad calaba hondo en mis huesitos, aparte que estaba con la resaca y el cuerpo descompuesto.

Cuando por fin me desperté, después de un buen duchazo con agua fría, me dirigí a la cocina y con sorpresa observé que junto a las ollas había una bolsa con dos pollos, otra de carne y bolsitas de menudencias; frutas, arroz y fideos; especies, azúcar, gelatinas, galletas y caramelos; jabones, shampoo y detergentes; menestras, phs; botellas de aceite, vinagre, sillao y de gaseosas; además de otras bolsas de papel que no se veía el contenido.

¡Increíble! Será cierto lo que estoy pensando? Me pregunté.

Calladamente me dirigí a mi cuarto, a mi escritorio, abrí mi billetera. Mi princesa había tomado el billete falso y lo había hecho pasar en el mercado. ¡Qué leche! ¡Qué lechero! ¡Aleluya!, grité con todas mis fuerzas en el más completo silencio.

Seguí callado hasta la hora de almorzar. Una vez sentadito en la mesa rodeado de mis hijos, junto a mi querida suegra que había llegado de visita. (Ojo: Mi queridísima suegra siempre nos visitaba dos veces al año, en cada visita se quedaba un semestre). Miré a la flaca, la miré fijamente a los ojos para agradecer su buen proceder. Ella, con un suculento plato servido entre manos, dándose cuenta de mi malévola miraba, me miró fijamente también y antes que yo abra la boca asestó a quema ropa:

"¡¡ Si !! ¡Yo agarré la plata! ¡ Así como tu gastas en licor con los vagos de tus amigos! ¡Con los borrachos de tu colegio! ¡Gasta también en comida, pues! ¿Y ahora qué? ¿Qué vas a decir? ¿No me vas a decir que Lucho Seminario, Jorge Vigo Diaz, Justino Peralta, te invitan? ¡Tremendos conchudasos! ¡Huele guisos! ¡Buenos para nada! Con Vigo no tengo problemas es buena gente y honrado. ¡Pero los otros! ¡Qué me vas a decir! ¡Ni te atrevas a defenderlos! ¡Conchudasos! ¡Tremendos lagartijas! ¡Malandrines de miércoles!

Bajé la mirada, hice una mueca de sonrisa. Dije no con la cabeza. Mis lágrimas de cocodrilo caían por mis mejillas y yo conteniendo la risa, conteniendo la carcajada de payaso de pueblo joven para disimular todo lo ocurrido hasta ese momento.

Mientras tanto todo giraba silenciosamente,...sereno, tranquilo y sonriente…agradecí al Señor de los Milagros, a Santa Rosita de Lima, a mi Patrono Coronel Alfonso Ugarte, y me dije para mi mismo para mis adentros:

¡Gracias Camaronasos Ugartinos!
¡Gracias! !Muchas Gracias!
¡¡Servido!! y ¡¡¡Provecho!!!

La Victoria, Mayo 2008